Momentos de la primera
semana
Primer momento.
Es cierto que me
caracteriza una cierta curiosidad por las cosas que me rodean. Una de
las cosas que atraen más mi curiosidad son los espacios. No importa
cual sean estos. Necesito tener una idea de los mismos. Saber con que
estoy lidiando. Cómo es el territorio que me rodea y el que a veces,
si me interesa mucho, habito. Este afán de curiosidad tiene sus
riesgos. Sucedió el primer domingo. Guiado por este instinto natural
de ubicarme en el espacio que tengo, es decir saber donde están los
puntos cardinales, los accidentes geográficos más cercanos que
pueden ser referencia en caso de despiste, saber donde está el mar o
los ríos, la alturas relativas del terreno para saber si asciendo o
desciendo y donde los árboles crían el liquen y muchos más
detalles que no voy a escribir ahora, me dirigí hacia la zona del
puerto pues pensé que quizás hubiera una cierta actividad
comercial. Buscaba un módem para conectar mi computadora y así
empezar a estar mínimamente comunicado. Encontré la tienda deseada.
Cogí el número para la cola. Esperé. Un tablero luminoso me indicó
que ya era mi turno. Me atendieron. Conseguí lo que quería. Pagué
y salí. Al salir unos indicadores turísticos indican al viajero los
lugares de interés desde el punto de vista histórico y artístico.
Cómo era relativamente pronto los seguí. Vi algunos de ellos. Me
llamó la atención la vieja fortaleza de Maputo. La rodeé. Los
viejos muros me recordaron otras fortalezas. Vi bastantes policías
armados con ametralladoras y me vino a la cabeza la bandera del país.
Seguí por una avenida que ascendía desde el puerto y a la altura de
un parque que debió haber tenido más esplendor del que ostentaba me
rodearon cuatro individuos. Dos de ellos me mostraron una carnets de
policía y me exigieron el pasaporte. Otro de ellos llevaba unas
esposas que relucían en la mañana luminosa de un Maputo dominical y
casi desértico. No llevaba el pasaporte. Lo dejé en el apartamento.
Me dijeron que era un delito no llevarlo y que me iban a llevar
preso. No entendía esta desproporción. Me ofrecí a irlo a buscar y
mostrarlo. Se negaron. Pedí hacer una llamada de teléfono y me la
negaron. Me dijeron que me iban a llevar a la comisaria y que no
buscara broncas. De pronto vi una camioneta de la policía uniformada
y pedí que me acercaran a ella. Accedieron. Entre tanto me
preguntaban cuanto dinero llevaba encima. No hice caso a la pregunta
mientras me acercaba a la patrulla. En el ínterin se habían
acercado dos hombre más y una mujer. Eran ya siete y yo. Hablé con
la policía pidiendo una justificación delante de todo aquello. No
me hicieron caso y me dejaron en manos de los presuntos policías de
paisano que seguían preguntando cuanto dinero llevaba encima. Les di
lo que llevaba y partieron. Regresé hacia el apartamento, no sin
antes hablar un rato con un hombre que desde una terraza había
estado observando la escena. Después de conversar sobre lo sucedido
me aconsejó que no circulara solo por aquella zona. Especialmente si
estaba poco frecuentada.
Cuatro días más
tarde, leyendo la guía de Mozambique, que casi devoré de una
tirada, de la editorial Laertes, el autor José Luis Aznar escribe
cuando aborda el tema de la seguridad: También,
es mejor llevar encima el original del pasaporte, una fotocopia del
mismo es un motivo perfecto para que la policía intente sacarnos el
dinero. Too
late my friend!
Segundo
momento
Es el
segundo día y estoy en la ducha después de levantarme. Deben ser
como las seis y poco de la mañana. Está amaneciendo. Me enjabono.
Paso esta especie de esponja hecha de esta red como anudada que va
tan bien para lavarse por el brazo y me descubro justo en la flexura
del codo una tirita circular, de estas que te ponen después que te
han hecho una extracción de sangre. Lo miro muy extrañado. Me
pregunto que hace esto aquí. La retiro y me parece ver un mínimo
hematoma debajo. Esto no había estado el día anterior, ni el
anterior, ni el otro. Empiezo a pensar. En las últimas dos semanas
me han sacado sangre dos veces. Una para operarme de la catarata del
ojo derecho y la otra para el examen médico de aptitud del servicio
de prevención de riesgos laborales. Un examen que quién sabe cuando
llegará. Pero de esto último hace más de una semana. Tal vez
pienso, la tirita se hubiera podido quedar en la manga del pijama y
durante la noche se hubiera quedado adherida justo en la flexura del
codo. El pijama lo he utilizado muy poco y lo lavé antes del viaje.
Pero aún así puede haber sucedido. Es extraño de verdad. No puedo
imaginar que aquella noche, en la que dormí tan profundamente,
alguien me haya vuelto a quitar sangre.
Tercer
momento
Acaba
de anochecer y salgo a la calle a por algo de comer. Pienso en lo
rico que estaría comer papaya y plátanos con un poco de yogur. Veo
unos puestos en la acera de una de las calles cercanas al edificio
en el que me quedo. Pido a la señora que atiende la mejor papaya
para comer dentro de un rato. Estará riquísima. La papaya o fruta
bomba o lechosa o mamão, nombres con los que la he conocido, es para
mi como una medicina preventiva que me limpian por dentro.
JL, avui he recordat un llibre que vaig mitg-llegir en la meva estada a Beira. He buscat x la red i l'he trovat: es diu Terra Sonambula, es la historia de Muidinga y Tuahir, que durant la guerra civil llegeixen histories trobadas en uns fulls dins d'una maleta. No vaig acabar-lo de llegir, potser ho fare aquest estiu si el trobo a Barcelona. L'autor es Mia Couto. T'agradara (penso)
ResponderEliminarGràcies Isabel, el buscaré. He trobat un link que fa venir ganes de llegir-ho a més de la teva recomanació: http://resumoterrasonambula.blogspot.com/2011/11/resumo-do-livro-terra-sonambula-mia.html
ResponderEliminarRelacionat amb això, amb la literatura... Ahir vaig anar a l'Ajuntament de Maputo a una reunió de seguiment d'uns dels projectes que en l'àmbit de la salut està duent a terme medicusmundi amb el finançament de l'Ajuntament de Barcelona.
Entre d'altres coses vaig saber que, en l'àmbit d'una altre cooperació, l'Ajuntament de Bcn havia estat donant suport a la recuperació de contes de la tradició oral de Moçambic, com un suport per a la formació en valors, per a la mantenir viva la tradició oral i evitar que es perdi. Aquests contes eren narrats, transcrits, re escrits i il·luminats amb dibuixos fets per artistes d'aquí. Formen part d'una colecció anomenada "Oràlia" i es poden trobar a la Fundació Contes pel Món. http://www.contespelmon.org/eshop/ca/3-oralia
Em sembla preciós, lo de recuperar contes...El autor Mia Couto crec que ho fa en els seus llibres. Es molt gratificant constatar que hi ha tant riquesa cultural arreu del món i gent interessada. xxx
ResponderEliminarHola Josep Lluís... fa dies que no m'he pogut llegir el teu blog...i veig que ets molt productiu... llegint aquesta pàgina dels "momentos" se m'ha acudit que podries anar fent un recull de totes i, al final, pot ser un llibre de contes o d'històries..algunes sorprenents, com la de la tireta....
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