miércoles, 4 de junio de 2014

Muecín

Son las cuatro de la mañana y espero que el muecín me despierte. Es antes del alba. Desde la ventana veo la ladera de la colina que está sobre el puerto, al final de la interminable playa. Es aquella que tiene iluminadas en la noche las palabras escritas con piedras que deben decir, en árabe, algo asi como dios, patria y rey. Arriba, en la cima, las luces de la kashba, la vieja ciudad, sobreviviente del terremoto de 1960. Luego, extendiéndose hasta la ventana, las luces de la ciudad nueva, casi dormida y que siento que recobra su despertar. 

Todavía evoco el sueño que he tenido antes que se desvanezca. He soñado que sobrevivía a un accidente aéreo. Volaba en un avión comercial sobre ciudades árabes de una belleza que merecerían imágenes para ser descritas. Las ciudades tenían atrios y pórticos, que nunca había imaginado, rodeando de forma discontínua las murallas o los agregados urbanos a modo de ksars gigantescos. Pequeñas construcciones, como marabouts, tachonaban a modo de satélites los espacios cercanos, extramuros de la ciudad. De pronto el avión emprendre un descenso que pienso que es para aterrizar, pero que se hace tan brutal que se convierte en un picado. Luego es el silencio. Me veo lanzado lo suficientemente lejos como para no ver nada de lo que ha acontecido. El silencio sigue, camino por una llanura. Indemne. Me siento vivo. Aqui o allá. Es extraño que el despertar abrupto no me haya protegido como otras veces en sueños semejantes. Seguro que esta vez no hacía falta.

El muecín habla, canta, reclama, recita...

No hay comentarios:

Publicar un comentario