jueves, 30 de enero de 2014

Naturalidad

Mil millones de personas se estima que en el mundo practiquen el fecalismo a cielo abierto. Con estas magnitudes no es extraño que en este entorno, que dispone de tan pocas facilidades para para poderlo hacer con la privacidad y la intimidad con la que solemos hacerlo en otras latitudes, uno se encuentre con una relativa facilidad personas obrando.  Caminar en las cercanías de la ciudad o de los barrios exige una cierta atención para ver donde pone uno los pies.

Lavarse es otra de las prácticas que, en ausencia de una casa de banho, uno tiene que hacer diariamente en un lugar apropiado. Así pues, no es extraño tampoco ver a las personas lavándose en algún lugar medianamente protegido. La desnudez inherente se revela natural en este espacio de tiempo, que contrasta con el puritanismo con el que se muestran vestidos. A mí me llama la atención como frotan las plantas de los pies contra las piedras planas, dispuestas en el suelo, para limpiar y alisarlas.


Ver a dos muchachos jóvenes, o no tanto, de la mano por la calle no indica que se trate de ninguna pareja. La amistad la expresan en el mismo sentido que en nuestras calles habíamos visto a las muchachas y que poco a poco ha ido desapareciendo.  


miércoles, 29 de enero de 2014

Balalaika

Había una vez un soldado que estaba haciendo prácticas en las estepas siberianas para mejorar sus habilidades pilotando el Микоян и Гуревич МиГ-21. Tras algunos divorcios había conseguido tal estabilidad en su vida afectiva que decidió, no solo ausentarse por un año de su casa situada en uno de los más exclusivos complejos militares  del país, sino dar poderes  a su preciosa mujer para que pudiera administrar sus bienes.

Quién maneja una Balalaika es un tipo especial. Ha nacido soñando con el espacio abierto y, a la vez y esto no es menor, ser capaz de concentrarlo en un instante para que el arma que lleva en la tripa impacte contra otro pájaro de hierro y de fuego. Ha de ser un tipo capaz de vencer al vértigo y de ubicarse en lo imposible, en las mil dimensiones del aire y no perder el sentido ni el aliento.

Un tipo de estos ha tenido una formación de lujo. Arriesga cada día la vida, pero sabe de todo y le pagan muy bien.  Le harán mil entrevistas, exámenes, le mirarán la sangre y lo que no se puede escribir. Estudiará miles de horas. Entrenará diez mil, en el aire, en el mar y en la tierra. Habitará las aulas y las salas de mapas más que su propia casa. Llegará al límite de sus capacidades y deberá decidir y vencer. Romperá la barrera del sonido y soportará todas las gravedades. Tantas que no sabrá caminar al poner los pies en el suelo.


Puedo entender que joda que la mujer que amas y en la que has depositado toda tu confianza te robe y esté compinchada con tu hijastro para plumarte todo lo que tienes. Pero de esto a que regreses de sorpresa desde los confines del círculo polar ártico y que les descerrajes un tiro a ella, a él y a ti mismo hay un abismo. ¿Qué te pasó, brother?



martes, 28 de enero de 2014

Paquite

Empiezas a conocer el silencio en la mitad de la tarde, cuando ya se escapa, y tomas el camino de Paquite.




Ya no buscas la sombra del nombre, solo la luz que está delante. Vives.


jueves, 23 de enero de 2014

De lejos

Así llegan las lluvias.

Antes ascenderá el calor de la tierra, que podrás oler, y sabrás que la llegada es inminente.

Unas gotas… y de pronto el agua se descuelga.


Al día siguiente, como en otras latitudes la nieve, aquí retiran el barro, la tierra o la arena, que dejan intransitables los caminos.




martes, 21 de enero de 2014

Ciento cuarenta y cuatro

Los sonidos que ahora mismo escucho son los de la lluvia, los de las olas del mar llegando a la playa, los de algún ladrido de perro y acaso los de mi propia respiración.

El de la lluvia es múltiple. Es diferente el sonido que hace cuando cae sobre el techo de la casa, que cuando lo hace sobre la hoja de cinc que esta sobre la puerta de la cocina que da al patio. También es diferente su sonido cuando cae en la tierra que cuando lo hace en un charco que en la misma tierra ha formado, como también es diferente cuando cae sobre los árboles o arbustos de hoja pequeña o de hoja grande. En estos últimos aprecio que hay el sonido de la caída de la gota sobre la hoja y luego el sonido más fluido del minúsculo chorrito que se forma al confluir todas las gotas sobre el envés y precipitarse al suelo. También, mientras escribo esto, percibo como las olas van aumentando su energía y como se han añadido a los sonidos el sordo de alguna almendra que cae sobre el tejado de la casa. También noto como caen las gotas dentro del balde que coloqué para recoger las de la gotera que está en la habitación de al lado.


Aíslo mis pensamientos para concentrarme en estos sonidos y, aún más, trato de ni pensar en lo que escucho. Si quizá vuela alguno, es para pensar en estos mismos sonidos, cien o doscientos metros más allá, donde las palhotas. Allí, el agua tal vez descalza el zócalo de las paredes exteriores y quiera entrar por donde no debe.

jueves, 16 de enero de 2014

Desolación

Las lluvias en los agujeros de las carreteras crean charcos. A veces algo más que esto. Dan para que una persona pequeña pueda entrar en ellos como quién entra en una bañera. Algo de esto debió suceder esta mañana, cuando una mujer joven, casi una niña, se sumergió en uno de ellos. Para ser más preciso, allí la vi cuando yendo en coche giré a la derecha en un lugar que le digo la bola del mundo, porque allí hay una en la pequeña glorieta que está en la mediana con la figura de una pequeña esfera geográfica a modo de monumento, para incorporarme a la carretera principal. El susto que tuve fue mayúsculo. Más que susto, horror. Como giro a la derecha y voy con la ventanilla bajada veo a la chica. Nos cruzamos las miradas y veo la visión de desolación más grande que hasta ahora he visto. Pero no me puedo detener a sentir esta mirada porque el riesgo es grande. Está en el agujero, medio sumergida, y por el retrovisor veo que se acerca un camión por la carretera a la que me acabo de incorporar.  Me acerco a la cuneta, al paseo, para dejar el coche e ir hacia ya. Me digo: demasiado tarde. Pero una mujer, que también ha visto la escena, ha saltado rauda a la carretera y la arrebata del agujero antes de que el camión, que estaba frenando y consigue detenerse milagrosamente poco antes del cruce. La mujer se la lleva. La mujer es un ángel.

Pienso en cosas que nunca sabré mientras retomo el viaje profundamente afectado. Trato de explicarme lo que pasó y la mirada que me da todos los pretextos, seguro erróneamente, lo que habría pasado. Casi descarto la inconsciencia de hacer semejante baño en parecido sitio. La mirada que recibí me hace pensar en el desespero, un intento de acabar con todo. O tal vez, cruzando la calle tropezó y cayó allí y lo que me imagino estar allí, es la posición de caída en el gran charco con el rictus de dolor y por esto he visto aquella cara.


Veo tantas cosas en las calles. Veo los tullidos, los mutilados, los deformes, los impedidos, los locos. Los veo y nos cruzamos las miradas pero la mirada de hoy la guardaré durante tiempo, ojalá que toda la vida.


miércoles, 15 de enero de 2014

Llueve

Es el tiempo de la lluvia y cuando empieza no para. Se la ve venir desde lejos y ves cómo viene a rodearnos. El horizonte, tan amplio, se rompe en varias cortinas de gris oscuro que funden cielo y tierra. Poco a poco el cerco se estrecha y ya lo invade todo y la cortina que veías a lo lejos es la que se cierne sobre tu cabeza, sobre tu casa, sobre tu capa, sobre el techo o la calva que se te separa de lo de arriba Y no es una lluvia franciscana que casi es una caricia fresca. Aquí es una lluvia brava que se descuelga. Luego, cuando ha agotado toda la fuerza, se convierte en algo más manso que se resiste a ir y sigue mandando mandobles. Y cuando, entonces sí, ha agotado toda la fuerza, el cielo se vuelve horizontal lleno de fajas de nubes sin energías. El cielo va lentamente ascendiendo y va mostrando el paisaje tras la batalla: Los riachuelos efímeros, el barro, los charcos que nunca imaginaste tan grandes, las hojas caídas, el calor húmedo que asciende cargado de olores penetrantes. También la lluvia deja rastro en tu piel. Tal vez conserves la humedad del chaparrón que te sorprendió y que se mezcla con el sudor que expele este olor acre que demanda un baño limpiador. Es tiempo del monzón africano, de azules oscuros y de grises que agigantan el mar y que te llevan a los escenarios ocultos de la memoria.

Me cuenta mi gente que esta lluvia erosiona los bajos o los zócalos de las palhotas y llega a entrar. Que conviene poner cemento en las paredes. Me cuentan lo intransitables que se vuelven los caminos. Veo como la gente se descalza en la calles y caminan sin ver donde ponen los pies.

Puede ser que te aparezcan las imágenes de otros cielos que deseas, aunque solo sea por contraste o como alivio. Puede ser que el cielo sea el de las Alas del deseo (o el de El cielo sobre Berlín). Puede ser que la emoción sea la de Hasta el  fin del mundo. 

Qué más da. No tienes mucho a lo que agarrarte. Además sabes que hoy es plenilunio. Que la luz se irá en cualquier momento, que te quedarás también sin internet. Quizás a lo único que podrás hacer hoy es leer a Gelman y así le haces un homenaje personal e íntimo.




lunes, 13 de enero de 2014

Pobedonostsev


En el restaurante sudafricano me encuentro con una señora mayor americana. Se trata de la viuda de un profesor de matemáticas,  emérito de la Universidad de Cedar Rapids, en el estado de Iowa, que falleció hace 5 años en los días de aquella inundación terrible que la ciudad padeció. Es una señora muy culta que habla también francés y un poco de español. Me cuenta cosas de su vida. Me dice que conoció al que habría de ser su marido en el Queen Mary, en una travesía entre NY y Southampton, cuando ambos eran jóvenes y con sus familias emprendieron su primer viaje a Europa Tras cuatro años de noviazgo y aún estudiantes quisieron revivir aquel encuentro casándose en Europa y lo hicieron en la Catedral Americana de París, seguramente en una de las bodas menos concurridas que allí se han celebrado. De todos modos me cuenta que fue una ceremonia magnífica a pesar de la poca gente que acudió. No habló mucho más del tema. Se entusiasmó hablando de París y de Francia, tanto que empezó a hablarme en francés. Más tarde, durante la conversación supe que aunque oficialmente era ama de casa casi no disponía de tiempo libre dada la gran cantidad de clases de francés que impartía de forma particular en Cedar Rapids. Sin hijos, perdió uno en el nacimiento, tuvo que construir su vida, deduzco que casi un mundo, alrededor de las palabras. Su marido lo había construido alrededor de los números. No entró en casi ningún pormenor sobre su vida conyugal. Poco a poco la conversación entró en el tema que me interesaba. ¿Qué hacía una mujer como ella en un lugar como este? Me dijo que estaba recorriendo la costa oriental de África de sur a norte. A punto de cruzar Mozambique iba a entrar en Tanzania. El motivo de su viaje, me comentaba, era el impacto que le había causado la lectura de la biografía de Madre María Skobstov escrita por Helena Arjakovsky-Klepinine: Le sacrement du frère. Ella andaba a la búsqueda de un lugar donde pudiera imitar, ni que fuera una milésima parte, lo que Madre María había hecho. Madre María que aparentemente según algunos, llevó una vida de escándalo y que su muerte en el horno crematorio de Ravensbrück en 1945 no hizo justicia, o si,  al progresivo devenir de su vida. Me decía, no sé si estoy estremecida de amor (tremblant d’amour) pero hallaré el  lugar en el que quedarme en este caminar que parece más guiado por Dios que por mí misma. Efectivamente, lo había dejado todo en los Estados Unidos y estaba más que a la búsqueda, al encuentro con este lugar santo. 


sábado, 11 de enero de 2014

Otro sábado

Es sábado por la mañana. Haces esto, sábado. Esto es: repasas y rompes papeles, pones las cosas en orden,  revisas correos...  A veces te detienes en una nota que escribiste y piensas porqué y cuándo escribiste aquello. Bebes agua y no dejas de sudar. Oyes la BBC3. Ordenas los libros.  Ves uno y lo ojeas. Quizás algo más, lees un párrafo o dos. Pero luego te dices: mejor termino lo que estoy haciendo y luego vuelvo. Tiendes la cama. Ves las ventanas y miras por ellas. La que más miras es la que da al mar y te detienes un buen rato a mirarlo. El pensamiento se para y está bien. Es como un descanso interior. Miras la ventana de la parte de atrás y ves como Alima ha empezado a cavar un huerto al fondo del patio. Te das cuenta que tienes que ir a comprar cosas de comer. Apenas tienes nada y desde el regreso no has tenido tiempo de ir a comprar. Te cortas las uñas. Te levantas de la silla y bebes más agua. Comes también dos guayabas que cayeron del árbol y que recogiste del suelo cuando fuiste a buscar el teléfono que habías olvidado en el coche. También lees los diarios por internet y miras que dice el twitter. Reenvías algo que te pareció interesante sobre Portugal. La vida de los sábados por la mañana es un rompimiento con las rutinas diarias. Es un día para la casa y el espacio próximo. Si hace días que no estás en casa, aún lo es más. Adviertes alguna cosa de la que aún no te habías dado cuenta. El sábado tiene mucho de silencio. Es como si te pasearas por la burbuja externa más cercana en la que habitas. No es extraño que te mires en el espejo y te observes. Ves como envejeces. Miras la mirada y ves la mirada que te mira. El espejo es un gran y a veces terrible invento. Raramente llaman a la puerta los sábados por la mañana, pero hoy lo han hecho dos veces. Ves los libros que te has traído y alguno más que te han regalado por internet. Todos te interesan y has de decidir cual leerás primero. El de Auster es el que te parece que primero vas a atender. Aunque el de la economía del estado estacionario también te llama la atención. Este último te va a requerir más esfuerzo mental y lo sabes. En fin, en la tarde decidirás esto. Ahora escribes estas notas. Siempre, o casi, tienen un efecto benéfico. Mientras también bebes un poco más de agua. A quién tienes ganas de ver ahora es a tu nieto, pero tienes que terminar unas pocas cosas antes de intentarlo. Sabes que las probabilidades de encontrarlo a estas horas son muy bajas. Aun así lo intentarás. 



miércoles, 8 de enero de 2014

Infancia

La caída tan importante de la asistencia a las aulas cuando se pasa de la educación primaria a la secundaria (de un 70% a menos de un 15%) solo puede ser explicada por la pobreza. La pobreza explica, entre otras cosas, la violencia doméstica y la explotación infantil.

Debe ser así en muchos otros lugares, pero en Mozambique y en la provincia en la que trabajo, la ley que prohíbe trabajar a los menores de 15 años es abiertamente incumplida. Los empleadores y las familias (o el propio autoempleo en la creencia que puede ser una opción personal), aprovechan la debilidad de los niños y también su inocencia para que a cambio de casi nada trabajen en actividades que no les van a rendir. Ni siquiera cubrirá sus necesidades vitales mínimas ni les sacará de la la malnutrición. Tal vez un pequeño almuerzo sea lo que vaya a recibir o cobijo. Saliendo del trabajo tendrán que procurarse algún dinero vendiendo cosas que encuentren, pidiendo limosna o guardando o lavando coches.

Las formas que adopta esta explotación infantil es el acarreo de agua y otras cosas, el trabajo agrícola en las machambas, pastoreando, el trabajo doméstico como empleados en casas en las que viven permanentemente, la prostitución, los casamientos forzados de las niñas y hasta la extracción de órganos para la venta.  Esta última una explotación que les puede costar la vida o, simplemente, les cuesta. Me han contado historias espeluznantes sobre el tema.

Hay esfuerzos del gobierno, pero sobre todo de ong y organizaciones religiosas o filantrópicas para proteger a la infancia. Hasta una línea telefónica de atención a la infancia.  

Hoy no diré nada del abuso o del tráfico de menores. Otro día.



martes, 7 de enero de 2014

Más maraña

Hoy vi las  preocupaciones de una colega por tratar de cuadrar la información que facilitan los centros de salud con la que luego es compilada en el nivel del distrito. El distrito es el nivel de organización superior que, entre otras cosas, consolida la información que procede de los centros de salud y la remite a la provincia. Mi colega, que estaba trabajando con los datos del programa de salud materno infantil, telefoneaba a las personas responsables de del territorio para que le confirmaran si sus hallazgos eran ciertos. Había visto que la información procedente de las hojas que recogen la actividad de los centros de salud, en soporte de papel, tenían importantes divergencias con aquella que aparecía en los formatos digitales como consecuencia de haber trasladado unas a las otras para poder manejar mejor los datos. Estaba entre sorprendida, desesperada y, en cualquier caso, verdaderamente molesta.

Luego hablo con mi colega de planificación que, sin haberle comentado lo que había vivido poco antes, me dice que está asombrado de las diferencias entre las cifras que, desde los diversos programas de salud, le llegan entre los datos de los formularios en papel y los que muestran las tablas de informáticas de datos.  Me dice que ya viene constatando este problema desde hace tiempo y que no sabe muy bien cómo afrontar esta situación, pues los directores son responsables de los envíos de estas informaciones. Además esto aparece en un momento en que tiene que presentar un informe con urgencia y no va a poder verificar la información.


Más tarde tengo una reunión con el director del Centro de Investigación de salud de la provincia. Este médico ha tenido experiencia en el trabajo en el terreno, tanto en los centros de salud como en los distritos. La reunión versa sobre como mi organización puede colaborar con la suya en el momento en que el centro va a iniciar sus actividades. Sin que él sepa nada de lo que me ha ocurrido en la mañana, me dice que, entre los proyectos que tiene entre manos, cree que la verificación de la información que procede del sistema provincial es la más prioritaria. Me cuenta que no se fía de ningún dato pues tiene constancia que se manipulan de forma generalizada obedeciendo a múltiples e inconfesables razones. 



lunes, 6 de enero de 2014

De nuevo

Después del descanso, otra vez en Pemba. Y todo nuevo: la lluvia. La lluvia que lo convierte todo en verde. Que mueve el mar y lo agiganta. Que llena de matope el terreno sin arena y hace que ceda. La lluvia persistente y la que se desboca.  Esta lluvia, que no vi nacer, debió responder más al deseo de la tierra cuarteada y sedienta que a un cielo tormentoso ansioso por descargar. El perfume de las flores, más concentrado que nunca, debió aparecer intolerable al aire y mandó llover.


Sabor cercano de nuevo y olores reconocibles. Las sombras alargadas del amanecer y del atardecer. La creación de los volúmenes. Exactamente cien años después del primero en NY: la aparición del semáforo en el cruce más transitado de la ciudad. Las sonrisas en los encuentros con propios y extraños. El ritmo pausado y cadencioso. Los saludos y las preguntas, las buenas fiestas en todos los sentidos. La puesta al día y los ánimos para retomar. Las noticias y los chismes. El silencio, la espera y la esperanza. Llegó el día y me encontró dispuesto para la acogida y así empieza el año. Qué la vista sea lo que mire y cuando vea que se me asemeja, o yo me asemeje a lo que mire, sea lo que sea, que sea capaz de retirarme, habiendo aprendido y absorbido todo hasta agotarlo.