Autarquía
El país está de
campaña electoral. Se trata de las elecciones municipales. Aquí se llaman
autárquicas. Paradójico nombre el de autarquía para comunidades tan
dependientes. Aquí no vale un significado diferente para el portugués o el
español. En la provincia en la que trabajo, solo hay cinco autarquías, las
cinco poblaciones más grandes que alcanzaron este estatus. El resto de núcleos
poblados no tiene elecciones. Están gobernadas o administradas por régulos o por
jefes de poblado o de aldea.
Desde mi visión
tan superficial la campaña electoral tiene un marcado carácter musical y de
exaltación del partido y del líder autárquico. Ni que decir tiene que el
partido hegemónico está omnipresente. Las banderas rojas con el escudo del
partido en el ángulo superior izquierdo están por todas partes. Esto es, en las
motos, en las casas, en los coches. En estos últimos también, la imagen del
líder adorna el vidrio posterior. No
entiendo que dicen los mensajes de los líderes y cuando entiendo algo me doy
cuenta que no es algo diferente de lo que siempre oí. Grupos pequeños
enardecidos responden con entusiasmo a las arengas. La mayoría desfila sin
conmoverse. Apenas hay un panfleto escrito. Dicen que hay otro partido que concurre. Aún
no lo he visto, pero puede que en los próximos días lo descubra.
No tardará mucho en aparecer un grupo de vehículos, o tal vez solo uno, que pondrá la
música a tope y será rodeado por incondicionales para cantar y repetir
eslóganes. Al cabo de un rato marcharan y hasta el siguiente.
En las calles
estas últimas semanas se aprecia que tal vez haya unos cuantos huecos del
asfalto que han sido reparados y hay algo menos de basura en las calles. Un
observador avezado puede darse cuenta.
Si en los próximos
días hay algún acontecimiento relevante o puedo saber algo más que esta visión
tan ligera que acabo de describir, prometo hacerlo saber.
La autarquía es
también el estado natural del sabio, que se basta a sí mismo para ser feliz.
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