martes, 21 de enero de 2014

Ciento cuarenta y cuatro

Los sonidos que ahora mismo escucho son los de la lluvia, los de las olas del mar llegando a la playa, los de algún ladrido de perro y acaso los de mi propia respiración.

El de la lluvia es múltiple. Es diferente el sonido que hace cuando cae sobre el techo de la casa, que cuando lo hace sobre la hoja de cinc que esta sobre la puerta de la cocina que da al patio. También es diferente su sonido cuando cae en la tierra que cuando lo hace en un charco que en la misma tierra ha formado, como también es diferente cuando cae sobre los árboles o arbustos de hoja pequeña o de hoja grande. En estos últimos aprecio que hay el sonido de la caída de la gota sobre la hoja y luego el sonido más fluido del minúsculo chorrito que se forma al confluir todas las gotas sobre el envés y precipitarse al suelo. También, mientras escribo esto, percibo como las olas van aumentando su energía y como se han añadido a los sonidos el sordo de alguna almendra que cae sobre el tejado de la casa. También noto como caen las gotas dentro del balde que coloqué para recoger las de la gotera que está en la habitación de al lado.


Aíslo mis pensamientos para concentrarme en estos sonidos y, aún más, trato de ni pensar en lo que escucho. Si quizá vuela alguno, es para pensar en estos mismos sonidos, cien o doscientos metros más allá, donde las palhotas. Allí, el agua tal vez descalza el zócalo de las paredes exteriores y quiera entrar por donde no debe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario