lunes, 28 de octubre de 2013

Calor

El sol cae a plomo y no se mueve el aire. La bahía parece una poza de mercurio y los barcos fondeados, fundidos al magma metálico. Las nubes que visten el horizonte son solo un espejismo que se desvanecerá al desearlas. Una atmósfera de pequeñas partículas de polvo en suspensión baña la ciudad. El sudor cae lento e incesante. El calor embota la mente y no será fácil trabajar hoy. Así empiezan a ser los días ahora que la primavera va ganando minutos al día y el sol va incidiendo más sobre esta tierra.

Sabiendo que aún tardará en llover buscas la sombra y cualquier viento.

Imperceptiblemente todo se enlentece: el gesto, la palabra, el pensamiento, la respuesta, el rito, el acto. Es como si se aplastara la vida  

Y en este escenario, desafiando toda lentitud, veo como una mujer lava la ropa. Va vestida con capulana de estampado morado, camiseta blanca de tirantes y pañuelo morado en la cabeza. Calza chinelos rosas. Tiene dos baldes de plástico. Uno mayor, verde, y el otro, azul. Ha dispuesto un montón de ropa sucia al lado del grande y sucesivamente va sumergiendo cada pieza y la frota. Lo hace sin doblar las rodillas, doblando enteramente la columna. Luego aclara cada pieza de ropa en el otro balde, la retuerce, la vuelve a sumergir, la retuerce en sentido contrario, suelta la espuma, la sumerge. Luego la escurre todo lo que puede y hace un nuevo montón de ropa lavada que trasladará al tendedero. Las tiende con las pinzas de toda la vida y la ropa cae a plomo. Ha creado una ristra multicolor de piezas de ropa con pedazos de sarta de ropa blanca. Hay manteles, sábanas, vestidos, pantalones, ropa interior, camisetas, trapos, toallas. Nada que uno no esperara encontrar. Pueden ser tranquilamente unos treinta metros de ropa tendida que zigzaguea en el patio. Luego llega corriendo una niña pequeña y le trae una pocas más. Dialogan algo. Y vuelta a empezar.

Pienso en que podría doblar las rodillas al trabajar. Pienso en que podría poner los baldes sobre una tarima de piedras que tiene cerca o en el muro que crea una terraza y en medio del cual arranca un tramo de escalera para acceder al pedazo de patio en el que están las cuerdas en las que tiende. Pienso en su sudor y en las salpicaduras del agua que le deben refrescar algo. Pienso en el día que podrá tener una de las lavadoras que están en las pocas tiendas buenas.

Al final de todo, carga en su cabeza el balde verde con el agua sobrante y desaparece. Al rato regresa para cargar el segundo balde, el azul.


A medida que pasan el tiempo el calor que pega sobre la tierra calienta el aire. Este asciende. Deja paso al menos cálido que entra desde el mar, tan cercano. La superficie del mar empieza poco a poco a rizarse. La ropa ya más seca y más liviana por la evaporación es sensible a esta brisa y se mueve. 



2 comentarios:

  1. Les dones "grans", aqui al "Nord", diuen que la "rentadora" va ser la seva gran lliberació. Hi estic d'acord: programa curt o llarg 1 o 2 hores (3 si és molt bruta) i llestos. Nosaltres no sabem el que es rentar a mà.. La técnica perque quedi ben blanca es picar i picar contra una pedra i frotar i frotar amb les mans, i.. t'has fixat lo bé que planxan?. La Josina (nom que he imaginat per la dona del teu relat), deu tenir les lumbars fetes pols, pero segurament diumenge o divendres (o cuan sigui...) el marit i els fills sortiran de casa amb la roba impecablement neta i planxada!. M'hi sento solidaria. Si la Josina no tingués que pasar tant de rato fent de rentadora humana podria dedicarse a altres coses menys fatigosas i mes interessants. Visca la Josina!

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  2. Ah!, avui també la mar a Barcelona de gris plom, com el cel, una miqueta de pluja, per fi sembla que comença a refrescar

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