miércoles, 8 de enero de 2014

Infancia

La caída tan importante de la asistencia a las aulas cuando se pasa de la educación primaria a la secundaria (de un 70% a menos de un 15%) solo puede ser explicada por la pobreza. La pobreza explica, entre otras cosas, la violencia doméstica y la explotación infantil.

Debe ser así en muchos otros lugares, pero en Mozambique y en la provincia en la que trabajo, la ley que prohíbe trabajar a los menores de 15 años es abiertamente incumplida. Los empleadores y las familias (o el propio autoempleo en la creencia que puede ser una opción personal), aprovechan la debilidad de los niños y también su inocencia para que a cambio de casi nada trabajen en actividades que no les van a rendir. Ni siquiera cubrirá sus necesidades vitales mínimas ni les sacará de la la malnutrición. Tal vez un pequeño almuerzo sea lo que vaya a recibir o cobijo. Saliendo del trabajo tendrán que procurarse algún dinero vendiendo cosas que encuentren, pidiendo limosna o guardando o lavando coches.

Las formas que adopta esta explotación infantil es el acarreo de agua y otras cosas, el trabajo agrícola en las machambas, pastoreando, el trabajo doméstico como empleados en casas en las que viven permanentemente, la prostitución, los casamientos forzados de las niñas y hasta la extracción de órganos para la venta.  Esta última una explotación que les puede costar la vida o, simplemente, les cuesta. Me han contado historias espeluznantes sobre el tema.

Hay esfuerzos del gobierno, pero sobre todo de ong y organizaciones religiosas o filantrópicas para proteger a la infancia. Hasta una línea telefónica de atención a la infancia.  

Hoy no diré nada del abuso o del tráfico de menores. Otro día.



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