miércoles, 31 de julio de 2013

Comunicación

Esta distancia física tan enorme no se corresponde con la distancia comunicativa. Es más, a veces parece que acorte. Ya hemos visto como la tecnología ha hecho más pequeño el mundo. Me refiero a la tecnología personal, a aquella que dominamos y usamos cada día. También me doy cuenta como la actitud de los que estamos más lejos es diferente de cuando estamos cerca. Se parece a aquellos que prefieren viajar lejos y dejar para después los viajes cercanos porque para estos más tarde tendrán tiempo. Así pasa con la comunicación. Como los de casa y los amigos próximos están tan a mano, frecuentemente los dejamos. Pero esto es una generalidad y como todas las generalidades, incluso esta, están algo equivocadas.  

También constato como la percepción de lejanía, entre los que nos comunicamos desde muy lejos, ha cambiado. Los kilómetros son los mismos, o más o menos, pero lo que hace diferente es que el otro no está en casa. Por tanto es la sensación del posible desamparo la que nos mueve a cuidarnos, a estar pendientes. Pero también el deseo de conocer la realidad del otro, de interesarse por su entorno, o para satisfacer la curiosidad que solo el que está lejos nos revelará de forma tan personal, quizás tan subjetiva y puede ser que hasta errónea.

Y el que está lejos busca o quiere la compañía. Está pendiente. Puede haber quemado alguna nave, pero no quiere romper el vínculo. Sabe que también respira por los tentáculos que se han estirado tanto que son ya muy delgados  Pero no los quiere romper, a sabiendas de que algunos, de forma impepinable, se van a romper. Sabe también que otros se van a reforzar, porque las distancias son misteriosas y despiertan más fortalezas que tendencias al olvido. Sabe que habrá nuevos y sabe que saben.


En definitiva, los misterios de las redes. Aquí y ahora aparecen magnificadas y con el tiempo se modelarán y quizás dejen de estar tan tensas, si lo están, y se vuelvan más livianas o más blandas o más entrópicas. O, por el contrario, se espesen, se vuelvan más complejas, o más energéticas  O más sencillas.O se deshagan. Quién sabe. Cuando dormimos somos distintos.

martes, 30 de julio de 2013

Callejear

Pemba está situada en la parte sur de una herradura de delimita la bahía. Una enorme bahía. Una carretera, llamada Marginal, recorre casi todo el perímetro de la ciudad. Ensartándola está la carretera 105 que luego pasa a ser la Avenida del 25 de julio. Dos avenidas y media la cruzan perpendicularmente: la 16 de junio, la Eduardo Mondlane y la de do Chai. Estas son las vías más o menos asfaltadas y bacheadas. Las principales y sobre las que están las casas de obra.

En los espacios que dejan estas 5 avenidas está la verdadera ciudad, con calles y pasaje de arena o de tierra que delimitan los espacios para las casas de adobe y bambú, con techos de paja o de placas de zinc o con algún fibrocemento que apuesto a que lleva amianto y sus patios cercados nuevamente con bambúes y otros materiales.


Pasear por estas calles es la oportunidad de descubrir la vida esencial de la ciudad. Allí donde vive la mayoría y asienta la pobreza. Allí  donde está el espacio común que permite el encuentro y una cierta algarabía. Es el lugar de los juegos de los niños, donde late el pulso comercial de los que no tienen y donde cualquier rincón es una tienda de ropa, de comida, de zapatos, una ferretería, una tienda de móviles, salones de belleza o cesterías. Conectando estas calles están los pasajes, más tranquilos y en los que puedes percibir la vida más íntima de la ciudad, las conversaciones más serenas y las confidencias, el sosiego que se opone al bullicio de las calles principales.

Todavía no sé, ni sé si sabré, vencer el pudor de fotografiar mucho estos lugares. 



lunes, 29 de julio de 2013

Portugués

Otro tema de la vida cotidiana es el idioma. Aquí, aparte de las lenguas autóctonas como makúa, el makonde y el mwani, el idioma de comunicación es el portugués. Y es en el que tengo que desenvolver la mayor parte del día, tanto en el trabajo como fuera de él. El portugués nos es muy próximo por la fonética, la gramática y hasta diría en la construcción de las frases. La tentación de hablar portuñol es demasiado grande como para no combatirla con ahínco. Esto quiere decir que paso alguna parte del día estudiando la lengua.

Me ayuda una excelente gramática de Celso Cunha y Lindley Cintra, en la que no están exentas algunas discusiones sobre los usos de los diversos componentes de la lengua, y dos libros de Jorge Amado: Gabriela, cravo e canelaMar morto. Sé que vendrán otros libros que se han citado en algunos comentarios. Seguramente Mia Couto será uno de los autores a leer. Después está internet y la cantidad de estudios y trabajos relacionados con lo que hago.

Agradezco ahora tanto los viajes a Brasil donde daba clases en la Universidad Estadual do Ceará en Fortaleza. Los viajes a Portugal, en Lisboa y Beja. Madalena. Las lecturas de Jose Saramago y el recuerdo vivo de El viaje del elefante, La historia del sitio de Lisboa y muchas más, sin olvidar que me queda pendiente el Memorial del Convento, en la lista desde hace poco. También, Jose y Pilar. Las músicas y canciones de Madredeus, Amalia y Zeca del lado de por aquí y las de Caetano, Vinicius, Toquinho o Maria por el lado de allá. Me dejo muchos nombres, pero no se trata aquí de hacer un inventario. Solo unos pocos, pero buenos, que evocan un manantial de sones y palabras con lo que he vivido casi desde siempre y que me siguen saciando.


Tenho então a oportunidade de dar a volta, grato, língua para língua. Com respeito, com amor e com trabalho. Talvez eu tenha o sotaque catalão ou moçambicano, mas que bom este sotaque ...

domingo, 28 de julio de 2013

Prendergast

Respondiendo a alguna pregunta recibida sobre la actual ilustración del blog tengo que decir que corresponde a un cuadro de Maurice Prendergast, llamado el Ponte de la Paglia. Una escena de unos de los puentes de Venecia que debió pintar a finales del siglo XIX, cuando visitó aquella magnífica ciudad. Es fantástica la escena. Esta movilidad, esta vitalidad. Una transparencia y su sorprendente dinamismo sereno, conseguido con el efecto de una pintura inacabada…

Se puede buscar mucha información del pintor. Pertenece al grupo de estos pintores americanos, de finales del diecinueve y principios del veinte, que empezaron a trabajar en un post-impresionismo y que algunos de ellos evolucionaron al expresionismo o al modernismo, con obras realmente conmovedoras a mi modo de sentir.

Prendergast, heredero artístico de Van Gogh, Seurat o Matisse, me causó desde joven tanta impresión, nunca mejor empleada la expresión, que, con 17 o 18 años y algunos ahorros, compré la reproducción de este cuadro que me ha acompañado siempre. Bueno, no siempre, ahora se ha quedado en Barcelona y Marta lo cuida. Estoy seguro que lo contemplará más de una vez. Yo le  agradezco el cuidado y además hoy la felicito porque mañana es su santo.

Así que pueda me gustaría ir a visitar la Phillips Collection Art Gallery, en Washington, donde está el cuadro original.


Para completar la entrada de hoy pongo algunas fotos que ilustran lo que escribí ayer. Espero que mejoren la descripción.









sábado, 27 de julio de 2013

Casa

Hoy fue el primer día desde mi llegada que tuve tiempo para mí y empezar a hacer mía la casa en la que vivo. Es una casa particular porque es una casa oficina. Entonces tiene una parte que es escritorio y otra para morar[1]. Pero como buena parte del tiempo voy a estar solo digamos que es casa con disponibilidad.

La casa está custodiada todo el día. Aquí la seguridad es un tema sensible. Unos vigilantes se alternan para cubrir los turnos. Empiezo a conocerles por su nombre y a veces converso con ellos. La casa ya tiene años. Se conoce que lleva tiempo poco habitada. Puede olerse aquel olor inevitable a cerrado, a resclosit que diríamos en catalán, que hoy he tratado de disminuir ventilando todo lo que he podido. Mi nariz, de por si grande, es muy sensible a los olores. Este olor se agudiza en los armarios y en los cajones de los armarios. He lavado estos últimos y los he oreado tanto como he podido. Pero queda. Espero que con los días y la ventilación vaya disminuyendo este olor. Además, como está enfrente del mar, la humedad no ayuda mucho. Pero estoy seguro que poco a poco me iré haciendo con el espacio, o él se ira haciendo conmigo. Estas cosas ya me han sucedido otras veces y hemos logrado este pacto armónico con el entorno.

Pareciera que esto de estar enfrente del mar no me gustara mucho, pero es justo lo contrario. Es cierto que tiene algunas pegas: la humedad, el salitre, la corrosión, a determinadas horas un poco de barullo, la poca protección del viento y alguna que otra cosa más. Pero lo compensa: el espectáculo incansable de verlo, sentir el aroma del mar, oír el ruido de las olas y del viento que bate las palmeras, la facilidad para el baño, los amaneceres, la salida de la luna y ver como riela, ver los pescadores de a pie y los de mar adentro, los que recogen moluscos y crustáceos, ver los barcos de diferentes tamaños ,la proximidad de los puestos en los que comprar pesca y la multitud de otras sorpresas que sé que voy a tener pero que aún no puedo ni imaginar.

La casa tiene tres cuartos, un baño, una cocina y un comedor-oficina-sala. También en la entrada hay una veranda. La casa está rodeada de un jardín que tiene algunas construcciones: una caseta para los vigilantes, un almacén y una cisterna de agua. El jardín es también aparcamiento para los vehículos.

El jardín. Es muy pretencioso llamarlo jardín porque todo el terreno es prácticamente arenoso, pero tiene árboles. Uno de gran porte y que cubre buena parte de la casa y le da mucha sombra. Puede tratarse de un almendro malabar, aquí le llaman una amendoeira da praia,  pero aún no puedo asegurarlo. Hay también un mango, manguifera o árbol de mango, tres papayos, un guayabo, unas matas de hojas como cintas que sirven para preparar un té que tiene gusto de limón, palmeras de plátanos y de cocos. También de la arena surgen unas plantitas que rápidamente florecen como la de la foto que puse en mi entrada anterior. Me dicen los vigilantes que ninguno de los árboles, de entrada tan prometedores, produce buenos frutos. Habré de esperar a comprobarlo y, si no, esperar a mejorarlos. Es una lástima que siendo tan potencialmente buenos no den los mejores frutos. Ya se sabe, a veces estas cosas pasan.





[1] Escribiré algunas palabras en castellano, tal vez poco frecuentes, que se utilizan con el mismo sentido en portugués.

viernes, 26 de julio de 2013

Estamos juntos

Retomando el comentario de Josep Ramoneda en su columna atinadamente llamada Raons (Razones), cuando afirma que la cooperación ha de ser un elemento decisivo en la política extranjera de un país para tener voz y reconocimiento, me gustaría mencionar el papel de la cooperación en salud que finalmente es una de las razones por las que estoy aquí. Aún primerizo en este trabajo y, por ahora, sobre todo observador de lo que me rodea, no puedo dejar de ver sobre todo la contribución que tiene la salud en toda esta acción.

La cooperación puede plantearse de muchas maneras. Buscando los retornos de la inversión, haciendo asistencialismo, denunciando y apoyando, transfiriendo conocimiento o trabajando conjuntamente porque nos sentimos implicados, no solo con las necesidades de los otros sino también con coherencia con lo que decimos y firmamos. Seguramente todos estos componentes están presentes en diversos grados en todas las acciones de cooperación y su composición variará de acuerdo a las circunstancias de las partes.  

Uno no puede estar firmando declaraciones universales de derechos humanos, sean cuales sean estos, y levantar un muro para no ver cuando las cosas van mal solo con el argumento cicatero de que no tenemos bastante para nosotros y por esto recortamos o simplemente dejamos de atender. Esto lo veo en el interior y en el exterior. En el interior de uno mismo, de la comunidad pequeña y de las grandes. Involucrarse con lo que nos rodea tiene sentido por sí mismo porque conecta con una parte de lo esencial de la condición humana y social.

Ayer, hoy, quizás mañana, tras el accidente del tren de Santiago, la sociedad entera está conmovida. Este  sentimiento pasará. La vida sigue y la inercia vital, también de los comportamientos, seguirá adelante sin demasiadas modificaciones tras algunas horas más. Cada día hay miles de accidentes mudos que llaman y la sordera puede ser una forma de respuesta. Pero si uno cree en lo que hemos conseguido en el sistema de salud, pese a todas las limitaciones, compartirlo y extenderlo, implicándose, puede ser algo más que un símbolo. Solo basta un poco de mentalidad abierta y la visión de aldea global.


Cómo dicen aquí y me parece algo más que una frase: estamos juntos.



miércoles, 24 de julio de 2013

Baño de realidad


Ayer visité tres de los distritos de la provincia de Cabo Delgado: Montepuez, Namuno y Balama. Fu como un baño de realidad. Salvo Montepuez que es una ciudad grande el resto de poblaciones, incluidas las capitales de los distritos tienen una situación harto precaria. La casi totalidad de la población vive sin agua ni electricidad. La búsqueda y el transporte de agua constituyen tareas esenciales de las mujeres, así como la carga de casi todo. Innumerables filas en las carreteras y caminos con mujeres y niños cargando sobre sus cabezas cubos de agua, haces de hierba para los techados, hatillos con productos de las machambas. Los hombres, más descansados, suelen utilizar la bicicleta para llevar vigas de madera o cañas de bambú. Las mujeres sostienen la vida. No sé si eran vacaciones escolares, pero me temo que los niños y niñas no pueden acceder nunca o casi nunca a la escuela y juegan por todas partes.  Aprovechan cualquier río o charca para bañarse. 

En las aldea, salvo aquellas que están en las zonas mineras en las que se extraen piedras preciosas, ningún vehículo. Parecen ancladas en un escenario de hace decenas o centenas de años. En los algodonales personas cosechando y llenando sacas. En un claro del mato haciendo carbón vegetal. Cerca de un pozo o de un curso de agua, pequeñas bóbilas al aire libre. Los animales: cabras, gallinas, algún cerdo merodean libres por el territorio de las aldeas. En las más grandes y al lado de la carretera mínimas paradas para vender cualquier cosa: frutas, hortalizas, ropa, recargas para móviles, baldes de plástico, cigarrillos…

En los centros de salud la precariedad más absoluta. Médicos que no son médicos o que apenas lo son. Enfermeras que no son enfermeras o casi. Comadronas que no son comadronas o a lo mejor más que eso. Pero cada uno con su afán porque los enfermos si son enfermos y casi no tienen con qué. Ni agua tienen. Ni neveras. Ni, ni, ni…


Si, esto pasa. Mientras Bàrbara me había enviado un artículo de Josep Ramoneda que en el diario Ara ha titulado Cooperació.

En las fotos un baobab y el skyline de una aldea





martes, 23 de julio de 2013

Matí

Ara el silenci de les últimes ombres de la nit, prenyades de calma, 
aquelles que anuncien el matí, se m'omple, 
per no sé quina estranya raó, d'uns versos de Joan Margarit. 


Dona de primavera

Darrere les paraules només et tinc a tu.
Trist el qui mai no ha perdut
per amor una casa.
Trist el qui mor envoltat de respecte i prestigi.
Jo em crec el que passa en la nit
estrellada d'un vers.


lunes, 22 de julio de 2013

Camino de Montepuez


Salimos de Pemba después de haber desayunado y de comprar algunas provisiones. Enfilamos la carretera que lleva primero al aeropuerto y luego seguimos rumbo a Montepuez.

Lo que más me llama la atención es ver la gran cantidad de baobabs en el camino. Este árbol sorprendente y mágico que asoma tras cada curva para recordarme Le Petit Prince y pensar en el tema de las ideas negativas. Estas que si las dejamos crecer nos destruyen. Hacer crecer o al menos crear condiciones para que crezcan las buenas creo que es una condición básica para que la vida sea digna de tal nombre.  Esta es la responsabilidad nuestra como seres humanos y es irrenunciable.

Cuando tenga la oportunidad voy a detenerme y tomar alguna foto para colocarla en el blog.

Atravesamos varios poblados por el camino. Las casas exteriormente responden a un tipo común. Las paredes hechas con adobe y troncos de bambú horizontales, que separan las diversas hileras de adobe. Con un techado rectangular de cuatro vertientes realizado con hierbas que recogen en el mato. La gente, toda en el exterior. Muchos vendiendo productos de sus machambas, el nombre con el que denominan a sus huertos. La mujeres, muchas de ellas trasportando fardos enormes en la cabeza, visten capolanas preciosas.

También están pendientes las fotos de las casas y de las capolanas. También la de alguna machamba. Sé que escribir estas palabras y no describirlas mejor no tiene perdón, pero todo llegará.

Montepuez, es una de las tres ciudades más grandes de la provincia de Cabo Delgado. La ciudad se extiende a lado y lado de la carretera. Es una ciudad mediana, de unos 80.000 habitantes. Como las construcciones son bajas la ciudad se extiende por largas calles polvorientas en esta época del año. Tiene un centro urbano decadente. Allí me quedo en la casa de visitantes que tiene el quintal de medicusmundi. En los próximos días voy a conocer a mis compañeros y el trabajo que realizan en los diversos centros de salud y hospitales de los distritos a los que prestan apoyo. También van explicarme los pormenores del sistema de salud de la provincia que sin duda me servirán de mucho en mi trabajo en Cabo Delgado.

Las fotos muestran de arriba abajo una calle de Montepuez, una escena en el mercado de la ciudad y dos vistas del quintal de medicusmundi, en el que me alojo y trabajo estos días.

domingo, 21 de julio de 2013

Conexiones

Hoy ahorrando batería y bytes,
Llevamos casi 24 horas sin luz en Montepuez y parece que va para largo.

sábado, 20 de julio de 2013

Llegada a Pemba

El viaje y la llegada Pemba fueron bien. El vuelo fue bueno y el tiempo me permitió observar buena parte del paisaje del trayecto desde el aire. Lo que permite la observación desde el aire es siempre limitado pero a mí me gusta mucho. Las extensas llanuras con serpenteantes ríos y afluentes llaman la atención. Apenas hay  bosques ni montañas en la gran parte del recorrido. El acercamiento a Pemba ya anuncia una costa llena de playas, pequeños acantilados y manglares. La bahía, con aguas de todos los colores del azul, ofrece una vista hermosa.  Pemba está en la parte sur de la herradura que conforma la bahía. Desde el aire se divisa bien el puerto de Pemba con varios barcos de distintos tamaños fondeados en su cercanía. También hay diseminadas algunas casas grandes cerca de la costa con accesos a playas blancas y aguas turquesas. Seguro que desde tierra merecerá más atención que esta simple visión aérea.

En el aeropuerto en obras me espera Nacho. Es el coordinador del proyecto y con quién voy a trabajar. Me acoge y me muestra la casa en la que viviré. También me enseña la ciudad y los alrededores. Hoy es un día de preguntas y observaciones. De empezar a tomar contacto con todo, desde lo doméstico a lo profesional, desde el urbanismo al paisaje. Todavía todo es superficial, pero habrá tiempo de ir ahondando. Hoy he sido todo ojos, nariz, orejas…


Mañana y los próximos los dedicaré al conocimiento de la provincia. Iré contando.



Carmen me envía este link, sabemos como nos gusta Sixto Rodriguez

viernes, 19 de julio de 2013

Partida

Hoy salgo para Pemba.

Ayer fue mi último día en la oficina de medicusmundi en Maputo. Arreglamos los últimos detalles. Planificamos los próximos días. Vimos lo que teníamos, lo que faltaba, En fin, todas estas cosas en las que se piensa al final de cada etapa, por pequeña que sea.

Aprovechamos para hacer una foto de familia dado que estábamos todos y todas. No tan fácil esto. O sea que conseguimos un pequeño momento mágico. También digo familia porque es esto lo que representan para mi todos ellos desde ya. Cuidaron de mi, me acompañaron en los trámites y procesos. Me enseñaron. Respondieron a mis dudas y preguntas. Me sentí acogido y se estableció el vínculo. Este que sabes que está allí. Es prodigioso cuando esto aparece y lo notas dentro de ti. He cambiado tantas veces de lugar y de trabajo y esto casi siempre ha sucedido. Sé quienes están y quienes no. También para quienes estoy y para quienes no. A veces es una felicidad y otras un dolor. Siempre los sentimientos se entremezclan. Es la vida en estado puro.

Más tarde Begoña me llevó a dar una vuelta antes de que se hiciera en noche, tan pronto aquí y en esta época del año. Me mostró la Maputo que crece y la del centro. Vi los desarrollos de la parte de la Costa do Sol y vi la miseria. Las desigualdades a flor de piel. En edificios, en accesos, en recursos, en limpieza, en fin. Notas para pensar y para hacer.


Aquí están de abajo arriba y de izquierda a derecha, Sara, Aissa, Rachida, Begoña, Malauende, Atanasio y un servidor. Muchas gracias a todos y a cada uno. Como diríamos: estamos juntos!

jueves, 18 de julio de 2013

El DIRE ou um bemvindo

Hoy ya conseguí el DIRE, que es el documento de identificación de residentes extranjeros en Mozambique, gracias al buen trabajo de los que trabajan en la oficina de medicusmundi en Maputo.
Me ha acompañado Atanasio, que perdió su madre el fin de semana pasado y al que también desde aquí le mando un abrazo. El momento no deja de tener la pequeña solemnidad pues he dejado de ser un extranjero con una visa de turista para pasar a ser un extranjero documentado gracias al contrato de trabajo. También es la culminación de un proceso administrativo que se ha desarrollado sin contrariedades y que lleva muchas semanas en marcha, casi desde que acepté el trabajo.

Las dependencias del Ministerio del Interior, otra vez otro ministerio del interior cruzándose en mi vida, albergan una oficinas que son punto de encuentro y de esperanza de trabajadores de todo el mundo que van a trabajar a Mozambique. Pude ver gentes de todas las nacionalidades en las colas y salas de espera de unas oficinas modestas que trabajaban con una más que aceptable organización y eficiencia. El hecho de ser miércoles ayudó a esta apreciación mía. Me dijeron que no hubiera opinado lo mismo si hubiera venido un lunes. No importa. El caso es que ya dispongo de un documento que me legaliza como persona que reside en el país. Hemos visto tantas veces, para tanta gente y en tantos lugares este círculo reiterado, que constituye una esperanza y una pesadilla simultánea, formado por el permiso de trabajo y el permiso de residencia, que hoy vivirlo me ha hecho sentir muy cercano a esta situación.

Con este documento ya podré viajar, residir y trabajar aquí con normalidad. De tal modo que pudieron ya comprar el billete para Pemba en el vuelo del viernes. Se acaba por tanto mi estadía en la capital. Una especie de situación de incubadora, bien protegido y alimentado en conocimientos y relaciones, que me debe permitir nacer a la verdadera vida de asesor para la planificación de salud en Cabo Delgado y, esperanzadoramente, a algo más.

Me doy cuenta como con estas cosas de vida pequeña se construyen los destinos, se andan los caminos, se opta, se arriesga, se resigna, se acepta, se reta la vida de innumerables seres humanos. Podía sentir que nos sentíamos en una extraña pero real comunión compartiendo aquel espacio del Ministerio del Interior, que yo no sé si el ministerio era lo suficientemente consciente del significado de su competencia, al menos para nosotros y nosotras. Interior. Interior, cómo estas páginas. Al salir de allí Atanasio me saludó con una mirada que sentí como si me diera la bienvenida al país y a la nueva vida.

lunes, 15 de julio de 2013

Momentos de la primera semana

Primer momento.
Es cierto que me caracteriza una cierta curiosidad por las cosas que me rodean. Una de las cosas que atraen más mi curiosidad son los espacios. No importa cual sean estos. Necesito tener una idea de los mismos. Saber con que estoy lidiando. Cómo es el territorio que me rodea y el que a veces, si me interesa mucho, habito. Este afán de curiosidad tiene sus riesgos. Sucedió el primer domingo. Guiado por este instinto natural de ubicarme en el espacio que tengo, es decir saber donde están los puntos cardinales, los accidentes geográficos más cercanos que pueden ser referencia en caso de despiste, saber donde está el mar o los ríos, la alturas relativas del terreno para saber si asciendo o desciendo y donde los árboles crían el liquen y muchos más detalles que no voy a escribir ahora, me dirigí hacia la zona del puerto pues pensé que quizás hubiera una cierta actividad comercial. Buscaba un módem para conectar mi computadora y así empezar a estar mínimamente comunicado. Encontré la tienda deseada. Cogí el número para la cola. Esperé. Un tablero luminoso me indicó que ya era mi turno. Me atendieron. Conseguí lo que quería. Pagué y salí. Al salir unos indicadores turísticos indican al viajero los lugares de interés desde el punto de vista histórico y artístico. Cómo era relativamente pronto los seguí. Vi algunos de ellos. Me llamó la atención la vieja fortaleza de Maputo. La rodeé. Los viejos muros me recordaron otras fortalezas. Vi bastantes policías armados con ametralladoras y me vino a la cabeza la bandera del país. Seguí por una avenida que ascendía desde el puerto y a la altura de un parque que debió haber tenido más esplendor del que ostentaba me rodearon cuatro individuos. Dos de ellos me mostraron una carnets de policía y me exigieron el pasaporte. Otro de ellos llevaba unas esposas que relucían en la mañana luminosa de un Maputo dominical y casi desértico. No llevaba el pasaporte. Lo dejé en el apartamento. Me dijeron que era un delito no llevarlo y que me iban a llevar preso. No entendía esta desproporción. Me ofrecí a irlo a buscar y mostrarlo. Se negaron. Pedí hacer una llamada de teléfono y me la negaron. Me dijeron que me iban a llevar a la comisaria y que no buscara broncas. De pronto vi una camioneta de la policía uniformada y pedí que me acercaran a ella. Accedieron. Entre tanto me preguntaban cuanto dinero llevaba encima. No hice caso a la pregunta mientras me acercaba a la patrulla. En el ínterin se habían acercado dos hombre más y una mujer. Eran ya siete y yo. Hablé con la policía pidiendo una justificación delante de todo aquello. No me hicieron caso y me dejaron en manos de los presuntos policías de paisano que seguían preguntando cuanto dinero llevaba encima. Les di lo que llevaba y partieron. Regresé hacia el apartamento, no sin antes hablar un rato con un hombre que desde una terraza había estado observando la escena. Después de conversar sobre lo sucedido me aconsejó que no circulara solo por aquella zona. Especialmente si estaba poco frecuentada.

Cuatro días más tarde, leyendo la guía de Mozambique, que casi devoré de una tirada, de la editorial Laertes, el autor José Luis Aznar escribe cuando aborda el tema de la seguridad: También, es mejor llevar encima el original del pasaporte, una fotocopia del mismo es un motivo perfecto para que la policía intente sacarnos el dinero. Too late my friend!


Segundo momento
Es el segundo día y estoy en la ducha después de levantarme. Deben ser como las seis y poco de la mañana. Está amaneciendo. Me enjabono. Paso esta especie de esponja hecha de esta red como anudada que va tan bien para lavarse por el brazo y me descubro justo en la flexura del codo una tirita circular, de estas que te ponen después que te han hecho una extracción de sangre. Lo miro muy extrañado. Me pregunto que hace esto aquí. La retiro y me parece ver un mínimo hematoma debajo. Esto no había estado el día anterior, ni el anterior, ni el otro. Empiezo a pensar. En las últimas dos semanas me han sacado sangre dos veces. Una para operarme de la catarata del ojo derecho y la otra para el examen médico de aptitud del servicio de prevención de riesgos laborales. Un examen que quién sabe cuando llegará. Pero de esto último hace más de una semana. Tal vez pienso, la tirita se hubiera podido quedar en la manga del pijama y durante la noche se hubiera quedado adherida justo en la flexura del codo. El pijama lo he utilizado muy poco y lo lavé antes del viaje. Pero aún así puede haber sucedido. Es extraño de verdad. No puedo imaginar que aquella noche, en la que dormí tan profundamente, alguien me haya vuelto a quitar sangre.

Tercer momento

Acaba de anochecer y salgo a la calle a por algo de comer. Pienso en lo rico que estaría comer papaya y plátanos con un poco de yogur. Veo unos puestos en la acera de una de las calles cercanas al edificio en el que me quedo. Pido a la señora que atiende la mejor papaya para comer dentro de un rato. Estará riquísima. La papaya o fruta bomba o lechosa o mamão, nombres con los que la he conocido, es para mi como una medicina preventiva que me limpian por dentro.  

domingo, 14 de julio de 2013

Maputo

Maputo es una ciudad que uno quisiera haber conocido hace 10 años, 30 años, 100 años, 1.000 años. Seguramente cada uno de estos momentos explicaría muy bien la ciudad que ahora veo. La ciudad de después de la guerra civil. La ciudad de después de la independencia. La ciudad colonial. La ciudad antigua, quizás soñada o inventada, sujeto de atención de alguien como Calvino.

Maputo es una ciudad que tiene calles con casi todos los nombres de los revolucionarios de los dos siglos pasados. Mao, Lenin, Engels, Nyerere, Machel, Allende, Marx, Cabral. Sin embargo yo trabajo en una calle que se llama Alegría, lo cual es un presagio. También hay calles que se llaman Fraternidad, Amistad, Esperanza... Quizás la esperanza para la nuevas calles es que alguna se llame Malala. Con esto habrán hecho un homenaje a lo que deberían ser las revoluciones del presente siglo.

Maputo es una ciudad como todas, con barrios muy diferentes. Desde los residenciales hasta los muy, muy pobres. Desde los que miran al mar y a la bahía, hasta los que enseñan los caminos de tierra adentro. Los que albergan las embajadas y, curiosamente, las ONG's más renombradas, hasta aquellos en los que la ciudad se olvida de ser.

Maputo es, a la vez, decadente y creciente. Hay edificios rotos, en ruinas, a medio acabar, en construcción, construidos. Es amplia y extendida. Con espacio para casi todo. Como el tiempo. Un tiempo que aquí corre sin prisas, en el que cabe todo. 





jueves, 11 de julio de 2013

O que eu vejo das minhas varandas, em Maputo






Reunión en el Ministerio de Saúde - Maputo

Esta semana he pasado dos días, el lunes y el martes, en la Reunión Nacional de Planificación en la sede del Ministerio de Saúde, en Maputo. Realmente ha sido una feliz coincidencia porque me permitió conocer a buena parte de las personas que han de ser mis referentes en el trabajo que voy a hacer en Mozambique. No voy a explicar lo que pasó desde el punto de vista profesional más allá de decir que me fue muy útil. Sentí mucho respeto y admiración por todo lo que sucedió y por el grado de implicación y por las “ganas” que vi por todos lados. Desde un ministro comprometido, implicado y motivador: un verdadero líder, hasta profesionales jóvenes que trabajan en provincias remotas que en condiciones difíciles hicieron aportaciones de gran calidad.

Pero lo que más me emocionó fue la presencia de una enfermera ya mayor en edad pero no en energía, Su nombre era Margarida. Ella defendía apasionadamente la salud pública. Explicaba las historias de antaño como quién enseña. Hacía precisiones sobre la forma de hacer las cosas. Se notaba que tenía un conocimiento exhaustivo, preciso y riguroso de la información sobre la salud. Apostillaba en todas las ocasiones que lo requerían en busca del rigor y huyendo de cualquier frivolidad, pero con la pasión de quién ha hecho de la salud pública no sé si su vida, pero una buena parte de ella.

Su semblante serio, concentrado, atento, quizás con una soledad querida o encontrada. No lo sé muy bien. Quizás también tenga otras personalidades que le hayan permitido estar muy próximas a la gente. Solo transmito sensaciones rápidas, nada objetivas, pero que me permitían saber que estaba delante de alguien especial. Que podía saber que bebía una ciencia antigua y nueva a la vez. Una voluntad de ser y de permanecer.

Luego supe que Margarida era Margarida Matsinhe, Premio de la Fundación Melinda y Bill Gates. Nada es casual.


Arribada a Moçambique

Vaig arribar a Maputo tocades les 10 de la nit. El viatge més bé del que imaginava. L'avió va sortir amb retard de Barcelona degut a què la tripulació va fer valdre els seus drets de descans. Almenys així va informar, quasi disculpar, el capità en el missatge de benvinguda. A Lisboa el tràmit de canvi d'avió va ser ràpid. Amb un control de passaports rapit i un endarreriment també en la sortida cap a Maputo. A nosaltres, viatgers del vol de connexió ens va semblar perfecte, doncs tot eren atencions per l'embarcament. Més d'una vegada havia hagut de romandre alguna nit a Lisboa per alguna connexió fallida. Que te passi això a Lisboa més que un entrebanc és una sort. Lisboa és per a mi una ciutat de serenor nostàlgica. Sols les ciutats que tenen la posta de sol pel mar estan posseïdes per aquest do. Quantes emocions no he viscut allà...

No he dit res de la sortida de Barcelona. Ja en parlaré més tard. Necessito encara aquietar-ho. Prendre una mica de distància i, segurament, reconèixer que no he sortit del tot. Que Barcelona és casa meva i que vagi on vagi, estigui on estigui, tinc uns tentacles, ara de dotze mil quilòmetres, que m'uneix a ella. La plasticitat d'una dimensió del meu ser que permet que estigui on estigui sempre em sento bé.

Torno a l'arribada a Maputo. Petits tràmits administratius. Recollida de maleta. Rebuda cordial de Matauene. Amb ell obtinc les primeres informacions. Són més que informacions. Quan arribo a un lloc nou, les paraules i els gestos, les mirades i el que veus, resulten, més que amplificats, deformats. Sé que les coses que sento ara no seran exactament com les que sentiré més tard. Però m'abandono al regal de la primera vegada i deixo que els sentits absorbeixin. D'altra banda estic prou cansat com per fer anar massa la ment.

És dissabte al vespre, els carrers pels que anem estan tranquils. Arribo al seu de la Cooperació Espanyola. Allí està el pis on viu Begoña, la representant de Medicus Mundi. Ella està de vacances a Espanya i fins que no torni ocuparé el seu pis. Matauene m'ensenya la casa, em deixa coses i papers. Veig que no hi ha wifi. Però el que més tinc és són i me'n vaig a dormir. Demà serà un altre dia. El primer a Maputo. No és el destí final. És la porta d'entrada d'aquest nou capítol.