Ayer no pude votar
pese a que lo intenté. Realmente no es fácil hacerlo cuando estás lejos. Todo
es demasiado complicado, complejo, burocrático... Entonces quiero hacer una
reflexión como ciudadano. Esto, pese al título de la entrada, no es un voto.
Hoy es uno de estos días para recordar. De pronto lo de ayer
hizo rancio a lo de anteayer. Quiero creer que de forma suficiente como para
pasar página. Más que el discurso, aunque también, son las formas que lo
acompañan. Me parece ver una complicidad entre los nuevos y la gente. Son los
indignados los que van a gobernar. No los indignados sin propuestas. No. Son
los indignados que han venido con algo que ofrecer. No alrededor de pretendidas
grandes ideas. Ni alrededor de lo macro y sus tótems, tan alejadas de las
preocupaciones de la gente. Vienen alrededor de las pequeñas cosas, que se
convierten en enormes cuando afectan a la vida cotidiana. Lo obstáculos ya insalvables
en nombre de no sé qué cosas, que ni siquiera son ideas, palabras de un
vocabulario que, de tan épicamente inapropiado, parece obscenamente grotesco.
Cómo puede uno no trabajar, o no tener casa, o tener que emigrar, o no poder
entrar a la tierra propia, o protegerse de las balas, o postergar la maternidad,
o romper los sueños, o destrozar la familia, o entregarse al torbellino del
desespero en función de una cifra, de un indicador, que la perversidad y la
codicia de quienes quisieron, de quienes los empujaron ciega y frenéticamente
para chuparles no solo el dinero sino la sangre o el futuro o la calma mínima. De
quienes deben entrar en las casas para desalojar, para quitar lo poco o lo nada
que tienen, con unas fuerzas que supuestamente deberían servir para
protegerlos, para ampararlos. Como puede uno haber entrado en esta espiral
abyecta de la compra sin control, de la ausencia de la reflexión mínima, del
abandono de la prudencia, de la ilusión fútil de tener no solo lo que no se
necesita sino de quererlo tener sin los recursos y entregado a la vez a la
alegría superficial de la apariencia. Y en el camino haber perdido tanto, haber
perdido la decencia, el sosiego, el pensamiento, la templanza, haberse
sumergido en el vacío del tener. Los enemigos de la vida acechan en uno y otro
lado, pero sobre todo en nosotros mismos. El cuarto de pensar ha desaparecido
de la casa propia o, si está, está lleno de parloteo inacabable, de ideas
circulares, de ausencia de silencios, de lecturas sabias, de debates serenos,
de toma de conciencia individual, de actos con sentido. Desde la atalaya de la
edad, de la experiencia vivida, saludo lo nuevo y me arriesgo a creerles con el
cuidado de quién conoce lo efímero, de quién sabe los riesgos, de que aparecen
quienes traicionan, de surgen quienes alargan la mano, de que conoce la
condición humana. Respiro por un momento hondo y me reafirmo en que toda
transformación pasa por dentro de cada uno. Si los que lo hacen son muchos y lo
comparten puede que haya, al menos por un tiempo que quisiera largo, algo que
valga la pena y que haga la vida algo más justa.
Dicen que la esperanza es lo último que deberíamos perder, aunque se me hace difícil creer en los que durante tantos años he visto ejercer el oficio de político....
ResponderEliminarA veces pienso que cuando nos acercamos tanto al poder, hay algo innato en el ser humano que le corrompe...
Aunque sigo esperanzada que todo va a cambiar en algún momento
Me ha encantado este post
Me sumo José Luis! Ojalá que sea así!
ResponderEliminarLa realidad internacional, la manera de funcionar de las instituciones políticas, sociales y económicas provoca desigualdades sangrantes para la mayoría de los ciudadanos. Algunos tecnócratas sin escrúpulos más cercanos a la psicopatía que a las cuestionables decisiones técnicas, entran en los círculos de poder porque éste es su hábitat natural, es el "sitio", su "sitio", el lugar donde pueden hacer lo que da sentido a su vida: el mayor daño posible a coste cero.
ResponderEliminarEn otro orden más pequeño pero más cercano a nosotros, a los políticos les llegan los deberes hechos y algunos de ellos, como buenos ejercientes de sus formas de entender la política, lo llevan a la práctica. Sin embargo, en lo que sí depende de ellos que es el buen uso y manejo de los fondos públicos -que parece que no son de nadie- algunos se convencen a sí mismos y repiten eso de: "si no lo hago yo, lo hará otro...", frase que también es el reflejo del pensar y sentir de algunos ciudadanos. Es entonces, cuando esos seres diminutos en "virtud", se hacen visibles con sus arrogantes y fatuas hazañas que les llevan a la fama. Aparecen en los medios como auténticos actores de Hollywood, con la sonrisa superpuesta porque realmente creen que son héroes que han interpretado un papel de éxito.
La política es el camino hacia el poder, pero éste, está alejado de lo que es el camino que reivindica al "ser" sobre el "tener". Los ciudadanos indignados retiran su apoyo a los partidos tradicionales, ya desgastados de antemano por méritos propios, y con ello, se han evaporado los olores a naftalina de algunas instituciones y parte de la vieja escuela resabiada en el arte de utilizar la técnica de mando, el "poder".
La ciudadanía indignada tiene la capacidad de crear un ideal y por tanto, crear la fuerza necesaria para influir en el cambio de rumbo de la política, o al menos, poder influir en decisiones más equitativas en el reparto de los recursos económicos. Se trata de que la sociedad civil influya en la decisiones políticas que afectan al bienestar de la población, pero la fuerza no se exhibe, se esfuma cuando se coloca en defensa de unos intereses de grupo, se diluye si tratamos de encasillarla dentro de una acumulación de poder, ya que al intentar acumular la solidaridad, destruimos su esencia...
J.L., comparto contigo el riesgo a creerles y el escepticismo por lo efímero que tienen las cosas, incluso
las promesas...
Un gobierno al servicio de una mejor distribución de los recursos económicos y sociales, no puede partir de unos simples presupuestos, sino de reformas estructurales que sustentan al propio poder, a la propia y asentada clase política. ¿Cómo abordar un cambio sin que se alteren las estructuras económicas y sociales y lo que las sustenta?
Parece difícil, sobre todo si uno coquetea con el poder, ya que el poder tiene una red, y cuando entras en ella, estás atrapado...