jueves, 31 de octubre de 2013

Descubrimientos

Descubro quién recopila cuentos mozambicanos de la tradición oral. Los cuentos son el enlace con los dibujos que los ilustran en una edición magnífica. Todo junto es un material para la dramatización, donde la expresividad natural debe ser una explosión de creatividad. Que suerte que tienen algunos niños. Pienso en ponerla en contacto con quién recopila cuentos contados debajo de los mangos y que son reescritos para integrar un volumen de la colección de los cuentos del mundo.

Los mangos están madurando y aparecen por todas partes. Se ven en lo árboles por su color maduro. Se ven en los mercados y en la aceras. En cualquier balde sobre cualquier cabeza. Se ven en las manos y en las bocas. Se los ve como chorrean por las comisuras de los labios o derramándose boca a dentro y boca afuera.  Se notas sus hilachas entre los dientes y se los ve en el suelo ya comidos, chupados, exprimidos, devorados o lamidos.

Descubro las dentaduras generalmente perfectas, los labios dibujados como por un pincel, los ojos y este cabello ante el que tengo que detener la mano para no acariciarlo. Descubro los colores de las capulanas generalmente ocres, marrones, tostados, amarillos viejo, amarillo ocaso, verdes, sepias, veronas, ámbar, borgoñas,  caobas, oro viejo,  crudos,  caquis, azafrán y mucho menos otros colores más vivos. Como si una seriedad natural, de naturaleza, concediera una gravedad y una seriedad distinguida a las mujeres de aquí. 

Descubro el oratorio de las monjas mercedarias, mexicanas ellas, con su altar hecho con un tronco de caoba, negro en su interior y que abrillantan con betún como si fuera un calzado. Descubro su capacidad de acogida y de entrega y lo bien que cocina Chico.

Descubro el mar cada tarde cuando me acerco a lo que llamo faro y me dejo sorprender por el atardecer rojo y grande, tan grande y tan rojo que parece de cine. De cine viejo, de película que te ha hecho llorar, que para esto se han hecho las películas.

Descubro que The dying animal es también una película. El libro que no quería leer nunca finalmente está en mis manos. Descubro que más allá de la Coixet, el que está detrás verdaderamente es Satie.


Descubro que se va un mes y entra otro y que los días se me escapan entre los dedos de la mano como el agua que sirve para lavarme la cara y me despeja y me hace sentir que sí, que estoy despierto y que nada es un sueño. 




lunes, 28 de octubre de 2013

Calor

El sol cae a plomo y no se mueve el aire. La bahía parece una poza de mercurio y los barcos fondeados, fundidos al magma metálico. Las nubes que visten el horizonte son solo un espejismo que se desvanecerá al desearlas. Una atmósfera de pequeñas partículas de polvo en suspensión baña la ciudad. El sudor cae lento e incesante. El calor embota la mente y no será fácil trabajar hoy. Así empiezan a ser los días ahora que la primavera va ganando minutos al día y el sol va incidiendo más sobre esta tierra.

Sabiendo que aún tardará en llover buscas la sombra y cualquier viento.

Imperceptiblemente todo se enlentece: el gesto, la palabra, el pensamiento, la respuesta, el rito, el acto. Es como si se aplastara la vida  

Y en este escenario, desafiando toda lentitud, veo como una mujer lava la ropa. Va vestida con capulana de estampado morado, camiseta blanca de tirantes y pañuelo morado en la cabeza. Calza chinelos rosas. Tiene dos baldes de plástico. Uno mayor, verde, y el otro, azul. Ha dispuesto un montón de ropa sucia al lado del grande y sucesivamente va sumergiendo cada pieza y la frota. Lo hace sin doblar las rodillas, doblando enteramente la columna. Luego aclara cada pieza de ropa en el otro balde, la retuerce, la vuelve a sumergir, la retuerce en sentido contrario, suelta la espuma, la sumerge. Luego la escurre todo lo que puede y hace un nuevo montón de ropa lavada que trasladará al tendedero. Las tiende con las pinzas de toda la vida y la ropa cae a plomo. Ha creado una ristra multicolor de piezas de ropa con pedazos de sarta de ropa blanca. Hay manteles, sábanas, vestidos, pantalones, ropa interior, camisetas, trapos, toallas. Nada que uno no esperara encontrar. Pueden ser tranquilamente unos treinta metros de ropa tendida que zigzaguea en el patio. Luego llega corriendo una niña pequeña y le trae una pocas más. Dialogan algo. Y vuelta a empezar.

Pienso en que podría doblar las rodillas al trabajar. Pienso en que podría poner los baldes sobre una tarima de piedras que tiene cerca o en el muro que crea una terraza y en medio del cual arranca un tramo de escalera para acceder al pedazo de patio en el que están las cuerdas en las que tiende. Pienso en su sudor y en las salpicaduras del agua que le deben refrescar algo. Pienso en el día que podrá tener una de las lavadoras que están en las pocas tiendas buenas.

Al final de todo, carga en su cabeza el balde verde con el agua sobrante y desaparece. Al rato regresa para cargar el segundo balde, el azul.


A medida que pasan el tiempo el calor que pega sobre la tierra calienta el aire. Este asciende. Deja paso al menos cálido que entra desde el mar, tan cercano. La superficie del mar empieza poco a poco a rizarse. La ropa ya más seca y más liviana por la evaporación es sensible a esta brisa y se mueve. 



sábado, 26 de octubre de 2013

Pilão


Si en el transcurso de un rito de iniciación masculino muere un muchacho, generalmente por una sepsis secundaria a una infección por una circuncisión realizada de cualquier manera, los padres no se enterarán hasta que el rito haya terminado, más o menos un mes después de haber empezado. La forma de enterarse será a través del hallazgo de un mortero (pilão) en la puerta de la casa. Nadie dirá nada. La madre habrá de llorar en silencio. El cuerpo habrá sido enterrado en el campo. El pacto de silencio hará imposible que conozca ninguno de los detalles.

En la foto, el mortero que está en la cocina de la casa al lado del hervidor chino que uso para el agua, después de haberla filtrado.



miércoles, 23 de octubre de 2013

Amaya

El choque debió ser atroz. Cuentan los que pudieron saber algo que la pickup inició el adelantamiento tras una larga recta que terminaba en una curva ciega y que la velocidad del camión al que adelantaba hizo que la pista se le acabara. Y aquella vez no hubo suerte. Venía un vehículo en dirección contraria. Una cita segura con la muerte. Y a fe que la hubo. De los tres viajeros, dos fallecieron. Entre el amasijo de hierros en el que se convirtió el carro pudieron sacar con vida una mujer. Fue llevada en no sé qué condiciones al hospital de Ancoabe.

La carretera entre Macomía y Ancoabe es una pista que cada vez va soportando más tráfico. Atraviesa la parte occidental del parque de las Quirimbas y a esta altura del año la seca está exprimiendo la humedad. Cada vehículo es él y su estela polvorienta. El sol se filtra por el polvo para fabricar un arco de cobres, amarillos y marrones. La tierra quiere elevarse al cielo.
Philip, el médico suizo que trabaja en el hospital, trata de hacer todo lo que puede por ella. Casi no tiene más medios que sus sentidos. Parece claro que tiene una fractura de fémur, que ha sufrido un fuerte golpe en la cabeza y que la sangre chorrea por varias partes. Perfunde, sutura, conserva la calma y ya está preparando la evacuación a Pemba. La ambulancia está pronto lista y la acompaña.

Las noticias corren como la pólvora. Ya todos los que han de saber, saben. Ya saben de los muertos y saben de la viva. El llanto y la esperanza juegan su particular batalla, íntima e incierta. Todos preparan y se preparan.  El rompecabezas desafía todo. Unos empiezan por el centro, otros construyen el marco. En el hospital los técnicos recomponen y en la calle preparan todo. Parece inevitable la evacuación si se logra salvar lo esencial, que parece que sí. Jesús, el cónsul de España en Pemba, prepara todo: los seguros, la embajada, inmigración, los aviones, la familia, la organización, los papeles, el resto de compañeros, los médicos, el gobierno provincial. Su teléfono hierve. Todo va acomodándose con trabajo, pero  enigmáticamente sin grandes impedimentos. Todo fluye. También la sangre contenida ya en el cuerpo que con ayuda de sueros mantiene la presión y el hematocrito a niveles aceptables. El dolor y el estupor juegan otra batalla. Es difícil sedarla con los medios que tienen. En el ínterin los amigos y compañeros se acercan a la cama. Cada uno con su ademán. Ella no habla, pero los reconoce. Se establecen los misteriosos vínculos entre los seres humanos que parecen solidificarse en estos momentos: es cuando los ojos construyen más que miradas. 
  

Es extranjera, es cooperante, tiene seguro, el mejor centro en condiciones está a casi 3.000 kilómetros. De allí va a llegar una avioneta medicalizada.  En Pemba, un equipo de emergencias médicas sudafricano, tan frecuentes en otros entornos, no dejan de parecer ángeles disfrazados de extraterrestres que, con la cadena mágica anterior y con otros eslabones ciertos que desconozco, habrán dado a Amaya otra oportunidad a su periplo.

martes, 22 de octubre de 2013

Pensando en Pau Casals

Las noticias que me llegan desde Catalunya sobre el futuro de la salud pública no dejan de entristecerme. No es porque sienta que están tirando por tierra un trabajo que tuve el privilegio de compartir durante ocho años, porque sé que la vida está hecha de cosas como estas, sino porque están destruyendo la honradez con la que se orientó, se desarrolló y se logró una ley, una organización y una forma de hacer que hubieran puesto las bases para poner la salud pública a la altura de los tiempos, tratando también de que cada uno de los profesionales pudieran dar lo mejor de sí mismos, al servicio mayor de la mejora de la salud de la población.
Pero no. La historia de nuestra casa está hecha de cainismo, de mezquindad, de sinsentidos, de arbitrariedades, de sinrazones.

No importa que esta reforma hubiera sido aprobada por una ley aprobada por unanimidad en el Parlamento de Catalunya, la única en aquel periodo convulso que logró la adhesión total. No importa que las actividades sean las más costo-efectivas del sistema de salud: menos del 1% del presupuesto público de salud, con lo que la razón de la austeridad está de más. Algo que comparada internacionalmente no dejaría de sonrojarnos por lo escaso en el contexto de los países del “primer mundo” al que decimos pertenecer. No importa que tuviera un consejo de administración en el que estaban representados todos los sectores que influyen de forma tan importante en el estado de salud y que estuvieran las administraciones más directamente implicadas, especialmente los ayuntamientos. No importa que hubiera habido una inversión en el cambio organizativo y cultural entre los profesionales que fue ejemplo de gestión del cambio, incluso en las escuelas de negocios. No importa que hubiera defendido las estrategias de salud en todas las políticas y del apoyo al desarrollo de la atención primaria de salud para que mejoraran su responsabilidad sobre los aspectos no asistenciales, pero que tanta importancia tienen, para proteger y promover la salud. No importa nada de todo esto.


Sin debate, sin argumentos, con cobardía (van a mantener, según me cuentan, la marca de agencia a algo que no lo es), tiran por la ventana todo esto.  Así se escribe la historia, mientras dicen que quieren construir un país.







domingo, 20 de octubre de 2013

Ciclogénesis

Estos días he estado trabajando bastante en la preparación de información y análisis para el consejo coordinador de salud de Cabo Delgado. Va a tener lugar desde mañana y hasta el miércoles. No voy a comentar demasiadas cosas en el blog que tengan relación muy directa con mi trabajo aquí, pero hoy no me resisto a comentar algunas asociaciones, por ahora libres, pero que quizás acaben de tener más sentido en el futuro. Necesito más tiempo, más información y atar cabos. Pero por ahora las lanzo.

Una es el peso terrible que tiene la infección por el VIH/SIDA aquí, en la globalidad del país también, pero aquí las cifras me conmueven y asustan en igual manera. Viéndolas, con todas sus dimensiones y contextos,  uno tiene la impresión que mientras en Europa el sida se está banalizando casi por su condición de enfermedad crónica, aquí tiene las magnitudes y una evolución de una plaga que diezma.

Dos. La insuficiente respuesta global al problema. Ni en el ámbito local, ni las políticas de promoción y prevención, ni la ayuda externa, ni las políticas del gobierno (el nacional o el provincial), ni las pautas terapéuticas, ni la sensibilización social están a la atura del reto que tienen, tenemos, entre manos. Diríase que están o en un estado de estupor ante la magnitud de la epidemia, o bien han decidido tomárselo con calma ante la ineficacia de las acciones.
Y tres. Los ritos de iniciación. Algún día hablaré más extensamente de ellos en el blog. Por ahora me quedo con la idea que, teniendo como tienen aún tanta importancia en la sociedad de Cabo Delgado, la vertiente sexual de los mismos no hace sino favorecer la promiscuidad entre la sociedad que es una autopista para la circulación del virus. Se me dirá que es la tradición, la cultura, la presión social, los valores de la población… si, lo sé.


Pero no puedo dejar de pensar en todo esto como los ingredientes elementales para la génesis de la tormenta perfecta: un virus extensamente diseminado, unas medidas que a duras penas deben alcanzar a la mitad de los afectados conocidos, porque estoy seguro que la parte oculta del problema no debe ser pequeña, y unas prácticas culturales en la que la capacidad de resistencia y de decir que no puede convertir al que lo hace casi en un héroe o quedar estigmatizado durante mucho tiempo. Pero de esto ya hablaré más ampliamente otros días. 

martes, 15 de octubre de 2013

Id al Kabir


Hoy es el día del cordero, el más santo entre los musulmanes.

En la mañana apenas tránsito. Poco bullicio al mediodía.

He visto niñas y mujeres salir de casa al caer el sol.

Visten sus mejores galas. Las lentejuelas brillan,


a la luz de la alta luna, no menos que sus ojos y sus dientes blancos.

lunes, 14 de octubre de 2013

Canción


Desde la distancia los silencios duelen más. Se amplían como las ondas de un latigazo que piensan que, como estas tan lejos, no te va a alcanzar. Pero te sacude. Creen que una no siente, pero siente más porque aquí se agudizan los sentidos que los otros creen dormidos. Es como el ciego que percibe mucho más que los que ven. Para algunas cosas no vale el “ojos que no ven, corazón que no siente”. Se va tejiendo una coraza que oprime, que hace crecer los fantasmas desde dentro. Una no sabe si contar o callar. Si cuentas te van a decir floja. Si callas sabes que nadie te va a escuchar. Vaya, ya me conformaría con que hicieran ver que me escuchan. No necesito tanto. Daría ahora un pedazo de dedo porque alguien pusiera una mínima cara de quererme escuchar diez segundos, aunque luego le naciera un bostezo. Ya sé que aquí cada uno pasa lo suyo. Ya sé que aquí evitamos preguntarnos muchas veces cómo estamos. He visto como demasiados vienen aquí a curarse o a engañarse, bajo un disfraz de humanidad. Humanidad es lo que quisieran para sí, o que quisieran haber tenido, o que ignoran el concepto o la palabra y quieren encontrarla. Esto desgasta, desgasta mucho. Ya no sé lo que me digo. Estoy confundida. ¿De qué tengo que hablar? ¿Del silencio? ¿Cómo voy a hablar del silencio si no contiene nada? El silencio es como el vacío. Si, el vacío este del abismo que se abre y te da vértigo. ¿Cómo me voy a asomar a este abismo, si me va a dar vértigo y me voy a caer? Además ya sé que no me voy a caer, porqué es un sueño, o una invención de la mente. En el fondo no hay nada. Solo que no me aguanto. No me aguanto o no me aguantó el día que decidí venir. El día que debía haber trepado a la cola de esté látigo que ahora me sacude y estar en el puño, y no al alcance de la punta que inmisericorde llega y me descubre. 

domingo, 13 de octubre de 2013

Zerwal

Zerwal salió a los 14 años hacia Lisboa. Allí llegó a casa de un repatriado portugués que lo acogió en su casa pensando en las posibilidades del  muchacho. Pemba, en los principio de los años 70 del siglo pasado, no tenía demasiado que ofrecer a una joven alma inquieta que parecía querer más de la vida que el horizonte de aquel pedazo de país parecía ofrecerle. En Lisboa creció y se formó. Y él añadiría que respiró y vivió. Musulmán cómo era osó y pudo viajar por Israel a principios de los 80. Una familia, amiga de sus protectores que residía en un kiboutz cercano a Haifa, le ofreció espacio no solo para vivir y trabajar protegido, sino para mostrarle un país, más que en construcción, en ebullición. Aquellos meses fueron de aprendizaje, en el más amplio sentido de la palabra: Fueron también la antesala temporal que lo conduciría a Marieme.  Marieme fue la mujer que sus familias habían acordado que sería la suya para toda la vida. Y no se equivocaron. Ella es  aún su compañera fiel. La boda y algunas semanas en Mozambique no lo distrajo que su futuro estaba en Portugal. Allí fueron. A la nueva casa, a veinte minutos en coche del Estadio da Luz, la casa del Benfica, el club de sus amores. En Lisboa creció la pareja y crecieron los hijos de la pareja, varón y mujer, que crecieron hasta la edad en la que repitieron, con otras condiciones y en otro contexto la historia del padre. A los 14 años de los chicos, partieron rumbo a Inglaterra, a continuar los estudios. El matrimonio consiguió trabajo en una de las cadenas más importantes de procesado de pollos siguiendo las normas Hallal en Norwich, en el condado de Norfolk.  Allí sus hijos crecieron y se educaron en los excelentes colegios y en la universidad  de East Anglia. Después de del hallazgo de gas en Cabo Delgado decidieron venir para que sus hijos tuvieran oportunidades de trabajar en las empresas de la industria extractiva. Hoy están con un pie en Mozambique y otro en los Estados Unidos. La esposa de Zerwal ha abierto un Take Away, limpio, sabroso, sencillo y rápido cerca del campo de deportes.En el sirven ricos kebabs, shawarma y perritos calientes con patatas fritas. A medida que pasan los meses se dan más cuenta que extrañan Europa y que tienen ganas de regresar. 

Lo que acabo de escribir no hace justicia a nada de lo que realmente ha ocurrido. La entrada es infinitamente corta para lo que hay detrás. No he dicho nada de los motivos del colono portugués que viendo la inminencia de la guerra de la independencia decide salir y llevarse al muchacho. No he explicado porqué el muchacho acepta, ni porqué su familia consiente. No he hablado sobre cómo transcurrió la adolescencia lisboeta y como se integra un muchacho mozambicano allí. Tampoco he mencionado cómo surge la idea de ir a Israel, lo que pasa en el kibutz y porqué a la mujer de Zerwal no le hace ninguna gracia que él se refiera a aquellos meses. No he contado nada sobre cómo se fragua la preparación que sus familiar realizan de su matrimonio, con las distancias tan grandes que hay entre ellos. No he dicho cómo se produce la integración de Marieme en Lisboa y que ocurre para que ella acabe diciendo que Lisboa es la ciudad que más ama del mundo. No he dicho nada del nacimiento y crianza de los chicos ni del fanatismo de Zerwal por el Benfica. Tampoco de la decisión de ir a Inglaterra, ni de las condiciones de trabajo en Crown Chicken Ltd y de lo que ellos realizaron allí que ha hecho que tengan en todo momento las puertas abiertas para regresar por su magnífica contribución. Tampoco he dicho nada de Norwich un de las ciudades más increíble de Inglaterra, ni de los secretos que esconde su catedral o sus incendios, ni de los poetas que la glosaron. No he mencionado que estudiaron sus hijo,s ni que hacen en las compañías para las que trabajan. Y sobre todo porqué extrañan tanto Europa. En fin… que no he contado nada de nada.


Y mientras me lamento por todo esto, ardo en ganas de escribir y saber más de ellos y sé que no podré hacerlo, que la tarea sería inmensa. Que requeriría mucha más vida que la que tengo y más talento y muchas cosas más. 



viernes, 11 de octubre de 2013

De muertes

Esta semana han fallecido tres familiares muy próximos de compañeros de trabajo. Sorprende ver la impasibilidad, casi el hieratismo, con el que reaccionaron. También me llama la atención la forma tan contenida en la que se manifestaron los otros compañeros ante los afectado y el duelo, como levantando una tenue pared de silencio que quiero pensar que es de respeto, de reserva o circunspección. ¿Será que aquí la muerte es tan frecuente que forma parte más que nunca de los ciclos naturales de la vida y que el silencio y el respeto es lo que corresponde? ¿Quizás es la forma que tienen de hacerlo cuando están en público, expuestos al ambiente del trabajo? ¿Cómo será en la vida familiar o en las ceremonias fúnebres? Aún no sé nada sobre esto. Tal vez tendré la oportunidad de vivirlo más cerca. Ahora la muerte la veo en tablas y estadísticas. Un día se romperán y aparecerá la muerte viva.


Al mismo tiempo recuerdo una conversación reciente sobre cómo los elefantes viven y duelen la muerte de un congénere. Una compasión humana que incluso precede a la muerte, acompañando al compañero enfermo.  

miércoles, 9 de octubre de 2013

Grand Central

Aquel día bajaba por las escaleras de Grand Central con mi esposa cogida del brazo. Íbamos muy elegantes y con un paquete no muy voluminoso a una de aquellas reuniones que Judit, una amiga de mi cuñada, recién separada y propietaria de una tienda de antigüedades, organizaba en su casa a las afueras de Greenwich, Connecticut. Desde allí el tren era la manera más rápida y práctica de llegar. Cualquiera que sea el lugar en el que esté, el tren, si lo hay, me ofrece una fascinación sin límites. Me gusta todo, desde la liturgia de la compra de los billetes, el paseo por los la estación y los andenes, la búsqueda y la subida a los convoyes, la colocación del equipaje, paquetes o las ropas, el traqueteo discreto pero todavía perceptible, el paisaje de cualquier trayecto, el descenso y la llegada con alguien esperando o en soledad, con aquella perturbación inicial y el asombro que se sigue cuando empiezas a buscar las ya conocidas o las nuevas referencias.

La casa a la que íbamos era una de aquellas preciosas, de madera, que uno suele ver en las películas yanquis. Situada en uno de aquellos jardines que parecen parques y que se acaban diluyendo en la naturaleza sin solución de continuidad hasta la siguiente casa. Tenía la ventaja de que estaba cerca de la casa de mis cuñados y que, al acabar, podríamos pasar allí la noche. El tiempo no era muy apacible aquellos días y lo mejor sería regresar al día siguiente.

Estas reuniones no sé si tenían para ella el escondido secreto de encontrar nuevos amigos o bien de huir por un rato del tedioso tiempo que parecía vivir. Su vida tras salir de la tienda de antigüedades consistía en tratar de domesticar a sus hijos adolescentes, esta era la expresión que utilizaba, mientras consumía crecientes cantidades de Dry Martini a partir de la puesta de sol. La hora de inicio de este consumo no era una hora muy avanzada. Estábamos en mitad de diciembre y ya habían caído la primera nevada. Digamos que su vida no parecía atravesar por su mejor momento. Sabíamos que tras su primera o segunda copa aparecía su conversación más brillante, aquella que la convertía en el centro de todas las miradas y de todas las escuchas. Sucedía que aparecía su inusitada belleza e inteligencia, pero estas eran lo suficientemente efímeras como para que la languidez, que iba a suceder al poco tiempo, fuera muy recordada. No sabía muy bien si por los instantes luminosos vividos o por el arranque en un llanto y desespero que parecían venir de profundas raíces.   


Aquel día bajábamos por las escaleras de Gran Central hacia el hall. Íbamos muy elegantes a comprar los billetes para Greenwich, cuando nos cruzamos con el jefe de los maleteros de la estación. Un hombre de color, más o menos de mi estatura y edad, vestido con el elegante uniforme de su rango. Al cruzarse con nosotros le dijo a ella guiñándole un ojo: Happy travels with daddy!





lunes, 7 de octubre de 2013

Tres meses

Tres meses después de llegar puede ser un buen momento para hacer un inicial balance. Puedo decir que globalmente me siento razonablemente bien, por dentro y por fuera. Aquí, en Cabo Delgado ya que no me atrevo a generalizar para el conjunto de Mozambique, habría de responder, algo mejor que normal.

Es curioso como son las formas de respuesta a la pregunta “¿Cómo estás? Como você está?“. Aquí tienen tres posibles respuestas: bien, mal y normal. Más o menos todo el mundo puede entender el bien y el mal. A mí me sorprendió la primera vez que escuché el “normal”. De la forma directa con la que aquí se responde a casi todo, me dijeron que “normal” era un equilibrio razonable entre las cosas que van bien y que van mal, sin que uno pueda decantarse de forma clara a uno u otro estado y dando por supuesto que el estar bien y mal cohabitan en nosotros de forma permanente. Pensé para mis adentros que entonces uno no podía estar nunca ni completamente bien ni completamente mal pero convenimos en responder con una palabra u otra por convencimiento o para salir del paso.

Empecemos por lo de fuera, sabiendo lo difícil que es poner esta frontera.

Lo de afuera es el paisaje, el entorno físico, la casa, el mar, el campo, las calles, el lugar de trabajo, los lugares de la compra, el barrio, el coche, los restaurantes y otros. En definitiva, los espacios que a veces me contienen, lo que visito, los que habito, lo que lleno y que también no pocas veces me llenan. Me gustan, estoy bien, puedo establecer una conexión con ellos y con las personas que allí están. Como otras veces dije, me siento como en casa. Me nutro de lo diferente como algo que me va completando. Como un entorno que agrego. Como un regalo que la vida me da. Siento lo distinto como algo que muy pronto va a dejar de serlo para ser en él y que pase a ser propio. Y este tránsito es bello. Es incorporarlo, en el completo sentido de la palabra.

Sigamos por la de dentro. Lo de adentro es lo que siento, lo que pienso, lo que hago, lo que soy cuando estoy aquí. Realmente no puedo decir algo demasiado diferente de lo que dije antes. Solo que es algo más difícil de explicar. Pero si sé sentirlo. En parte lo comunico con lo que escribo, en cómo trabajo, en cómo me relaciono con los otros, en cómo me cuido yo mismo, en cómo me relaciono con lo de afuera. Luego hay una parte insondable. Y además hay una parte oculta y otra desconocida para mí. Es como una ventana Johari. Interesante e imposible a veces ser como el estudioso de uno mismo. Buena parte de esto trato de mostrarlo a través de estas páginas interiores, medio escondidas, utilizando los recursos que me da este ensayo de escribir.


Luego hay cosas más íntimas que no voy explicar aquí. Es interesante saber que desde aquí no se puede, o al menos no puedo, explicarlo todo. Han pasado también cosas sobre todo con la gente que me importa. Cada una sabe de qué se trata. Pero con este párrafo quiero hacer algo más que un guiño a cada uno o una, porque sabe a qué me refiero. A veces, en vez de un guiño, es una mueca, o un beso, o un silencio, o un abrazo. Una cierta timidez o pudor me impide al menos por ahora explicarlo todo, ni siquiera disfrazado de cuento.  

viernes, 4 de octubre de 2013

Sugerencia

Hoy propongo un link para leer una entrevista que es interesante por al menos cuatro motivos:

1.       Por el tema, sabiendo que el título no hace justicia al contenido de la entrevista. Habla sobre todo de las claves para entender el cambio social de nuestros días.

2.       Por el entrevistado, Manuel Castells, uno de los sociólogos más lúcidos de nuestro tiempo y que a mí me ha dado no pocas claves para entender el mundo en el que vivo.

3.       No menos que el entrevistado, por el entrevistador. No lo conocía, se trata de Horacio Bilbao. Sospecho que algunos de los lectores del blog lo deben conocer. Me parecen tan inteligentes la preguntas y, más que eso, lo bien que conduce el diálogo. Ayuda al entrevistador y al lector a llegar a una idea completa que no puedo más que agradecer esta conducción.

4.       Porque al final nos enseñará a todos a ser mejores: entendiéndonos tal vez mejor a nosotros mismos, al mundo que nos rodea y a saber cómo estamos conectados y, por esto, a conectarnos.


Ánimos, disfrutadla como yo lo he hecho. Vale la pena dedicarle un poco de tiempo este fin de semana en el que, casi como de costumbre, no voy a tener internet.  





Benefactor

Poco a poco se dieron las circunstancias y las casualidades que me permitieron saber más acerca del benefactor del cementerio.  Decir que solo es el benefactor del cementerio es probablemente injusto pues sus actos se extienden generosamente también al mundo de los vivos. No sólo porque paga los salarios de los trabajadores del camposanto, sino que desde tiempo su altruismo se dirige a los más necesitados y ha logrado un reconocimiento unánime. Todo este valor no está exento de algunas envidias, tristemente inevitables de la condición humana.  

Resultó que la finada fue su segunda esposa. Se llevaban muchos años, tal vez treinta o más. Con ella tuvo un hijo que se agregó a los tres de la primera esposa.  No sé, ni por ahora me interesa, los detalles de la ruptura y de la nueva relación. Lo dejaré para otro momento o para nunca. Ya se verá. Cada uno se sabe lo suyo y hay cosas de las parejas inescrutables. Pero lo que si voy a contar porque así me lo dijeron es que la segunda esposa enfermó. Ambos eran lusos de nacimiento aunque sospecho que más de la tierra que de la ex metrópoli.  Decidieron que fuera tratada en Portugal de un cáncer de que no se recuperaría. Allí fue donde falleció. Después su cuerpo fue trasladado a Pemba donde como sabemos está enterrada. El regreso del cuerpo, el funeral y el posterior cortejo, fueron una de las manifestaciones de duelo más grandes que se recuerdan. La catedral resultó insuficiente para aquel gentío. Me cuentan detalles de hasta las palabras que pronunció el hijo que no tendría más allá de 10 años.


Como ya conté el benefactor quiso hacer del cementerio un lugar limpio, dado que no se salvaba de la tónica general de la ciudad en la que la basura lo invade todo. Y quiso que no fuera solo para un día sino al menos hasta que él muriera. Arregló la sepultura de la esposa y dispuso una para él al lado, que le espera. Construyó cerca un pequeño cobertizo para los aperos de la limpieza y el almacenaje de algunos baldes con agua. En fin, todo aquello que se precisa para mantener las cosas limpias.