Todavía evoco el sueño que he tenido antes que se desvanezca. He soñado que sobrevivía a un accidente aéreo. Volaba en un avión comercial sobre ciudades árabes de una belleza que merecerían imágenes para ser descritas. Las ciudades tenían atrios y pórticos, que nunca había imaginado, rodeando de forma discontínua las murallas o los agregados urbanos a modo de ksars gigantescos. Pequeñas construcciones, como marabouts, tachonaban a modo de satélites los espacios cercanos, extramuros de la ciudad. De pronto el avión emprendre un descenso que pienso que es para aterrizar, pero que se hace tan brutal que se convierte en un picado. Luego es el silencio. Me veo lanzado lo suficientemente lejos como para no ver nada de lo que ha acontecido. El silencio sigue, camino por una llanura. Indemne. Me siento vivo. Aqui o allá. Es extraño que el despertar abrupto no me haya protegido como otras veces en sueños semejantes. Seguro que esta vez no hacía falta.
El muecín habla, canta, reclama, recita...
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