lunes, 31 de marzo de 2014

Experiencia

Te advierten que estás movilizado interiormente delante de la próxima salida. Tú seguramente no te das cuenta, pero lo debes transmitir a través de tus palabras y de tus silencios. A veces delante de los alborotos de los escritos  se cuela lo que realmente quieres decir y debe llegar a quién te quiere escuchar. Secretamente pensabas que no ibas a vivir una experiencia. Que era algo más. Ya sé que no existe el palabro, pero tal vez lo que te has encontrado ha sido una inperiencia. Como si lo externo accionara lo de dentro y desde dentro movieras lo de afuera. A diferencia de la experiencia, que refleja lo que uno es o da respuesta sensible al “yo soy”. Como si se hiciera una unidad a partir de deshacer los dobleces o darle la vuelta al calamar.

(Por cierto, ahora que digo lo del calamar ¿han probado de comer un calamar relleno, de lo que les guste, pero dándole la vuelta como a un calcetín, de modo que lo de afuera sea la piel que envuelve, que cobija el relleno?  Pruébenlo y me cuentan. Algo mágico sucede.)

Sigue y no te entretengas con estas bobadas de presunta gastronomía que no interesan a nadie. Estabas hablando de esto de la inperiencia que te (y me) parece interesante, por lo menos si consideras que buena parte de las experiencias son reactivas y que te permiten devolver lo que la vida te trae, aún más, como decía antes te dan la oportunidad de mostrarte, de afirmarte, de declararte ante lo otro. Pero me parece que estás hablando de otra cosa. Como si la reacción a lo externo afectara a lo tuyo interno y lo devolvieras procesándolo mucho más tiempo. Como si el viaje lento de la reacción, que ya no merecería tal nombre por su duración, fuera el de la cocción que precisa esta lentitud que permite juntar tantos elementos, y que casi constituye una nueva sustancia, o debiera decir esencia, y que genera una realidad interior diferente. En definitiva, te cambia.


Sería algo así como una conmoción sosegada que tratas de devolver con una parsimonia, que tiene más de torpeza que de templanza. Y es que aún no terminas de dominar bien este terreno nuevo que parece nacer cuando los años empiezan a mostrar las verdaderas enseñanzas, pero que intuyes que es la nueva alborada.



sábado, 29 de marzo de 2014

Médicos

Sigo aspirando lo que me trae el aire y la luz. Quiero que entre y que se quede. Como tantas mañanas y tardes de tantos rincones. Siento como si me quedara poco tiempo y no habré incorporado más que algunas cosas y que quedará tanto por hacer y por vivir. Pero siempre es así. Tanto es así que no me voy a entristecer por lo que no veré sino que me alegraré por lo vivido. Otro regalo sin mesura de la vida.


Ayer fue el día del médico y me sumé al acto. Llegaron de toda la provincia y del hospital. El acto fue sencillo, con aquellos toques de emotividad que ayudan a recompensar el trabajo abnegado y sin medios. Un trabajo en el que no es posible decir la palabra no. La verdad no somos muchos, muchos de fuer (ay, si pudiera saber dónde está el adentro y el afuera…). Así hice algunas cuentas. Diecisiete de los distritos, un médico en cada uno. Esto es decir alguna cosa como un médico para una población media de 100.000 personas. Si, lo han leído bien. Luego están los del hospital. Unos diez médicos cubanos, otros ocho coreanos y cinco o seis mozambiqueños. Luego, los que trabajan en la gestión, en la planificación y en las ONGs. Tal vez seis o siete. Esta es la tierra de donde no hay doctoras ni doctores. Como casi toda África.  Detrás de cada uno, una vida que apenas atisbo, pero que puedo reconocer en el cruce de las miradas. Sé que ahora, con esto, basta. Es como sentirse entre hermanos.


El friso de un consultorio de pediatría.



viernes, 28 de marzo de 2014

Parte

Las lluvias han dejado su rastro devastador en algunas partes de la ciudad de Pemba, especialmente en las más pobres. En aquellas donde las casas de bambú, barro y hierba se adosan a las pendientes de las laderas que dan a la bahía o al mar. Allí donde se deslava la tierra y la corriente erosiona salvajemente los zócalos de las casas y la integridad de las mismas se ve amenazada. He podido ver alguna que ha perdido la verticalidad y los habitantes se afanan en enderezarlas y calzarlas. He visto alguna derruida. Me cuentan que han fallecido 6 personas de una familia por un derrumbe.

Las vías de salida cerca del mar están cortadas y la misma carretera actúa de dique que impide la salida al mar y forma lagunas. En la parte plana cercana al mar están construyendo una urbanización si urbanizar, como muchas cosas aquí que son y no son al mismo tiempo. Pues en esta zona, llamada expansión, las calles casi han desaparecido y son canales y el agua entra, por todas partes. Las salinas cercanas son una laguna y los arrozales parecen marismas. Así esté el panorama.

Los baches crecen en las calles y la arena invade las calzadas y andan recogiéndola. Es una arena buena que luego venden. Hay poco barro, pero como hay tanta basura salvaje el agua la amontona en las cercanías de la playa y salta al mar. Este, el mar, se viste con una puntilla asquerosa impropia de un ser de su categoría, pero no es culpa suya. Somos los humanos quienes lo degradamos tanto.


Entre tanto, desde la perspectiva de los servicios de salud es la lucha contra las diarreas y el cólera lo que nos ocupa. Conseguir que la población, en medio de tanta agua, tome el agua y los alimentos en condiciones. Hay demasiadas amenazas. Otros se ocuparan que la gente duerma a cubierto y que se apuntalen las casas. En fin, lo que para otros países esta lluvia sería una anécdota, aquí adquiere en algunos barrios tonos de tragedia.  


Werther

Respecto al avión malayo desparecido tengo una teoría que ha sido ya invocada. Creo que se trata de un suicidio. Es un suicidio imitativo o contagioso. Es conocida la contagiosidad de los suicidios, aunque muchos la niegan. No es un contagio del modo microbiano, se trata de algo más complejo y que remueve otro tipo de resortes emocionales. Cuando trabajaba como médico de cabecera viví varias veces en mi práctica esta situación. Lo recuerdo aún con tal viveza como si fuera ahora. Los suicidios de nuestros pacientes me marcaron mucho. Tras algunos de ellos y coincidiendo con otros acontecimiento fue que empecé a ir a los grupos Balint, pero esto es otra historia en la que ahora no voy a entrar.

El hecho no fue muy aireado en la prensa porque coincidió con otros dos accidentes a en las mismas fechas: el helicóptero de Glasgow y otro accidente de tren en NY. Un piloto de las Líneas Aéreas Mozambicanas (LAM) se suicidó en Namibia desviando la trayectoria del avión y estrellándose, junto con una treintena de personas más, en el parque natural de Bwabwata, en Namibia. Su suicidio fue contagiado por el de su hijo. Tampoco me extenderé mucho en esa historia.

Se da la curiosa circunstancia que seguramente los errores del accidente de la LAM, respecto a las precauciones a tomar en el caso de cambio de rumbo, fueron aprendidos y corregidos por el presunto suicida de la Malaysia Airlines. Quizás tenga que envainármela y pedir disculpas. Lo haré. Pero ahora adelanto esta hipótesis, porque me parece la más plausible. Lo terrible, lo que produce frío y pánico es que tenga que quién opte por este camino escoja tanta compañía. Esto desconcierta y agrega una dimensión desconocida.


Ciclón


Dicen que hace más de 25 años, por lo menos, que no llovía tanto. La situación en Pemba es catastrófica. Mañana a primera hora voy para allá. He visto las noticias en la TV. Muchas familias desalojadas. La precariedad de las viviendas hace que el agua se las lleve con facilidad. Las carreteras están cortadas, los ríos desbordados y las calles y barrios inundados. Este año no ha habido cólera en la provincia hasta ayer por primera vez en muchos. Espero que siga, pero los riesgos ahora son enormes. Trataré de contar la situación mañana, si las condiciones lo permiten. Mientras dejo un par de fotos de lo que vi hoy en la carretera, regresando a Montepuez. 





jueves, 27 de marzo de 2014

Vado

Hoy no hemos podido llegar a Balama. Ha llovido mucho todos estos días y particularmente esta noche pasada. Uno de los ríos que atraviesa la carretera ha desbordado el vado que permitía superarlo y ha roto la vía. Hemos tenido que dar marcha atrás. Mañana será otro día. Si todo va bien será en Namuno, pero esta noche no tenemos la certeza de como estarán las carreteras. Ya se verá. Hace muchos años, según cuentan, que no llovía tanto. El tiempo es fresco y por la noche, en Montepuez, casi se pasa frío.  

En el lugar en el que se ha agrietado la carretera estaba, entre otras muchas personas, Antonio. Antonio lleva toda su vida en Mozambique. Su padre era un colono portugués y él decidió quedarse tras la guerra de la independencia. Su casa está muy cercana al río y tiene un buen terreno que le provee de lo necesario. Hablamos un poco. Veo que tiene una lesión en la piel entre la nariz y el ojo derecho. No tiene muy buen aspecto. Me pregunta que hay que hacer con ella. Le respondo preguntándole si le puedo hacer una foto. Acepta. Se la hago y cuando regreso se la envió a mi amiga Laura que es dermatóloga. Confirma mis sospechas y me dice que requiere un tratamiento quirúrgico. Veremos dónde, cómo y cuándo. No está fácil.  Maputo está verdaderamente lejos en muchos sentidos.


Hoy tampoco hay luz. Apenas internet. Pronto van a desconectar el generador. No sé si dará tiempo a enviar este post. Todo está tan frágil. Parecen unos días de derribo, pero los veo de construcción. Ya nada es igual, se transfiere para crecer, para la libertad, para ser autónomo y solidario. Ojala que para la alegría. Como decía, mañana más y todo nuevo.   









miércoles, 19 de marzo de 2014

Gesto

Si hoy tuviera que escribir una entrada al blog seguro que no hablaría del cansancio de estos días, ni de la tristeza que tengo de dejar todo esto. Más bien hablaría de las ganas que tengo de escuchar y de observar. De la sorpresa por lo que está pasando. Pero hoy no voy a tener ni lo ánimos ni la destreza de escribir sobre todo esto. Sospecho que ni siquiera dejando la puerta abierta de la mente nadie podría extraer ninguna idea digna de una entrada. Entonces, voy a dejar la mente quieta. Fijada en un punto de luz y dejaré que todo se serene mientras soy consciente de mí ahora y del brillo de la luna en el mar.

Dentro de poco despertaré para ir, como suelo decir, a los distritos. En el camino veré el despertar temprano de la vida. En los cielos las nubes que, en este tiempo monzónico, el paisaje que dibujan en el cielo me parece más admirable que el que veo en la tierra. Pero no podré dejar de poner la mirada en la tierra, verde, roja y ocre, ni en sus gentes desfilando. Que si los niños a la escuela, que si las mujeres a las machambas y a por el agua. Siempre lo mismo, pero no me canso. Como no se cansan ellos.


Luego tengo otros puntos de atención. Que si lo de Crimea, que si lo del avión, que si lo de Catalunya, que si lo de la visita presidencial, que si lo del clásico. Las cosas con las que se llenan las páginas de los periódicos. Otros son los más personales, los afectos, la familia, los amigos, los parte de vida que se distribuye por todos los puntos cardinales en los que el único gesto que verdaderamente vale es el abrazo y donde lo que más sobra son las palabras. Esas que, ni aunque me maten, hoy no quieren salir.


sábado, 15 de marzo de 2014

Kétchup

Estos días son muy diferentes a los de hace unos meses.  Entonces el diario vivir era un presente y una velocidad de crucero. Ahora deberían serlo también, pero están teñidos de mucha despedida. Voy diciendo a la gente más próxima que en unas semanas me voy. Y entonces a todos se nos encoge un poco el alma y a veces parece que a alguien le quiera brotar una lágrima.

En estas  la hermana Teresa, de la orden de la Merced, me lleva a ver las obras de lo que está siendo la futura casa de la comunidad. Son cuatro hermanas, tres mexicanas y una salvadoreña.  Trabajan en diferentes proyectos comunitarios vinculados con la problemática social. Entre otras cosas quieren dar un hogar de acogida a niñas y adolescentes que no tienen donde estar sin correr riesgos.  Aquí la mujer en general, pero especialmente las jóvenes,  vive situaciones en las que pueden ser, por ejemplo, vendidas por sus padres a familias a la temprana edad de nueve o diez años para que se encarguen de la tareas domésticas y del cuidado de los niños de la familia, a cambio de comida y alojamiento. O pueden ser prostituidas por la propia familia para poder comer, sin importarles demasiado las enfermedades que puedan contraer, por no hablar de los embarazos. Ya se sabe que aquí hacerlo sin camisilla puede costar el doble. No hace falta que siga. Las hermanas decidieron pues construir un edificio donde darles acogida y en ello están.  Con el eje de una iglesia, dos construcciones simétricas a lado y lado, con la disposición de un monasterio benedictino, esto es, con las dependencias comunitarias, las cocinas, comedores y cuartos, darán acogida a la propia comunidad y a las jóvenes que allí puedan encontrar refugio, que dicho de otro modo más directo, será como si les hubiera tocado la lotería.

La hermana me habla de la reciente visita de la madre superiora, que recorre y vive durante una semana en cada una de las comunidades que la orden tiene a lo largo del mundo. También me habla del obispo de Pemba y de los sacerdotes. Del conjunto de órdenes que hay en el país.  Me cuenta cosas de su vivir cotidiano, de sus experiencias y sentires.  Me doy cuenta de que es una conectora, en el sentido que utiliza Malcolm Gladwell , este periodista al que tanto admiro y que me ha hecho no pocas veces cambiar los apriorismos que tenía sobre las cosas y del que me acuerdo siempre que tomo aquella conserva de tomate que se llama kétchup.


Yo sé que puede parecer que aparentemente no le haga justicia si uno lee, en la palabra conector, una frivolidad. Pero estoy hablando de quienes transforman el entorno preguntándose, conociendo y actuando. De quienes tienen los deberes hechos porque han trabajado mucho, calladamente y rigurosamente, para ofrecer la respuesta adecuada.




viernes, 14 de marzo de 2014

Silencio

Una de las cosas más importantes que estoy en proceso de aprender aquí es el uso y la forma del diálogo. Yo tengo, entre muchas otras cosas a mejorar, un pésimo uso del diálogo. Esta es una de las innumerables cosas que aún me quedan por aprender y el tempo se acorta. Seguramente aquí he aprendido algo que espero me sirva para el futuro. Ahora he sido consciente. Espero que, tras la interiorización, con la práctica y alguna ayuda me permitan fijarlo.

Observar la forma de hablar: el uso de la palabra, la entonación, el ritmo, el volumen, el gesto, la mirada y otros detalles generales, junto con aquellos más particulares y específicos de cada persona, es el medio inagotable y generoso de esta enseñanza. Aquí el diálogo es una experiencia fascinante. Lo primero que dice la gente cuando habla es expresar agradecimiento por poder hacerlo y segundo pidiendo permiso. Luego expone. Mientras, quién lo escucha ya sea uno o varios, callan y respetan. Luego, cuando se termina de hablar, hay una pausa, no muy larga pero si suficiente para que se note. Como si en aquella pausa se condensara el entendimiento de lo dicho y el planteo de una réplica que no solo tuviera en cuenta lo que previamente se ha expresado, sino que encuentra el modo de incorporar aquello que acaba de ser dicho, de forma que lo nuevo, lo que va a ser lanzado al auditorio, es la una evolución de una idea enriquecida por los aportes de los interlocutores. El silencio puebla las conversaciones con tanta o más presencias que lo propiamente dicho. A veces, desde mi punto de vista, toma una densidad exagerada, que quizás se deba a la incapacidad de soportar aquel silencio que interpelará mi ansiedad por salir al trapo. Aprender a saborear y aprender del silencio y no solo a contenerlo, hará que las palabras y las pausa sean riqueza que se suma a la construcción de la relación personal. Quizás esto tenga que ver con que es la conversación el soporte de los acuerdos, de lo pronunciado, del camino a seguir. También para construirnos cada uno de nosotros como personas y constituirnos a través sentido, de lo pensado, de lo dicho y lo hecho. La falta del soporte escrito, de la constancia documental ha de verse sustituida por la solemnidad del verbo dicho. ¿O no será justamente lo contrario?

Hay también lenguaje atropellado, mentira, invento, fantasía, verborrea. Claro, todo esto está muy presente también. Pero de esto no estaba hablando.


El descubrimiento de esta capacidad y competencia del diálogo, seguramente más presente en las áreas rurales que en las incipientemente urbanas, tiene aquella condición y presencia de momento importante que, por otra parte, no impide la sonrisa o el ingenio. 

lunes, 10 de marzo de 2014

Café y Barça

Hace más de un mes que no tomaba café del bueno. La cafetería, a la que solía ir entre 9 y 10 de la mañana, estuvo cerrada por vacaciones en febrero. Avanzado marzo, he tenido la oportunidad de volver. Está en el otro lado de la manzana[1] en la que está mi oficina. Allí voy a pie. Está muy cerca. Tengo dos maneras de ir. Una es contornando la manzana y la otra es atravesándola. Imaginemos un interior de una manzana de casas incompleta. Apenas estará construida a mitad de las posibilidades de edificación. Esto es, menos de la mitad del perímetro y alguna construcción en medio. El resto es campo. Casi siempre prefiero atravesarla. Es cada vez un desafío creciente. En octubre y noviembre era un erial, un secarral. Con las lluvias empezaron a crecer plantitas. Estas plantas fueron creciendo. Hoy, el sendero que atraviesa la manzana de menos de medio metro de anchura es un estrecho pasillo con plantas a lado y lado que me ocultan. En resumidas cuentas, atravieso una selva.

En la cafetería tomo café solo y cada vez con menos azúcar. Es excelente, de marca Delta. Lo acompaño con una pasta salada. Luego compro una botella de agua en la tienda vecina y regreso a la oficina. Con aquello pasaré hasta las tres de la tarde o, como dicen aquí, las quince horas. Casi siempre voy solo. Si me acompaña alguien del trabajo trato de convencerlo de atravesar la manzana. Pero en general fracaso. Prefieren contornarla. No quieren exponerse al peligro o prefieren el bullicio de la calle que también está lleno de interés.

Pasa también que, en las aldeas más lejanas o paseando por las ciudades más populosas, siempre veo niños y jóvenes con las camisetas del Barça. Son camisetas de todas las temporadas, en general de muchos años atrás. Es como un museo al aire libre de camisetas raídas. No sé si será mi percepción selectiva pero las veo más que las de cualquier otro club.  Es curioso lo de este club. Que haya llegado tan lejos y que sea capaz de teñir de azulgrana por algún momento el paisaje más recóndito nunca deja de sorprenderme. También hay del Madrid, del Manchester U, del Milán, de la selección portuguesa, de la selección española, de la selección del Brasil y de la Argentina. Hasta vi una del Llagostera.  Les gusta el fútbol y en cualquier momento arman un partido. Juegan descalzos, con todo el ardor.





[1] Manzana de casas, isla de casas, una cuadra.

sábado, 8 de marzo de 2014

Garimpeiros

Encaro las últimas semanas. Lo bebo todo con fruición y a la vez con resignación. Que África te marca con un hierro incandescente está fuera de toda duda. Solo el cielo y estos horizontes te salvan y te ayudan a superar el dolor de esta marca. Una marca que quieres tener, como otras de las marcas que tienes en tu cuerpo. Otra cicatriz más. Alguna por fuera y otras por dentro. Un cuerpo como un mapa, como las líneas que no alcanzan a delimitar lo infinito. Algunos quieren salir como desesperados y otros no querríamos salir nunca, sino fuera porque otros anhelos y otras fronteras están esperando afuera. O solo sea el fluir de la vida que va poniendo los desvíos que corresponden sin saberlo. Las marcas que indican los caminos y, en la encrucijada, siempre el camino difícil. Allí donde está  el recodo de la paz oculta. ¿O no buscan sino esto los garimpeiros con los que me cruzo tan a menudo? Busca y buscan hondo. Sin apenas protección. Ni entiban ni se ponen casco. La luz que esperan, que no es la que tienen, es la que producirá, en medio de la oscuridad, el pico con la piedra del rubí. El fulgor del fuego libre que nace en los sueños y espera habitar la estancia grande, la casa de los techos altos, las ventanas abiertas y los horizonte nuevos por lo que no transitaste aún.

Ya vas viendo la señal del tiempo. Aprendiste a saber en qué momento eres llevado. En qué momento has de reinventarte o dejar de contaminarte o no traicionarte, o crear o aceptar. 
Escribo esto en un momento en el que sospecho nadie me leerá. Es la noche de un sábado, la víspera de un domingo en el que nadie imagina que tengo que ir a trabajar a un distrito pobre, con gente que parece que emplea este tiempo para no penalizar otro tiempo. Vaya a saber. A mí no me importa. Solo sé que he de estar. Es como cuando en otro tiempo atendía llamadas en domingo o por las noches y preguntaba débilmente porqué la llamada a aquella hora. Daba igual la respuesta. Tenía que ir. Así hoy. Así mañana. A veces, en estas llamadas de horas inciertas, cogía el coche y al rato me mareaba y bajaba y vomitaba y seguía. Uno nunca sabe que hay en realidad. A veces ni siquiera sabe que hay detrás de lo aparente. Porque nada, o casi, es lo que parece.

Hay quien tiene todas las certezas y yo tengo un montón de dudas aún. Pero voy tras ellas a ver si aclaro algo. Hoy hablo de mí y no estoy seguro que debiera hacerlo. No voy a seguir mucho más. Pero es como lo que decía el Quijote: tú mismo te has forjado tu fortuna. Y hay que apechugar. Pero al menos, oigo, trata de contarla bien.

Hay otros garimpeiros que lavan arena y se entregan a buscar las pepitas y no pueden desconcentrarse, porque no hay tantas. De hecho casi no hay ninguna, por esto buscan el tesoro. Sino lo único que harían es recoger. Un garimpeiro no es alguien que esté entregado a recoger. Esto lo hacen otros. Nadie les dijo que esto iba a ser fácil. Lo entendieron a la perfección. Él se juega la vida en cada envite, en cada picotazo, en cada lavada. Han de tener la vista puesta en la batea con la que juegan como maestros con las densidades, los granos, la dilución, la fuerza centrífuga y la centrípeta, la fuerza de la gravedad. Claro que si viene Alima a bañarse cerca de donde lavan pueden distraerse y esto no conviene a nadie. Ella tal vez se descubra ante quién le regale la pepita más grande. Así, mientras lavan cantan la canción de Alima. Unos y otros saben que hay otra clase de verdad.


En el video, cruzando en coche por una aldea de garimpeiros.



jueves, 6 de marzo de 2014

Macaco

El, en la noche, tiene frío en la cara, en las plantas de las manos y en las de los pies. Para protegerse se tapa la cara con las manos y recoge los pies sobre su vientre. Está medio sentado en alguna de las ramas de un árbol mediano y resistente. Trata de dormir pero sabe que el peligro acecha. El leopardo merodea. Lo ha oído. Además tiene indicios de su presencia. Otros animales han huido hace rato del lugar, sabedores de que no tienen nada que hacer frente a él. De pronto, no es extraño, siente ganas de hacer sus necesidades mayores. Sabe que si estas caen desde aquella altura será descubierto fácilmente. El ruido, el olor, la presencia de la pasta, lo delataran y al leopardo no le costará nada encaramarse a la rama. Tiene la fuerza y la rapidez para dar buena cuenta de él en pocos segundos. Entonces decide hacerlo sobre su mano, aquella que ahora está caliente. Luego depositará la pasta fecal en la corteza de la rama.


Agrego una foto de la sala / casa de espera del hospital que comenté en una entrada anterior y  un corto vídeo de un fragmento del trayecto en el que pasamos bajo dos baobabs con hojas, tan diferentes, al menos para mí, de cuando no las tienen, pero igualmente magníficos.
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domingo, 2 de marzo de 2014

Esperanza


Una cinta de tierra, maltrecha por las lluvias, espera a esta hora. Pasaremos por varias aldeas. Seguramente nos cruzaremos con garimpeiros que, con sus palas y bateas, irán a lavar arena. También adelantaremos aquellas filas de mujeres, que cargan sobre sus cabezas los aperos y la azada, de camino a las machambas. En el término de la distancia estaré reunido en un barracón del hospital de Namuno. Aquel del que explicaba anoche la casa de espera. Una sábana vieja y poco blanca, con la palabra hospital escrita cuatro veces, será la pantalla sobre la que proyectaremos una tabla de Excel en la que trabajaremos toda esta mañana de domingo.  Después, puede que el regreso. Ahora amanece. No sé cómo será el día. Está ahí fuera, esperando. 

sábado, 1 de marzo de 2014

Sala de espera`

Las salas de espera de los hospitales están debajo de un árbol de mango o de un árbol de anacardo. Estos árboles tienen una copa generosa y dan una sombra protectora que  puede cobijar a mucha gente.  Las familias de los pacientes ingresados esperan allí mientras los visitan. Sin embargo, no pocas veces son los pacientes que se valen los que salen hasta allá para visitar a los visitantes.  Los que esperan, que más que una esoera es unm estar, suelen ser las familias extendidas con predominio de mujeres de todas las edades, por esto se concentran muchas personas para cada paciente. Generalmente son familiares que acuden de muy lejos. También hay ingresados que nunca reciben visitas. Estos permanecen resignados en sus camas. Nadie les viene a ver.   

Estas salas de espera se convierten muchas veces en casas de espera. En efecto, la sala de espera se transforma en casa cuando extienden las esteras sobre las que se sientan, comen, comparten o duermen. La espera no será de horas, será de días y allí permanecerán.

Cerca de la estera y protegido por cuatro piedras, con carbón o con leña, hacen nacer el fuego en el que cocinarán. Es esta época del año será maíz o arroz y es seguro que lo compartirán con las familias de las esteras próximas. También lavarán. Lavarán la ropa, lavarán los platos, se lavarán. Veremos las capulanas,  tendidas sobre la hierba, puestas a secar. Llevarán las cazuelas  lavar. Buscarán un rincón recogido, en la extensión del terreno del hospital, para lavarse ellos mismos o a los propios pacientes. De vez en cuando viajarán hasta las letrinas. Otras veces se levantarán para llegar hasta las habitaciones de los pacientes. 

Hay muchas madres con niños pequeños a los que darán de mamar, que lavarán, con los que jugarán, pero la mayoría del tiempo estarán sobre su espalda o su regazo sostenidos por una capulana hábilmente anudada. Son niños que duermen o que miran callados lo que les rodea. Los adultos mayormente estarán sobre la estera, sentados, durmiendo o conversando. Cuando conversan lo hacen en voz baja. La misma que utilizamos cuando hay enfermos cerca. Y a fe que los hay.