Canción
Desde la distancia los silencios duelen más. Se amplían como las ondas de
un latigazo que piensan que, como estas tan lejos, no te va a alcanzar. Pero te
sacude. Creen que una no siente, pero siente más porque aquí se agudizan los
sentidos que los otros creen dormidos. Es como el ciego que percibe mucho más
que los que ven. Para algunas cosas no vale el “ojos que no ven, corazón que no
siente”. Se va tejiendo una coraza que oprime, que hace crecer los fantasmas
desde dentro. Una no sabe si contar o callar. Si cuentas te van a decir floja.
Si callas sabes que nadie te va a escuchar. Vaya, ya me conformaría con que
hicieran ver que me escuchan. No necesito tanto. Daría ahora un pedazo de dedo
porque alguien pusiera una mínima cara de quererme escuchar diez segundos,
aunque luego le naciera un bostezo. Ya sé que aquí cada uno pasa lo suyo. Ya sé
que aquí evitamos preguntarnos muchas veces cómo estamos. He visto como
demasiados vienen aquí a curarse o a engañarse, bajo un disfraz de humanidad.
Humanidad es lo que quisieran para sí, o que quisieran haber tenido, o que
ignoran el concepto o la palabra y quieren encontrarla. Esto desgasta, desgasta
mucho. Ya no sé lo que me digo. Estoy confundida. ¿De qué tengo que hablar? ¿Del
silencio? ¿Cómo voy a hablar del silencio si no contiene nada? El silencio es
como el vacío. Si, el vacío este del abismo que se abre y te da vértigo. ¿Cómo
me voy a asomar a este abismo, si me va a dar vértigo y me voy a caer? Además ya
sé que no me voy a caer, porqué es un sueño, o una invención de la mente. En el
fondo no hay nada. Solo que no me aguanto. No me aguanto o no me aguantó el día
que decidí venir. El día que debía haber trepado a la cola de esté látigo que
ahora me sacude y estar en el puño, y no al alcance de la punta que inmisericorde
llega y me descubre.
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