Calor
El sol cae a plomo y no se mueve
el aire. La bahía parece una poza de mercurio y los barcos fondeados, fundidos
al magma metálico. Las nubes que visten el horizonte son solo un espejismo que
se desvanecerá al desearlas. Una atmósfera de pequeñas partículas de polvo en
suspensión baña la ciudad. El sudor cae lento e incesante. El calor embota la
mente y no será fácil trabajar hoy. Así empiezan a ser los días ahora que la
primavera va ganando minutos al día y el sol va incidiendo más sobre esta
tierra.
Sabiendo que aún tardará en
llover buscas la sombra y cualquier viento.
Imperceptiblemente todo se
enlentece: el gesto, la palabra, el pensamiento, la respuesta, el rito, el
acto. Es como si se aplastara la vida
Y en este escenario, desafiando
toda lentitud, veo como una mujer lava la ropa. Va vestida con capulana de
estampado morado, camiseta blanca de tirantes y pañuelo morado en la cabeza.
Calza chinelos rosas. Tiene dos baldes de plástico. Uno mayor, verde, y el otro,
azul. Ha dispuesto un montón de ropa sucia al lado del grande y sucesivamente
va sumergiendo cada pieza y la frota. Lo hace sin doblar las rodillas, doblando
enteramente la columna. Luego aclara cada pieza de ropa en el otro balde, la
retuerce, la vuelve a sumergir, la retuerce en sentido contrario, suelta la
espuma, la sumerge. Luego la escurre todo lo que puede y hace un nuevo montón
de ropa lavada que trasladará al tendedero. Las tiende con las pinzas de toda
la vida y la ropa cae a plomo. Ha creado una ristra multicolor de piezas de
ropa con pedazos de sarta de ropa blanca. Hay manteles, sábanas, vestidos,
pantalones, ropa interior, camisetas, trapos, toallas. Nada que uno no esperara
encontrar. Pueden ser tranquilamente unos treinta metros de ropa tendida que
zigzaguea en el patio. Luego llega corriendo una niña pequeña y le trae una
pocas más. Dialogan algo. Y vuelta a empezar.
Pienso en que podría doblar las
rodillas al trabajar. Pienso en que podría poner los baldes sobre una tarima de
piedras que tiene cerca o en el muro que crea una terraza y en medio del cual
arranca un tramo de escalera para acceder al pedazo de patio en el que están las
cuerdas en las que tiende. Pienso en su sudor y en las salpicaduras del agua
que le deben refrescar algo. Pienso en el día que podrá tener una de las
lavadoras que están en las pocas tiendas buenas.
Al final de todo, carga en su
cabeza el balde verde con el agua sobrante y desaparece. Al rato regresa para
cargar el segundo balde, el azul.
A medida que pasan el tiempo el
calor que pega sobre la tierra calienta el aire. Este asciende. Deja paso al
menos cálido que entra desde el mar, tan cercano. La superficie del mar empieza
poco a poco a rizarse. La ropa ya más seca y más liviana por la evaporación es
sensible a esta brisa y se mueve.
Les dones "grans", aqui al "Nord", diuen que la "rentadora" va ser la seva gran lliberació. Hi estic d'acord: programa curt o llarg 1 o 2 hores (3 si és molt bruta) i llestos. Nosaltres no sabem el que es rentar a mà.. La técnica perque quedi ben blanca es picar i picar contra una pedra i frotar i frotar amb les mans, i.. t'has fixat lo bé que planxan?. La Josina (nom que he imaginat per la dona del teu relat), deu tenir les lumbars fetes pols, pero segurament diumenge o divendres (o cuan sigui...) el marit i els fills sortiran de casa amb la roba impecablement neta i planxada!. M'hi sento solidaria. Si la Josina no tingués que pasar tant de rato fent de rentadora humana podria dedicarse a altres coses menys fatigosas i mes interessants. Visca la Josina!
ResponderEliminarAh!, avui també la mar a Barcelona de gris plom, com el cel, una miqueta de pluja, per fi sembla que comença a refrescar
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