martes, 24 de diciembre de 2013

Navidad

Nada fácil esta Navidad. No sé si será el efecto de Mozambique, con todo lo que representa o es que definitivamente ya estamos instalados en el cambio del modelo social y vital. Donde nada es lo que era, al menos desde el llamado primer mundo, parece fuera de toda duda. Ya hasta he recibido felicitaciones (?) mencionándola como la fiesta del solsticio de invierno.
Sin embargo soy reacio a no compartir el deseo de paz a todos vosotros y expresaros aprovechando las fechas mi amistad.
Porque todos sois importantes en mi vida. Cada uno en la forma que solo nosotros (tu y yo) sabemos o intuimos.
Nadie dijo que esto iba a ser fácil, pero aquí estamos: para compartir y para dar.


Gens fàcil aquest Nadal. No sé si serà l'efecte Moçambic, amb tot el que porta inclòs o és que estem ja definitivament installats en el canvi del model social i vital. Què res és com era en el que anomenem primer món sembla fora de tot dubte. Ja he rebut felicitacions (?) que parlen de la festa del solstici d'hivern.
No obstant em resisteixo a no compartir un desig de pau per tots vosaltres i expressar-vos, aprofitant les dates, la meva amistat. Perquè tots sou importants en la meva vida. Cadascú d'una forma que sols nosaltres (tu i jo) sabem o potser intuïm.
Ningú va dir que res seria fàcil, però aquí som: Compartint i donant.



viernes, 13 de diciembre de 2013

jueves, 12 de diciembre de 2013

Horarios


Cada día los cortes de luz son más frecuentes. Ya no solo son los de los fines de semana. Son también los de las tardes. Tal vez paseaste a las diecisiete y treinta para ver el ocaso y despedirte del sol. A las diecinueve y medía se te ha acabado el día y buscas, en la obscuridad, el amparo del sueño. En la mañana haces lo propio con la luz. Esta que está puntual a las cuatro y media esperándote.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Electricidad

En estos días las caídas de electricidad y de internet son más frecuentes y prolongadas que nunca. Cuando regresa la luz dura poco y hace exclamar aquello de: “qué poco dura la felicidad en la casa del pobre”. La linterna, las velas, la obscuridad reinan en la noche, a veces acompañadas por cielos desgarrados por relámpagos o por las luces de los barcos que en la lejanía pescan.


En estos largos intervalos sin energía los equipos de mantenimiento aprovechan para reparar averías menores o hacer mantenimiento de las líneas. Pero, en las condiciones en las que lo hacen, sería mejor que se abstuvieran. Hoy, por ejemplo, ha acudido una pickup cargada con un tropel de trabajadores de la compañía eléctrica a los pies de un árbol grande cuyas ramas descansaban sobre los cables del tendido. Provistos de una escalera, ni cortos ni perezosos, se han encaramado dos muchachos a la copa. Sin ningún equipo de protección individual, sin arneses, sin cascos, sin oficio. Los otros sostenían la escalera, mientras que por arriba la apoyaba en una gruesa rama. Una vez arriba los dos se disponían a cortar ramas, pero de pronto: un crack. La supuesta rama grande y resistente ha cedido y uno de ellos ha caído. La suerte es que lo ha hecho sobre los que sostenían la escalera. Aun así el golpe ha sido importante y lo han llevado al hospital. Desde el suelo, ensangrentado y dolorido, aún tuvo tiempo de dirigir un gesto de complicidad al compañero encaramado. Luego todos tomaron las de Villadiego. Realmente, el responsable de la decisión se cubrió de gloria. Pienso en mis amigos de salud laboral y cómo se desesperarían. Tanto como yo. 

viernes, 6 de diciembre de 2013

Mandela

Me acosté sabiendo su muerte. La muerte de uno de los grandes. De los verdaderamente grandes. De los que transforman la gente. Estoy seguro que en el país del sur están celebrando, no la muerte, sino la vida de Mandela. Mientras, veo que hoy el mundo es una elegía.


En lo personal, que llevaba cuatro días en cama por unas diarreas bastante incómodas, acabó significando una inyección de energía. Ya el día había estado precedido de estos contactos que agradeces tanto cuando no estás en tu mejor forma y, paradójicamente, descansar sabiendo lo que había ocurrido me ayudó.

domingo, 1 de diciembre de 2013

Lazo

Estos días estoy trabajando mucho y escribiendo más, pero no en el blog. Tras el viaje a los distritos, participé en una reunión de formación con el ministerio de salud y la dirección provincial de salud. Fue una reunión de armonización de los instrumentos de planificación del ministerio para ser aplicados en la provincia y a su vez en los distritos. Se me encendieron todas las alarmas. Parecía que nada de la realidad importara demasiado, lo importante era la armonía de los instrumentos y de los excel y todas las demás cosas administrativas.

Sé que no voy a cambiar nada aquí, ni lo pretendo, pero quiero aportar un grano de arena. He estado dándole vueltas a todo lo que hago y tengo no pocos elementos de debate. El tema es qué, pero sobre todo cómo, hacer para que la orientación a las necesidades ayude a cambiar la forma tan burocrática de trabajar, mientras pasan cosas tan importantes por el lado.

Hoy, para celebrar el día mundial del HIV/SIDA he estado escribiendo sobre esto. Cuando lo acabe y tenga una versión que se ajuste al formato de blog lo compartiré. También hoy aquí, que juegan en la primera división del  VIH/SIDA en África, el día ha pasado tristemente desapercibido.

Yo pongo el lazo.






Lo he tomado de: http://periodistas-es.com/dia-mundial-de-la-lucha-contra-el-sida-claves-para-una-buena-redaccion-24039  espero no se enfaden al mismo tiempo que les expreso mi agradecimiento.


martes, 26 de noviembre de 2013

Puzzle

Para hoy un conjunto de informaciones sobre cosas que he aprendido – descubierto en mi trabajo en Cabo Delgado, una provincia al norte de Mozambique que limita con Tanzania. Tiene casi 2 millones de habitantes y un poco menos de 80.000 km².

Todas las cifras están redondeadas y buscan ser entendidas. Son aproximadas, los sistemas de información de Salud precisan mejorar, pero no lejos de las verdaderas.

Nacen unos 100.000 niños cada año. Menos de un 70% lo harán en una instalación sanitaria. El resto en la comunidad, solas o con la ayuda de la familia o una partera tradicional. Sabemos que solo un 80% de los niños conseguirán vacunarse completamente. Estos niños y niñas tienen una esperanza de vida de 52 años. Más de la mitad de los niños sufre desnutrición crónica.

La familia es la institución social más importante. En una tercera parte de las mismas será la jefa de la familia una mujer entre los 12 y los 24 años. Más de un 75% de las familias viven en palhotas.



La mitad de los hombres están alfabetizados y solo el 20% de las mujeres.  La buena noticia es que la frecuencia de terminación de los estudios primarios y secundarios sube. Discretamente, pero sube. Para la mitad de las mujeres, el embarazo y la necesidad de trabajar son las principales causas del abandono escolar.

Cada habitante hará una media de 1 consulta al año. Menos del 15% de las parejas harán algún tipo de planificación familiar.

Cada año no menos de 25.000 personas se infectarán con el VIH y más de 100.000 personas tienen SIDA. De todos estos menos de la mitad recibirán tratamiento antirretroviral. Entre estos son los que menos posibilidad de transmitir la infección los que más se beneficiarán del tratamiento. Si no es estrictamente necesario, la mayoría de los hombres rehusarán la prueba, que se la harán más las mujeres cuando estén embarazadas. Si salen positivas tendrá un conflicto con la pareja. El SIDA es la principal causa de mortalidad. También hay tuberculosis, con cifras altas, pero quedan empequeñecidas al lado de la enormidad del SIDA

Entre 2-3 personas de cada 10 tendrán un episodio de malaria durante el año y 4 de cada 100 uno de diarrea.


Otro día más…



Amanecer

Han empezado las lluvias. Los relámpagos iluminan las noches y los amaneceres dejan imágenes como esta.





Los pescadores regresan de trabajar y desde la orilla jalan las redes. 

domingo, 24 de noviembre de 2013

Domingo

Después de tantas fotos vuelvo a las palabras. Hacer y ver fotos es un acto comunicativo como lo es escribir y leer. A veces puede transmitir más ver una foto que describir lo que la foto muestra. Es el permanente debate, sin sentido por cierto, entre leer un libro y ver la película. Entre describir un paisaje y verlo. Entre ver las cosas a través de imágenes y estar allí. Pues, depende.  Depende de mil cosas: de quién escribe, que quién fotografía, del observador, del lector, de la situación en la que es leída, de si se puede, de la situación en la que es observada, en fin… se han escrito tanto ríos de palabras sobre esto que no voy a repetir, seguramente con menos propiedad que los sesudos pensadores, y menos añadir nada nuevo, lo que hay sobre el tema.  O sea, que a otra cosa mariposa.

Después del viaje a los distritos, a los que habré de volver tras el paréntesis de la semana próxima, regreso a Pemba. Ha caído alguna lluvia digna de tal nombre, anticipo de lo que habrá de venir. Cada vez hay más mangos en la calle y en los mercados. En la cocina y en la mesa. Aparecen clases nuevas de ellos. A falta de adornos de navidad los árboles de mango los aventajan. Estoy seguro que hasta fin de año, los que guindan de sus copas irán adquiriendo nuevos y coloridos tonos. Hasta que maduros acaben cayendo al suelo. La variedad y los sabores aumentan, los precios bajan, los suelos se llenan de sus huesos peludos.


El efecto distrito hace que Pemba me parezca más animada y colorida. Más, digámoslo así, cosmopolita. Más social. Más abierta. Los contrastes acrecientan la percepción de los extremos. Esto no hace que prefiera una cosa a la otra. Es como si me pareciera circunstancial. Cada lugar tiene sus cosas. Vencido más a mí mismo que al entorno, vivo lo más plenamente que puedo este ahora que me dan.


jueves, 21 de noviembre de 2013

4 Fotos

Estas cuatro fotos corresponden a paisajes vistos en el viaje por los distritos. Estas 4 las tomé entre Balama, Namuno y Montepuez.

Corresponde a una encrucijada, de la que veremos otra foto después. Una avenida de árboles delimita la carretera. Al lado construcciones elementales: Palhotas y casa de banho

Una montaña rocosa se alza cerca del camino. 
Cuenta el motorista que es la más alta de esta parte de la provincia. Dan ganas de subirla.


El cruce que veíamos antes, pero desde otro lado. El  letrero nos indica que estamos a 3 km de Balama. Tal vez vimos algo en la primera foto que nos chocó. Ahora se ven más. Se trata de estos montones de piedras que van a servir para la construcción de la casas o palhotas. Muchas veces se ven rellenando la estructura de bambú que forman las paredes de las casas. Como un encofrado en el que se van a verter estas piedras, sin ninguna argamasa. Cada uno de estos montones cuesta como unos 10$. Van a ser necesarios unos 9 o diez para toda la casa. El material de la construcción de una casa tipo cuesta en total unos 400 - 500$, La mano de obra la aportará el propietario, su familia y los vecinos.

Otra vista del paisaje. Al fondo, recortándose débilmente en el horizonte, las montañas de Montepuez. El sol empezaba a caer y las sobras se alargaban. 



miércoles, 20 de noviembre de 2013

Fotos 3


 Una acacia vermelha en el patio del centro de salud de Namuno

Una barraca en la que venden capulanas, algunas preciosas

Un servidor hablando con Mario, el motorista.

 Otra esplendorosa acacia

 Mas fotos de las tiendas con un colorido desbordante, con picos y palas para el oro

El mato, el campo, que nos acompaña


Fotos 2


Otro aspecto de la sala de espera que mostré ayer


Antes de llegar a Namuno hay una aldea en la que se puede encontrar oro. En la foto un vendedor que suministra bateas para lavar el oro. El buscador podrá en la batea el agua con la tierra en la que presuntamente está el mineral, la bateará y la fuerza centrífuga irá expulsando la ganga. Si hay suerte las pepitas de oro aparecerán 

Vendiendo mangas en esta misma aldea 

 Las pepitas de oro han hecho que la gente tenga más dinero. Por esto han florecido estos comercios. En el resto de aldeas apenas puede verse una sola barraca que cumple la funcíón de colmado. 

En Namuno puede verse una casa en la que las sábanas y las camisetas están tendidas. Detrás lvarias mangueiras, con los mangos aún verdes y una acacia vermelha.

martes, 19 de noviembre de 2013

Fotos 1

 Tienda de ropa en la avenida principal de Namuno

 Avenida principal de Namuno

Edificio de la avenida principal de Maputo

El técnico de psiquiatría del Centro de Salud de Namuno, departe con los pacientes debajo de la mangueira, convertida en improvisada sala de espera.

 Tienda de artículos varios de Namuno

 Otra tienda de artículos varios de Namuno





lunes, 18 de noviembre de 2013

Pau Preto

Hoy día de trabajo en Meluco. Estaré en los distritos esta semana. Luego regresaré a ellos la primera semana de diciembre. Aunque mi trabajo no es clínico, acercarse a los distritos, aunque sea para seguir trabajando con papeles, te acerca a la realidad mucho más que desde Pemba. Puedes tocar y sentir la salud y la enfermedad y lo que la determina. Puedes ver las caras de los pacientes, de los acompañantes, especialmente las madres que son quienes hacen casi todo, y la de los cuidadores: los técnicos y las enfermeras. También sigo percibiendo esta actitud entre resignada y respetuosa. En todo caso callada ante todo esta realidad.  Me gusta Meluco porque veo que trabajan bien, de forma ordenada y transparente.

En el viaje de regreso, los paisajes de la tarde. Los extensos territorios del bambú, ahora reseco. Casi toda la gente del lado de la casa que proyecta la sombra. Las mujeres que amamantan y las que llevan trastes en la cabeza. Las niñas que se arreglan el pelo mutuamente o se sacan piojos. Los muchachos que juegan con los coches de juguetes elaborados por ellos mismos. Los jóvenes que se agrupan y no sé de qué hablan. Algunos que cortan tablones con sierras suspendidas. Viejos que reparan camas, la cama macúa que ya conocemos. Luego están los que venden mangos. Algunos macacos que cruza raudos la carretera antes de la llegada a los pueblos. El descubrimiento del ébano, el pau preto, donde la negrura densa, pesada se esconde tras una corteza marrón clara casi tan dura. Cabras, cerdos, gallinas. Los que hacen casas y los que rehacen los techados. La estela de polvo que deja el coche y que aleja a la a cuneta caminantes, ciclistas y a quienes van en moto. Un suelo arenoso que debe clamar por la lluvia. Y el árbol del mango: la mangueira. El árbol del anacardo: el cajueiro. Y el árbol de la papaya: el papaeiro, este que alinea los quintales y que siempre tiene estas tetas verdes en la cima esperando que maduren.

Llegando a Montepuez, cada vez más gente, más coches, más polvo. El sol que comienza a caer. La cena en el Litos y la conversación que relaja. La luna esplendorosa en lo alto del cielo y la compra del desayuno. En casa me espera una inundación. No es mucha. Cierro la llave de paso. Mañana será otro día. 

sábado, 16 de noviembre de 2013

Estratagema

No pocas veces alguien se ve en la necesidad de construir un artilugio mental, una recreación de la realidad, un sucedáneo de lo concreto y lejano para resistir los embates de la soledad y la distancia. Me refiero a los objetos y sujetos que nos han acompañado y de los que nos hemos desgajado abruptamente. La costumbre y la seguridad de su presencia, casi a modo de fetiche, nos aportan aquel bastón de confianza que nos permiten caminar con un poco más de seguridad por los vericuetos de la vida cotidiana.


Como aquí lo cotidiano es casi invento o sencillamente una manera de hablar evasiva, porque lo cotidiano se construye después de mucho tiempo y de un mínimo de estabilidad, aunque sea ficticia, mejor no aplicar el concepto. Expuestos a esta intemperie emocional cualquier perturbación ligera puede adquirir la dimensión de la tempestad imaginada más temida. Es por esto que construir irrealidades ambivalentes es una tentación para ayudar en algunos tránsitos que pueden ser vividos como amenazadores.


Sospechar de todo, de las tempestades y de las calmas. Dudar de los artilugios estos de los cuales he esbozado su esqueleto básico. Desterrar el pensamiento y vaciar la mente para centrarse en el presente, el aquí y el ahora, parece el mejor manual de supervivencia cundo los demonios atacan. 






viernes, 15 de noviembre de 2013


Más calor

Estamos a 31º, pero la sensación térmica es de 37º. Estoy chorreando. La camisa está empapada pese a la camiseta. Acabo de salir para recargar el crédito del modem que es como mi cordón umbilical. La semana que viene estaré en los distritos del interior.  Allí el calor será mayor. Algún día de estos habrá de empezar a llover. Creo que hasta los mangos lo están deseando.  El otro día cayó una corta lluvia que llegó como una carga de caballería. Se oyó llegar desde lejos, cruzó tan rápido el barrio que apenas descargo y se fue por el mar.

Cada vez veo más hombres y mujeres armados patrullando. Algunos coches cruzan lentos la calle con la música ensordecedora de la campaña electoral. Llevan las banderas rojas del partido hegemónico. Ayer vi las blancas, en un barrio lejano, del partido opositor.

Al regresar me encuentro con Eugenia, una señora que trabaja en la oficina, que me pedirá si le doy boleia para llegar a su casa y ahorrarle la chapa, la lata de sardinas rodante que la acercará a la casa. Le digo que sí, que espere en el estacionamiento cuando sea el momento  de salir. Así quedamos. Cuando la llevo me suele contar cosas como la que me explicó el otro día sobre las ventajas del trabajo de ciertos hombres  que  cargan unos  expositores portátiles de mercancías variopintas y que gracias a los mismos, si se los colocan de determinada manera, pueden protegerse del sol. La miré con cara de circunstancias tratando de ver cuál era la ventaja: “Si, doctor, tienen sombra cuando la precisan. Así se procuran algo de fresco, piense que llevan trabajando desde la siete de la mañana. Pobres hombres”. En el camino leo rápido en un letrero algo así como que un médico tradicional tanzaniano, un curandero, ha puesto una consulta en un imbondeiro cerca de la mezquita.

Es verdad que el calor aturde y más si es viernes y se puede desconectar.  El ritmo es lento y por la tarde el sudor se enlentece también. Busco la brisa de la orilla y que afortunadamente llega a la casa. Leo, contesto correos; hablo y chateo.  Escribo un informe con las ideas que se resisten a desaparecer y esto. 



jueves, 14 de noviembre de 2013

Cinema Pemba

Ayer mi hermana me comunicó que la que ha sido la casa de la familia se va a entregar a mitad de diciembre.  Decir la casa de la familia me temo que es un poco presuntuoso. En realidad es un piso y no era de la familia, es de alguien al que mis padres alquilaban. Pero ya nos entendemos. Era el espacio en el que crecimos y donde se forjó, para lo bueno y para lo malo, buena parte de lo que somos. En cualquier caso la noticia no es cualquier cosa, ni por el lugar ni la noticia del cierre.

Ya todos los hermanos nos fuimos yendo de casa para crear nuestras propias familias. No es momento tampoco de hablar de la naturaleza de las mismas, especialmente de la mía. Ya mi padre hace años que falleció. Mi madre desde hace unas semanas está en una residencia para gente mayor.

Siento que tengo que ir a hacer una última visita a aquel lugar. Espero llegar. Necesito despedirme de aquellas paredes. Ver lo que debe haber quedado de ellas a estas alturas. Seguramente la habrán vaciado y es posible que quede algo o muy poco. No tengo ni idea. Presiento ver un panorama que, desde la perspectiva de mi existencia, será un poco desolador.

Quisiera ir solo. O quizás con alguien que tuviera la serenidad de sostenerme si fuera el caso. Creo que voy a necesitar un poco de tiempo para esta visita y evocar los espacios y lo que en ellos quede. Puede que floten cosas que solo los que la habitamos podemos reconocer. Otras, en el terreno de lo más íntimo, quizás queden encerradas en el silencio de mis recuerdos. En estas cajas del cerebro que no han de ser abiertas, o solo para muy pocos y bien escogidos.

A algún escenario de devastación le va acompañar no pocas alegrías, pero el cierre ineludible de la puerta de entrada al final de la visita no podrá convertirlas en sonrisa.


No será, desde luego, como ir al cine, aunque algo de esto habrá. 


miércoles, 13 de noviembre de 2013

Olor de mango

Que la manera de trabajar no es la misma a los veinte, que a los cuarenta, que a las puertas de los sesenta, parece fuera de toda duda. Ahora es el tiempo más del  porqué y del para qué, que el del qué o el del cómo, sabiendo que todas estas preguntas son importantes. Y este tiempo requiere de más tiempo. Requiere de más paciencia y de más pedagogía. Requiere de más comprensión y precisa bajar hasta lo hondo. Me temo o, mejor, espero que más adelante, tal vez en la frontera de los ochenta, si se alcanza, la dimensión ha de ser mucho más apasionante y los límites inmensos. Pero ahora, detenido en el momento presente, entre el olor a mar que me llega desde la derecha y el de mango que me alcanza por la izquierda, gozo y me reta cada instante del trabajo que ha de venir mañana. La verdad, estoy feliz y agradecido por lo que cada día enfrento. La dosis de incertidumbre y de sorpresa con la que los acontecimientos suceden, lo imprevisible, la aparentemente arbitrariedad con la que las decisiones son tomadas, forman parte del escenario cotidiano. El juego de cintura, la adaptación, la flexibilidad, la observación, la paciencia, la calma, la creatividad, la resistencia y la resiliencia son atributos imprescindibles no solo para permanecer, sino para ser y seguir siendo útil en  el trabajo y en la vida. Lo del aquí y el ahora me parece superfluo mencionarlo. Ya se sabe. En realidad todo esto ya se sabe. Pero nunca como ahora he percibido todo esto con tanta claridad y con tanta gratitud.

Otras cosas. Lecturas de estos días: 1, Victus, de Alberto Sanchez Piñol para entender lo que pasa y seguramente pasará en nuestra querida tierra catalana. 2, Testo Yonqui, de Beatriz Preciado, perturbador heavy metal (Vivo en un mundo donde muchas cosas que pensaba que imposibles son posible, Guillaume Dustan, 1996) pero esencial para comprender buena parte de nuestro mundo. 3, El secreto de la flor de oro, de Carl Gustav Jung (Cuando las ocupaciones vienen a nosotros se las debe aceptar; cuando las cosas vienen a nosotros, se las debe discernir hasta el fondo, Lü Dsu).

Música final: Escuchar a Elina Garanca y a Anna Netrebko en el duo de las flores de Lakmé, de Delibes y respirar. http://www.youtube.com/watch?v=M9NK-EbUAao


Atender al olor del mango.





martes, 12 de noviembre de 2013

Autarquía

El país está de campaña electoral. Se trata de las elecciones municipales. Aquí se llaman autárquicas. Paradójico nombre el de autarquía para comunidades tan dependientes. Aquí no vale un significado diferente para el portugués o el español. En la provincia en la que trabajo, solo hay cinco autarquías, las cinco poblaciones más grandes que alcanzaron este estatus. El resto de núcleos poblados no tiene elecciones. Están gobernadas o administradas por régulos o por jefes de poblado o de aldea.

Desde mi visión tan superficial la campaña electoral tiene un marcado carácter musical y de exaltación del partido y del líder autárquico. Ni que decir tiene que el partido hegemónico está omnipresente. Las banderas rojas con el escudo del partido en el ángulo superior izquierdo están por todas partes. Esto es, en las motos, en las casas, en los coches. En estos últimos también, la imagen del líder adorna el vidrio posterior.  No entiendo que dicen los mensajes de los líderes y cuando entiendo algo me doy cuenta que no es algo diferente de lo que siempre oí. Grupos pequeños enardecidos responden con entusiasmo a las arengas. La mayoría desfila sin conmoverse. Apenas hay un panfleto escrito.  Dicen que hay otro partido que concurre. Aún no lo he visto, pero puede que en los próximos días lo descubra. 

No tardará mucho en aparecer un grupo de vehículos, o tal vez solo uno, que pondrá la música a tope y será rodeado por incondicionales para cantar y repetir eslóganes. Al cabo de un rato marcharan y hasta el siguiente.

En las calles estas últimas semanas se aprecia que tal vez haya unos cuantos huecos del asfalto que han sido reparados y hay algo menos de basura en las calles. Un observador avezado puede darse cuenta.

Si en los próximos días hay algún acontecimiento relevante o puedo saber algo más que esta visión tan ligera que acabo de describir, prometo hacerlo saber.


La autarquía es también el estado natural del sabio, que se basta a sí mismo para ser feliz. 


lunes, 11 de noviembre de 2013

Casablanca

Un amanecer de luz y un anochecer de fuego fueron los hitos del lapso que marcó la jornada de siete días. Efectivamente, una semana pasada en Marruecos. Sigo trabajando en un proyecto de higiene y salubridad allá. Ha interrumpido mi estancia en Mozambique y he experimentado el efecto.  He visto un país en algunos aspectos nuevo o, por contraste, me lo ha parecido. No sé si vivo permanentemente engañado, pero la realidad salta hecha añicos cuando las diferencias aparecen súbitamente. Si Maputo no es Pemba; ni Pemba, Montepuez; ni  Montepuez es M’Tete. Tampoco Mozambique es Marruecos; ni Marruecos, España; ni España, Nueva Zelanda (qué difícil es escribir y puntuar esto). En cada salto, sorpresas y asombro. Incesantes. Espero que no confusiones. De todos modos habrá que protegerse de estas. Hay que tener cuidado. Nada, o casi, es lo que parece.

Marruecos tiene, seguro que también para los mismos africanos, la condición de puerta de un nuevo mundo. Más que puerta es atrio. Y es atrio amplio, de casa grande. Nunca escribí de Marruecos. Lo leí y lo sigo leyendo. Pierre Loti me enseñó buena parte del camino. Tal vez más que esto, me enseñó la forma mental de recorrerlo. El viaje a Fez, recorrido solo por caminos de palabras, es mi guía. Fez espera, como me espera el Toubkal. Si he de llegar, llegaré. Secretamente lo espero. Lo espero como los secretos y los deseos que he de mantener callados para conjurar su incumplimiento.

Mientras, el trabajo del que no digo mucho. Seguro que no hablaré mucho de este viaje. Solo puede ser que se me escapen cosas. Tal vez mencionar cosas como los perros vagabundos, los hígados llenos de quistes, las moscas, los vertederos. Tal vez citar la mirada cuando dejo de ser profesional y soy aprendiz de visitante y veo y, sobre todo, huelo, el souk, los pollos, el argán, las especies, el sándalo, la lista es interminable, entre aquella multitud que es un cruce infinito de miradas que tejen redes de evanescentes pensamientos. Tal vez hablar de la sensación de cuando me desvisto para tenderme en el suelo del hammam y sentir el agua, el sudor, el jabón, la piel que se deshace, las manos y la cercanía del descoyuntamiento que detienes con un grito.  


Es una entrada de blog. Me autolimito en las 300 palabras, a veces algo más. No quiero extenderme mucho.  Como he dicho, si han de salir cosas nuevas, las soltaré. Me quedo ahora y sobre todo con las presencias de Violeta y Guy. Estas que todo lo transforman y que hacen de lo efímero una semilla de lo permanente que hace tiempo germinó. Tengo tanta suerte con quién me encuentro en la vida, y sois tantos, que no puedo dejar de agradecerlo. 







jueves, 31 de octubre de 2013

Descubrimientos

Descubro quién recopila cuentos mozambicanos de la tradición oral. Los cuentos son el enlace con los dibujos que los ilustran en una edición magnífica. Todo junto es un material para la dramatización, donde la expresividad natural debe ser una explosión de creatividad. Que suerte que tienen algunos niños. Pienso en ponerla en contacto con quién recopila cuentos contados debajo de los mangos y que son reescritos para integrar un volumen de la colección de los cuentos del mundo.

Los mangos están madurando y aparecen por todas partes. Se ven en lo árboles por su color maduro. Se ven en los mercados y en la aceras. En cualquier balde sobre cualquier cabeza. Se ven en las manos y en las bocas. Se los ve como chorrean por las comisuras de los labios o derramándose boca a dentro y boca afuera.  Se notas sus hilachas entre los dientes y se los ve en el suelo ya comidos, chupados, exprimidos, devorados o lamidos.

Descubro las dentaduras generalmente perfectas, los labios dibujados como por un pincel, los ojos y este cabello ante el que tengo que detener la mano para no acariciarlo. Descubro los colores de las capulanas generalmente ocres, marrones, tostados, amarillos viejo, amarillo ocaso, verdes, sepias, veronas, ámbar, borgoñas,  caobas, oro viejo,  crudos,  caquis, azafrán y mucho menos otros colores más vivos. Como si una seriedad natural, de naturaleza, concediera una gravedad y una seriedad distinguida a las mujeres de aquí. 

Descubro el oratorio de las monjas mercedarias, mexicanas ellas, con su altar hecho con un tronco de caoba, negro en su interior y que abrillantan con betún como si fuera un calzado. Descubro su capacidad de acogida y de entrega y lo bien que cocina Chico.

Descubro el mar cada tarde cuando me acerco a lo que llamo faro y me dejo sorprender por el atardecer rojo y grande, tan grande y tan rojo que parece de cine. De cine viejo, de película que te ha hecho llorar, que para esto se han hecho las películas.

Descubro que The dying animal es también una película. El libro que no quería leer nunca finalmente está en mis manos. Descubro que más allá de la Coixet, el que está detrás verdaderamente es Satie.


Descubro que se va un mes y entra otro y que los días se me escapan entre los dedos de la mano como el agua que sirve para lavarme la cara y me despeja y me hace sentir que sí, que estoy despierto y que nada es un sueño. 




lunes, 28 de octubre de 2013

Calor

El sol cae a plomo y no se mueve el aire. La bahía parece una poza de mercurio y los barcos fondeados, fundidos al magma metálico. Las nubes que visten el horizonte son solo un espejismo que se desvanecerá al desearlas. Una atmósfera de pequeñas partículas de polvo en suspensión baña la ciudad. El sudor cae lento e incesante. El calor embota la mente y no será fácil trabajar hoy. Así empiezan a ser los días ahora que la primavera va ganando minutos al día y el sol va incidiendo más sobre esta tierra.

Sabiendo que aún tardará en llover buscas la sombra y cualquier viento.

Imperceptiblemente todo se enlentece: el gesto, la palabra, el pensamiento, la respuesta, el rito, el acto. Es como si se aplastara la vida  

Y en este escenario, desafiando toda lentitud, veo como una mujer lava la ropa. Va vestida con capulana de estampado morado, camiseta blanca de tirantes y pañuelo morado en la cabeza. Calza chinelos rosas. Tiene dos baldes de plástico. Uno mayor, verde, y el otro, azul. Ha dispuesto un montón de ropa sucia al lado del grande y sucesivamente va sumergiendo cada pieza y la frota. Lo hace sin doblar las rodillas, doblando enteramente la columna. Luego aclara cada pieza de ropa en el otro balde, la retuerce, la vuelve a sumergir, la retuerce en sentido contrario, suelta la espuma, la sumerge. Luego la escurre todo lo que puede y hace un nuevo montón de ropa lavada que trasladará al tendedero. Las tiende con las pinzas de toda la vida y la ropa cae a plomo. Ha creado una ristra multicolor de piezas de ropa con pedazos de sarta de ropa blanca. Hay manteles, sábanas, vestidos, pantalones, ropa interior, camisetas, trapos, toallas. Nada que uno no esperara encontrar. Pueden ser tranquilamente unos treinta metros de ropa tendida que zigzaguea en el patio. Luego llega corriendo una niña pequeña y le trae una pocas más. Dialogan algo. Y vuelta a empezar.

Pienso en que podría doblar las rodillas al trabajar. Pienso en que podría poner los baldes sobre una tarima de piedras que tiene cerca o en el muro que crea una terraza y en medio del cual arranca un tramo de escalera para acceder al pedazo de patio en el que están las cuerdas en las que tiende. Pienso en su sudor y en las salpicaduras del agua que le deben refrescar algo. Pienso en el día que podrá tener una de las lavadoras que están en las pocas tiendas buenas.

Al final de todo, carga en su cabeza el balde verde con el agua sobrante y desaparece. Al rato regresa para cargar el segundo balde, el azul.


A medida que pasan el tiempo el calor que pega sobre la tierra calienta el aire. Este asciende. Deja paso al menos cálido que entra desde el mar, tan cercano. La superficie del mar empieza poco a poco a rizarse. La ropa ya más seca y más liviana por la evaporación es sensible a esta brisa y se mueve. 



sábado, 26 de octubre de 2013

Pilão


Si en el transcurso de un rito de iniciación masculino muere un muchacho, generalmente por una sepsis secundaria a una infección por una circuncisión realizada de cualquier manera, los padres no se enterarán hasta que el rito haya terminado, más o menos un mes después de haber empezado. La forma de enterarse será a través del hallazgo de un mortero (pilão) en la puerta de la casa. Nadie dirá nada. La madre habrá de llorar en silencio. El cuerpo habrá sido enterrado en el campo. El pacto de silencio hará imposible que conozca ninguno de los detalles.

En la foto, el mortero que está en la cocina de la casa al lado del hervidor chino que uso para el agua, después de haberla filtrado.



miércoles, 23 de octubre de 2013

Amaya

El choque debió ser atroz. Cuentan los que pudieron saber algo que la pickup inició el adelantamiento tras una larga recta que terminaba en una curva ciega y que la velocidad del camión al que adelantaba hizo que la pista se le acabara. Y aquella vez no hubo suerte. Venía un vehículo en dirección contraria. Una cita segura con la muerte. Y a fe que la hubo. De los tres viajeros, dos fallecieron. Entre el amasijo de hierros en el que se convirtió el carro pudieron sacar con vida una mujer. Fue llevada en no sé qué condiciones al hospital de Ancoabe.

La carretera entre Macomía y Ancoabe es una pista que cada vez va soportando más tráfico. Atraviesa la parte occidental del parque de las Quirimbas y a esta altura del año la seca está exprimiendo la humedad. Cada vehículo es él y su estela polvorienta. El sol se filtra por el polvo para fabricar un arco de cobres, amarillos y marrones. La tierra quiere elevarse al cielo.
Philip, el médico suizo que trabaja en el hospital, trata de hacer todo lo que puede por ella. Casi no tiene más medios que sus sentidos. Parece claro que tiene una fractura de fémur, que ha sufrido un fuerte golpe en la cabeza y que la sangre chorrea por varias partes. Perfunde, sutura, conserva la calma y ya está preparando la evacuación a Pemba. La ambulancia está pronto lista y la acompaña.

Las noticias corren como la pólvora. Ya todos los que han de saber, saben. Ya saben de los muertos y saben de la viva. El llanto y la esperanza juegan su particular batalla, íntima e incierta. Todos preparan y se preparan.  El rompecabezas desafía todo. Unos empiezan por el centro, otros construyen el marco. En el hospital los técnicos recomponen y en la calle preparan todo. Parece inevitable la evacuación si se logra salvar lo esencial, que parece que sí. Jesús, el cónsul de España en Pemba, prepara todo: los seguros, la embajada, inmigración, los aviones, la familia, la organización, los papeles, el resto de compañeros, los médicos, el gobierno provincial. Su teléfono hierve. Todo va acomodándose con trabajo, pero  enigmáticamente sin grandes impedimentos. Todo fluye. También la sangre contenida ya en el cuerpo que con ayuda de sueros mantiene la presión y el hematocrito a niveles aceptables. El dolor y el estupor juegan otra batalla. Es difícil sedarla con los medios que tienen. En el ínterin los amigos y compañeros se acercan a la cama. Cada uno con su ademán. Ella no habla, pero los reconoce. Se establecen los misteriosos vínculos entre los seres humanos que parecen solidificarse en estos momentos: es cuando los ojos construyen más que miradas. 
  

Es extranjera, es cooperante, tiene seguro, el mejor centro en condiciones está a casi 3.000 kilómetros. De allí va a llegar una avioneta medicalizada.  En Pemba, un equipo de emergencias médicas sudafricano, tan frecuentes en otros entornos, no dejan de parecer ángeles disfrazados de extraterrestres que, con la cadena mágica anterior y con otros eslabones ciertos que desconozco, habrán dado a Amaya otra oportunidad a su periplo.