Descubrimientos
Descubro quién
recopila cuentos mozambicanos de la tradición oral. Los cuentos son el enlace
con los dibujos que los ilustran en una edición magnífica. Todo junto es un
material para la dramatización, donde la expresividad natural debe ser una
explosión de creatividad. Que suerte que tienen algunos niños. Pienso en ponerla
en contacto con quién recopila cuentos contados debajo de los mangos y que son
reescritos para integrar un volumen de la colección de los cuentos del mundo.
Los mangos están
madurando y aparecen por todas partes. Se ven en lo árboles por su color
maduro. Se ven en los mercados y en la aceras. En cualquier balde sobre cualquier
cabeza. Se ven en las manos y en las bocas. Se los ve como chorrean por las
comisuras de los labios o derramándose boca a dentro y boca afuera. Se notas sus hilachas entre los dientes y se
los ve en el suelo ya comidos, chupados, exprimidos, devorados o lamidos.
Descubro las
dentaduras generalmente perfectas, los labios dibujados como por un pincel, los
ojos y este cabello ante el que tengo que detener la mano para no acariciarlo.
Descubro los colores de las capulanas generalmente ocres, marrones, tostados, amarillos
viejo, amarillo ocaso, verdes, sepias, veronas, ámbar, borgoñas, caobas, oro viejo, crudos,
caquis, azafrán y mucho menos otros colores más vivos. Como si una seriedad natural, de naturaleza, concediera una gravedad y una seriedad distinguida a las mujeres de aquí.
Descubro el
oratorio de las monjas mercedarias, mexicanas ellas, con su altar hecho con un
tronco de caoba, negro en su interior y que abrillantan con betún como si fuera
un calzado. Descubro su capacidad de acogida y de entrega y lo bien que cocina
Chico.
Descubro el mar
cada tarde cuando me acerco a lo que llamo faro y me dejo sorprender por el
atardecer rojo y grande, tan grande y tan rojo que parece de cine. De cine
viejo, de película que te ha hecho llorar, que para esto se han hecho las
películas.
Descubro que The
dying animal es también una película. El libro que no quería leer nunca
finalmente está en mis manos. Descubro que más allá de la Coixet, el que está detrás
verdaderamente es Satie.
Descubro que se
va un mes y entra otro y que los días se me escapan entre los dedos de la mano
como el agua que sirve para lavarme la cara y me despeja y me hace sentir que
sí, que estoy despierto y que nada es un sueño.