domingo, 29 de septiembre de 2013

Frangipani

En lo más alto de la colina, bajo la cual se desparrama Pemba, está el cementerio. Es tal vez el lugar más limpio y bien cuidado de la ciudad que enriquece su situación de privilegio.

El cementerio depara no pocas sorpresas. Está dividido en cuartos, cada uno de los cuales parece tener vida propia. Algunos tienen sus especificidades, otros solo existen por la necesidad de ir ampliando. Pero hay elementos comunes. Ya hemos dicho el de la limpieza. Otro es la no discriminación entre cristianos y musulmanes. Las tumbas de unos se alternan con las de los otros. Otro sería la presencia de los frangipanis, o también conocido como sajuancoche en Nicaragua. El árbol que es omnipresente en el cementerio, con distintas densidades en cuanto al número en los diferentes cuartos.  Sería el equivalente del ciprés de España. El frangipani es un árbol no muy alto, con copa y permanentemente florido. Por el contrario tiene relativamente pocas hojas, al menos en esta época del año. No sé cómo será cuando lleguen las lluvias.  En el  cementerio son de flores blancas y el que tengo en casa tiene las flores rosas. Las flores son discretamente olorosas y recuerdan de lejos al del jazmín. Los pétalos, en permanente recambio, caen al suelo y lo alfombran temporalmente. No tardarán en venir los empleados a barrer.

En uno de los cuartos, sin duda el más solemne, yacen los restos de los marineros británicos e indios que, con un portugués y un desconocido, fallecieron en una de las navidades de los años de la gran guerra.  Las sobrias lápidas con la elegante tipografía británica dan razón de cada uno de los soldados. En contraste en otro cuarto, también con acento militar pero mucho más sencillo, descansan los militares mozambicanos.  


El secreto de la limpieza y del cuidado tiene que ver con una historia de amor. Un portugués que perdió a su esposa sufraga los gastos de conservación y mantenimiento del cementerio para que el lugar esté siempre perfecto en honor a la mujer que tanto amó. La tumba de ella es tal vez la que más destaca sin ser extremadamente ostentosa. 

Seguro que no me leerán pero agradezco mucho la compañía y las explicaciones que me dieron los empleados y responsables de mantener este lugar tan bello. Incluyo una foto de ellos.












miércoles, 25 de septiembre de 2013

La mauvaise rèputation

Tal día como hoy del año 1964 empezó la guerra de liberación en Mozambique o de descolonización, entre el Frente de Liberación de Mozambique (Frelimo) y el ejército portugués, la potencia colonizadora. Los hechos sucedieron cerca de donde escribo, en Chai.

Diez años después terminaría la guerra y la independencia no se proclamaría hasta el año 1975. Al año siguiente empezaría una guerra civil, con no pocos elementos de intereses internacionales de los países vecinos, que enfrentó el Frelimo con la Resistencia Nacional Moçambicana (Renamo), una disidencia del Frelimo. Esta guerra entre hermanos duraría hasta 1992. En 1994 hubo las primeras elecciones multipartidistas.

Leer lo escrito sobre aquellos tiempos rememora muchas de las luchas de liberación de los pueblos oprimidos por la avaricia de los poderosos y a riesgo de que los rebeldes terminen convirtiéndose en los nuevos opresores, con formas nuevas, como si de una nueva domesticación se tratara. La escala y la intensidad varían, pero la esencia permanece incólume. Pero aquí, hoy, pocos miran atrás. A menudo pienso que ni siquiera al presente. El mundo parece vivir una resignación de la que algún día tendremos que despertar.  

Con todo, conocer la historia me sigue pareciendo un buen ejercicio de interpelación personal y social. Está la académica, la más solemne y puede que escrita por los vencedores, y la otra. La que suele expresarse con pequeñas narraciones, con una presencia discreta pero demoledora, más que de los vencidos, de las víctimas. El contrapunto necesario.

Por esto hoy ha sido fiesta, fiesta nacional. Yo me la he tomado bastante a lo Brassens-Ibañez.



lunes, 23 de septiembre de 2013

Still I Rise

Ayer Carmen me envió una poesía de Maya Angelou. No sé si sería demasiado decir que es “la poesía” de Maya, Still I Rise. Pero no solo me la envió sino que lo hizo con un you tube en el que se puede oir su voz inconfundible e imágenes de su vida. Lo dejo aquí para quien quiera experimentar una emoción profunda. 

Pero el motivo de escribir sobre ella hoy es por la conexión que experimenté. Maya  fue violada por el novio de su madre a los 8 años. Alguien que presenció la escena  mató al violador, golpeándolo hasta la muerte. Como consecuencia de aquella experiencia Maya quedó muda. Tuvo una vida tormentosa que relató en un libro autobiográfico : I know why the caged bird sings. Quedó embarazada a los 16 años. Con todo para ser una persona desgraciada y ayudada por una profesora, recupera el habla y muchas más cosas para convertirse en un ser humano de los grandes.


Recuerdo que trabajando en El Salvador un taxista me contó, en un viaje largo, una parte de su historia. A los doce años presenció la violación de su madre por un hombre. En aquel mismo instante agarró una piedra y la estrelló contra la cabeza del hombre destrozándole el cráneo. Aquella capacidad de matar tuvo dos efectos, saciar la necesidad de venganza y convertirse en admirable para su grupo de compañeros adolescentes. Había sido capaz de matar. En plena guerra civil salvadoreña este ardor no cesó con aquella muerte. Contó hasta 124. No sé cómo pudo contarlas. No sé con qué número empieza lo incontable. Pero él las contó, quizás en la memoria o tal vez marcando muescas.  Me explicó todo esto y mucho más llorando, a veces balbuceando. 



domingo, 22 de septiembre de 2013

Fiesta mayor



Estos días son los de la fiesta mayor de mi pueblo. Y yo tan lejos.  Y me pongo a pensar…

…siempre me han gustado las fiestas mayores y las de mi pueblo más. La verdad es que, como he vivido en tantos pueblos, he vivido bastantes fiestas mayores. En general me ha gustado vivirlas de una forma más o menos activa, ya sea participando en alguna actividad o bien acudiendo a los actos. Actos de las fiesta mayor era una denominación bastante habitual que aparece en los programas que sirven para orientarse. Las fiestas mayores suelen durar varios días. No es probable que duren menos de dos y en algunos lugares llega a durar una semana. Pensemos en los sanfermines o en las semanas grandes de tantos pueblos que suelo asociar a los del norte. Entonces los programas se llenan de páginas para relacionar los actos y también se rellenan de anuncios. Son anuncios de un pésimo diseño y generalmente de horrible factura tipográfica pero que tienen la virtud de favorecer la colaboración económica del anunciante que alivia los presupuestos públicos de las fiestas mayores. Hay que tener en cuenta que la totalidad, o casi, de las actividades de las fiestas mayores son gratuitas. Normalmente los pueblos suelen tirar la casa por la ventana coincidiendo con estos eventos, que terminan  convirtiéndose en verdaderos fastos. Pero me temo que ahora, con lo de la crisis, las cosas no sean como antes. La palabra acto me parece más importante que la de actividad. Aunque son palabras tan polisémicas…  y en sí mismas esconden no pocos misterios. Por ejemplo, hacer o realizar el acto, valga la repugnancia,  era una expresión que en mi adolescencia estaba llena de no poco misterio.  En mi trabajo la palabra actividad debe ser una de las más empleadas. En Puerto Rico no llueve, solo hay actividad de lluvia, como puede saberse viendo los noticieros, especialmente los matutinos en los que informan también del tráfico y poco más. Hablando de actividad nunca como ahora se habla de la cada vez más presente actividad física y de la rarísima actividad psíquica. Pero no nos desviemos del asunto principal: Las fiestas mayores y sus actos. Uno de los actos era el baile. A mí siempre me ha gustado bailar, aunque lo hago pésimamente  Pero me gusta, no lo puedo remediar. Me gustaban los de fiesta mayor porque en todo el berenjenal en el que acaba convirtiéndose lo que ocurría bajo el entoldado pasaba más desapercibido y podía dar rienda suelta a mi naturaleza escondida, ya que normalmente soy tímido y contenido, por no decir francamente soso.  Con el baile tengo una gran pena porque creo que pese a denodados esfuerzos nunca lograré hacerlo medianamente bien. De todos modos me hago la ilusión que poco a poco voy disolviendo el palo de escoba que me tragué. Ahora me gusta más ver danza contemporánea en las fiestas mayores  que ir a bailar. Otra de las cosas en las que me gustaba participar era en los concursos, sean de dibujo o de fotos. Alguna vez hasta me habían dado algún premio.  Pintaba acuarelas y lo que más me gustaba de las fotos era ponerles títulos extraños o chocantes. También me gustaba hacer el aperitivo, tomar un sorbo de vermut y comer berberechos con la salsa aquella tan rica que hacen en Vilassar…

…bueno basta ya, que pesado estoy hoy… y para rematarlo, (acto inconsciente?,) me doy cuenta que hoy me he puesto una camiseta de una carrera popular de la fiesta mayor de mi pueblo del 2008


sábado, 21 de septiembre de 2013

Bajamar

No sé si es porque hoy es el equinoccio de otoño en el norte y de primavera  en el sur. No sé si es por la luna llena. No sé por qué otras posibles razones, pero hoy me pareció la bajamar más baja que nunca. El mar se retiró y mucha gente salió a buscar y recoger los dones más sencillos del mar. 

Recorrí las calles de la Baixa. Me detuve a ver los viejos edificios de lo que supongo fue la avenida más comercial de la ciudad. También vi el viejo cine, con su salón de té, el puerto y la vista sobre Paquitepeque, el barrio de pescadores, y el mercado. Imaginé como pudo ser el tiempo pasado en estas avenidas y calles, en las tiendas y en las casas, como serían los paseantes, los compradores, los visitantes, los marinos y qué sentirían.

Hago algunas fotos que expongo más abajo.

No existen las casualidades, por esto me cruzo con Sergio al que no reconozco porque va en moto y con casco. Uno de los pocos que lo lleva. Me dice que es su cumpleaños y que si scepto me invita a comer paella. Será en casa de unos amigos y ha invitado a otros. A las catorce acudo y hay alli a quienes ya conozco y otros que no, casi todos expatriados. Sergio hará hasta tres paellas a los largo de la tarde a cual más buena. Cocina en el patio con carbón. Los comensales van variando. Sale y entra gente. Más que hablar, compartimos. Cada uno de nosotros somos un mundo y las estelas de cada uno se entrelazan como ríos de afecto.















viernes, 20 de septiembre de 2013



Els dies passen i deixen la seva petjada.
He de veure el món a través de les esquerdes, 
dels esborranys, dels esvorancs, del que no he fet.
Tot el que llences torna, com un boomerang. 
Carregat del que recull i del que madura.
Torna per l’alegria i pel dolor.
El que tems és, a la vegada, el que et salva.
Junts, callats, units. Des d’un temps gairebé infinit.

Respectant l’instant.  Sabent-nos. Explicant-nos.


jueves, 19 de septiembre de 2013

Casa

Cada día recibo al menos dos regalos. Son dos palabras. Una procede de “A Word a day” y la otra de “RodaMots”, una inglesa y otra catalana. En estos correos viene un regalo adicional en forma de frase. El de hoy, en RodaMots, me ha tocado.  Dice: Mis viajes son viajes a la búsqueda de mí mismo y de mi relación con el mundo. La casa es el lugar en el que nos encontramos en equilibrio, como una especie de vientre materno, donde estamos protegidos. Si viajo es porque no tengo una casa. (Theo Angelopoulos, cineasta griego, 1935-2012)

Theo Angelopoulos  hizo una de las películas más hermosas que he visto: Ulysses‘ Gaze.   Es la de un hombre que va a la búsqueda de otro, un cineasta. Recorre los Balcanes en los años de la desolación.  Pero puede ser que en realidad fuera a otra búsqueda. O se encontrara buscando. O buscándose. Como un viaje a una Itaca particular.

Des esta película no hay que olvidar la magnífica música de Eleni Karaindrou. Poco después de verla compré el disco y lo ponía frecuentemente. Había quién lo escuchaba y lloraba. Me gustaba ver y sentir aquel llanto. Aquellas lágrimas generosas que se derramaban sin dolor. Solo con emoción. Luego, más tarde, volví a ver y sentir este tipo de lágrimas. Son lágrimas buenas. No caen. Saltan como si brotaran o brotan como si saltaran. Nunca he llegado a aclararlo. 

A veces sueño con habitar una casa de ventanas grandes y techos altos, pero no tenerla es también un sueño… un sueño a la intemperie.


En el paseo del atardecer, al lado del mar, con las olas rompiéndose en las rocas, la luna ha aparecido, enorme, roja…


miércoles, 18 de septiembre de 2013

Azul metálico

Hambre

Está escondida. Puedes pasear al lado y no la ves. Y si la ves te parece bonita y elegante. Se parece tanto a la figura deseada. Y además va vestida de sonrisa. La dignidad impide mostrarla. Puedes imaginar que ha dejado daño porque apenas hay lucha ni rebelión.  Aquí es una condición demasiado extendida de la vida.  


Circular por la izquierda

No cuesta acostumbrarse si todo está tranquilo y no tienes prisa. Pero cuando aparece una situación de emergencia o alguien se cruza inesperadamente por delante surgen los problemas. La costumbre, la cabina pequeña y la posición del cambio de marchas. La única forma que tengo para controlar esto, cada vez que cojo el coche, es estar muy concentrado y muy bien sentado. Como si fuera la primera o la última vez que conduzco. Es como ir en moto.


El poderoso influjo de la luna


Hay días que nadie escribe, que nadie llama, en los que la noche es larga, en los que encuentras grumos en la carne blanda de la papaya, en los que el aire no se mueve, en los que llegas a escuchar el batido de la cola de una lagartija atrapada bajo la puerta.



martes, 17 de septiembre de 2013

Silencio

Casi siempre escribo en silencio. Pero hoy me acompaña la música: la Suite Bergamasque de Debusssy, Sygur Ros y Tom Waits… Es extraño escribir con música. No me gusta mucho pero voy a ver qué pasa hoy haciéndolo. Es como si su influjo empujara las letras o las desplazara. La ideas también son afectadas por ella, lo cual no tiene porqué ser necesariamente malo. Es como un estado alterado de consciencia. Y estas músicas que escucho hoy, en este lugar tan distante de donde fueron creadas, parece que se van a perder o no van a encontrar el acomodo. Pero me doy cuenta que sí, que persisten, se esparcen y que llenan al menos la atmósfera pequeña de la habitación y quién sabe si se escapen afuera, hacia el mar, en pos de la luna, a través de la tela mosquitera de la ventana.


También hoy mi colega de trabajo ha estado acompañado por la música toda la mañana. Era música religiosa de Tanzania. No lo supe hasta el final, cuando le pregunté. A ratos creí estar escuchando los coros ingleses de Cambridge, pero con un ritmo especial que solo son capaces de conseguir los cantantes de aquí. Es como un mecerse con un fondo energético que te mantiene el ánimo prodigiosamente vital. La música tiene la virtud de sostener el mundo en medio de cualquier tribulación. Ante ella, la palabra calla. Como ahora…

lunes, 16 de septiembre de 2013

Matria

Tengo la suerte o la pena del desarraigo. Soy de donde estoy. Y si he de decir de donde geográficamente soy puedo optar por las respuestas oficiales: España, Cataluña, Barcelona… o puedo hacerlo por las del sentimiento y entonces sería del Putxet y del Mundo. Si he de decir de donde realmente me siento en cada momento, entonces tengo que decir que me siento del lugar en el que estoy. Ahora es Mozambique. Cuando estoy en Marruecos es Marruecos. Yo sé que esto desilusiona a casi todos, pero no puedo hacer otra cosa. Me sale así.

Esto no excluye que siga con un particular interés las cosas que suceden en España, Cataluña y Barcelona. Y cuando digo cosas me refiero principalmente a la política, a la cultura, a los deportes y a la economía, a la ciencia y a la salud. Con menos intensidad sigo también las cosas que suceden en los lugares en los que he vivido. Pero en honor a la verdad lo sigo en tanto que son los lugares en los que viven personas a las que quiero.

También con igual intensidad sigo estos mismos temas sin importar el lugar del mundo en los que pasan. También me gusta analizar las perspectivas y los porqués estos hechos tienen mayor o menos trascendencia según donde suceden y según el poder quienes los realizan, deciden, dirigen, lideran, sufren, padecen y hasta mueren.

Leer o seguir lo que sucede  me provoca no pocas emociones. Especialmente las que sublevan lo que tengo por valores. Y cuando más importantes sean estos valores más me subleva. Digamos que todo lo que afecta a la libertad, al amor y la solidaridad, a la justicia y a la democracia, al trabajo y al esfuerzo.

Escribo sobre esto porque esta semana pasaron los hechos de la Diada en Cataluña. Siempre que puedo voy. Me motiva participar en las manifestaciones en las que las causas que se defienden valen la pena. He de reconocerlo, también me interesa observar de primera mano lo que sucede y como sucede. Después de vivirla, no solo esta sino la de los años anteriores constato la progresiva separación entre la dinámica de la gente y la de los partidos políticos. También observo la progresiva emocionalización (perdón por el palabro) de la política, por activa y por pasiva. Y la escasa capacidad para comprender y encauzar los anhelos de la calle y la cada vez más visible acción para la defensa de los intereses del poder económico que se antepone generalmente a las necesidades de la gente (no pocas veces me pregunto porqué a las víctimas les gusta votar a sus verdugos).  Porque ¿vale la pena tener una estructura social y económica como la que tenemos sólo que más pequeña? Defensor como soy de la redistribución en el contexto del estado estacionario y de borrar líneas en los mapas, casi nada de lo que veo apunta en este sentido.


Pero vuelta al principio. Lo que considero mi verdadera patria, ¿o debiera decir matria?, es el escaso metro cuadrado, siempre tan móvil, que sostiene el abrazo que doy y el que recibo.


domingo, 8 de septiembre de 2013

Hecho polvo

Amilcar es un veterano de guerra. Tiene mucho más pasado que presente, Futuro, parece que poco. Aunque uno nunca sabe. No es bueno jugar a profeta. A veces te la tienes que envainar. 

En su quintal de Maputo guarda un viejo Ford Taunus que literalmente se cae a trozos. Hace más de treinta y cinco años de su último viaje. Antes de llegar aquí había sufrido, según se ve, no pocos accidentes y las reparaciones no habían sido buenas. Una paleontóloga de coches, si esta profesión existe, hubiera podido detectar, basada en las evidencias de hoy, la extensión y el impacto, nunca mejor dicho, no solo las colisiones sino también la poca traza de las reparaciones cuando las hubo. El hecho de vivir cerca del mar incrementaba el daño y aceleraba el progresivo deterioro de la carrocería y otras partes del vehículo.

Que Amilcar dijera que el coche acabaría hecho polvo no era una forma de hablar. Para él era un deseo al que se aplica con paciente fervor. Había dispuesto bajo el coche una plataforma de cemento debidamente protegida del viento pero no tanto como para impedir su acción corrosiva. El proceso era lento. Casi diariamente recogía el polvo que iba cayendo. Cuando llovía podían caer fragmentos mayores, casi como una semilla de pimiento. Al día siguiente recogía el polvo y otras partículas que iban cayendo. Separaba como buenamente podía otros polvos y otras impurezas y lo introducía en un urna. En ella se había acumulado ya un espesor cercano a un centímetro. Esta cantidad ya habla del deterioro del coche, de su perseverancia y determinación de seguir hasta el final. 

Me decía que de la misma manera que queman los seres humanos y guardan sus cenizas, él quería coche hecho polvo. No tuve tiempo para preguntarle porqué. Pero sospecho que tendría alguna buena razón. 

La historia me hizo pensar en la película de Framantino, Le quattro volte. En ella el protagonista toma como medicina para curar su bronquitis  el polvo depositado en el suelo de una iglesia. De esta película habría tanto de que hablar. Muchas cosas de aquí, sorprendentemente, me la hacen recordar. 



miércoles, 4 de septiembre de 2013

Napia



Fotografia de Hank Hogan, encontrada en http://home.centurytel.net/Arkcite/grnray.htm


Hay cosas que me llevan a mal traer. Una de ellas son los resfriados. Especialmente los nasales. No es extraño. Con esta napia que tengo... Ahora paso uno de ellos. Con los años he aprendido a domesticarlos y ahora no me molestan tanto, pero aun así... Afortunadamente, toco madera, tengo una más que aceptable salud. Es un valor grande tenerla, sentirla. Sobre todo aquí, cuando cualquier alteración puede convertirse en un verdadero dolor de cabeza. La fragilidad del entorno y de uno mismo, obliga a cuidarse.  No solo en la salud. También en las pequeñas cosas cotidianas y esenciales. A conservar y a reparar. Esto significa atribuir valor y seleccionar bien a qué o a quién otorgarlo.  O bien a observar y observarse. A hacerse preguntas y aceptar que tal vez hoy no haya respuesta. A fluir...

lunes, 2 de septiembre de 2013

Amanecer

Está a punto de amanecer. En realidad no sé cuál es este punto. Hace rato que los pródromos del amanecer han dado señales de vida: los gallos, el muecín, algún ladrido de perro que ha pasado mala noche, el oleaje del mar que en el silencio de la noche adquiere no más fuerza sino más presencia, la necesidad, que no el deseo, imperiosa de ir al baño, el barrer del quintal por los vigilantes, los corredores trotando por la carretera. Estos son momentos aún de aparente negra noche. Si recorres con la vista el horizonte ves que no es así. Si miras al este empiezas a ver como  empieza a clarear. Al principio es muy tenue, pero luego el azul grisáceo va volviéndose violeta y la claridad se extiende por encima. A veces el horizonte es una línea perfecta que separa nítidamente el aire del agua. Otras veces las nubes se extienden sobre el horizonte muy lejos  y forman un colchón entre el agua y el mar, pero dejando de nuevo la línea nítida y un pedazo de cielo. A veces las nubes son las que asientan directamente sobre la línea que delimita el mar. El mar a veces esta plano como un espejo, otras  veces está ondulado, casi siempre con alguna embarcación. Desde cayucos con flotadores hasta  cargueros que entran en la bahía. El mar con aquel brillo plateado que lo hace valioso. El mismo mar de cada día que retiene la atención como si fuera un fuego.  Es justamente a este fuego, casi siempre sorprendente, que dispara a la retina, normalmente rojo vivo, el punto al que  llamo amanecer. A lo otro le llamo aurora o a veces alba. Es un privilegio poder ver esto casi cada día. Lo es tanto como poder ver otras tantas cosas de forma cotidiana y que por ahora no se desvanecen.

Pero pensaba en el mar no tanto para describirlo sino como la puerta de los sueños, como la entrada al mundo, como el impulso vital. Es pensando en él que lanzo estas líneas, como mensajes en una botella que buscan su destino. Un destino que no conoceré.  


Agrego algo. Hoy se ha celebrado la inauguración del nuevo edificio en el que trabajo. Ha sido un acto sencillo. La directora lo ha presidido. Nos hemos reunido en el vestíbulo todos los que allí trabajamos. En una parte del círculo que formábamos ella ha ido configurando una especie de presidencia. Estaba ella y el médico jefe. Luego ha pedido que la acompañaran el más viejo y la más joven. También la recién llegada: una doctora que se encargará de la salud pública. Ha pronunciado unas palabras destacando el tiempo que concedemos al trabajo y el valor de la casa que lo alberga.  Luego ha habido una celebración, digámoslo así, religiosa del acto. Un cristiano ha invitado a rezar el padre nuestro. Luego un musulmán ha animado a celebrar una plegaria. Al final el responsable de la parte de la medicina tradicional ha realizado un ritual con conjuros y gestos como de brujería. En definitiva una celebración ecuménica participada por todos independientemente de las creencias de cada uno. Respetuosa.  Al final la directora ha invitado a hablar si alguien tenía deseos de decir algo. El acto ha terminado con unos refrescos, salgados y un pastel que en nada tendría que envidiar a las bodas o cumpleaños más sonados, solo que de un solo piso. 

domingo, 1 de septiembre de 2013

Música y África

Quizás tenga que comerme estas palabras, pero la identidad natural de la gente de aquí me parece que es Africa (entendiendo por esta, la subsahariana). Puedo imaginar que ante tamaña afirmación los etnógrafos y los estudiosos de todo tipo pueden poner el grito en el cielo. Pero más que su país, más que su pueblo, su patria es África. Lo noto en todo, pero en un aspecto en el que destaca sobremanera es en la música. La música, este lenguaje que es la esencia de la vida y que nos permite más que comunicarnos, hacernos entender. Tal vez el matiz es sutil. A veces me parece entender en la música de aquí como un clamor, un grito, que busca (auto) afirmarse. La música es una expresión.

Se nota en el vestir y en el andar. Se nota en el hablar. Se nota en el mirar. Y

todo esto es un compendio que en la música alcanza su máxima expresión. Puede que sea hasta un medio para hacer y para ser. Por ejemplo, se arrancan a cantar para trabajar con facilidad. La música frecuentemente es un diálogo. Las frases son breves, directas. Y el ritmo, llevado con las manos o con los pies, es tan contagioso y simple que de pronto todo vibra. La música es también la danza, casi inseparables: parece como si la música fuera invadiendo el cuerpo.


Lo comparo con el llamado mundo occidental. Nada que ver. Allí las identidades son múltiples, complejas. La música es casi un hecho intelectual. No es una expresión. Es una impresión, busca llegar al alma y removerla. La música es un producto. Complejo, diferenciado, capaz de conmover. La mayoría de las veces la escuchamos quietos, sentados, concentrados.

Entiendo tan bien la búsqueda de los mestizajes. Haya tanto camino por descubrir, por explorar, por crear.

Si hubiera penetrado en la cultura de aquí ¿cómo habría escrito Barenboim su magnífico ensayo  “El sonido es vida. El poder de la música” o "El so de la vida" (en la seva versió catalana)?



(Para incrementar los contrastes esta entrada la he escrito abrigado con las músicas de Agustín Lara y José Feliciano)