Notas
La ciudad
encuentra su creación a final del siglo antepasado. Es por tanto una ciudad
reciente. Es cierto que había un puerto
y unas instalaciones que le daban servicio, pero hablar de una ciudad es otra
cosa. Un asentamiento no es una ciudad.
Hay razones de tamaño. Además una ciudad no tiene construcciones precarias, ni fragilidad
política, ni dependencias culturales. Una ciudad es un ser vivo: una mínima
autonomía y una posibilidad de crecer. Pero debe de haber un mínimo molde, un
plano sobre el que configurarse. El urbanismo, esta forma de crear el espacio
de lo común, no puede hacerse de cualquier modo. Este plano no fue el del principio
racionalizador de la malla ortogonal. Fue quizás el de la semejanza
inconsciente con la aldea propia y del sueño de la villa jardín. La función era
el aprovechamiento de algunos relieves para la defensa y la colocación de las
casas a lo largo de dos o tres calles que comunicaban el perímetro y
permitieran delimitar una plaza con funciones públicas y religiosas. En este espacio iban a convivir los colonos
(los prazeiros) que dejarían sus aringas y los libertos que harían los mismo
con sus mussitos.
Desde los
primeros momentos se manifestaron las dificultades por mantener higiénico el
lugar y conseguir una suficiente producción agrícola, para completar la pesca
abundante. Problemas que hoy siguen igualmente presentes, aunque por primera
vez en decenios este año, toco madera, en la provincia aún no ha habido ningún
caso de cólera.
El promontorio sobre el que habría de
construirse la ciudad fue tomado por las Companhia do Niassa y sobre estas
construcciones comerciales se desarrolló la ciudad. Todavía pueden verse.
Lo que había de
ser el punto de salida de las aún inciertas producciones del interior terminó
siendo el punto de llegada de los defensores coloniales. Los intentos de
independencia del norte del país amenazaban el estado o, al menos, una forma de
entender la vida. El esperado comercio
fue sustituido por la milicia y la administración, las manifestaciones del
poder colonial.
Aquellas primeras
construcciones, aún precarias, durarían poco, hasta el 1914, cuando la ciudad
fue devastada por un ciclón, sin duda más potente que el que, cien años
después, acabamos de pasar.
Escribo todo esto
mientras mantengo frescos en mi cabeza las calles y los edificios de esta
ciudad por la que circulo o camino como si lo hiciera por una ciudad
bombardeada. Ahora estas imágenes van adquiriendo la forma de postal y así
quedarán por lo menos durante el tiempo que tarde en volver.