domingo, 20 de octubre de 2013

Ciclogénesis

Estos días he estado trabajando bastante en la preparación de información y análisis para el consejo coordinador de salud de Cabo Delgado. Va a tener lugar desde mañana y hasta el miércoles. No voy a comentar demasiadas cosas en el blog que tengan relación muy directa con mi trabajo aquí, pero hoy no me resisto a comentar algunas asociaciones, por ahora libres, pero que quizás acaben de tener más sentido en el futuro. Necesito más tiempo, más información y atar cabos. Pero por ahora las lanzo.

Una es el peso terrible que tiene la infección por el VIH/SIDA aquí, en la globalidad del país también, pero aquí las cifras me conmueven y asustan en igual manera. Viéndolas, con todas sus dimensiones y contextos,  uno tiene la impresión que mientras en Europa el sida se está banalizando casi por su condición de enfermedad crónica, aquí tiene las magnitudes y una evolución de una plaga que diezma.

Dos. La insuficiente respuesta global al problema. Ni en el ámbito local, ni las políticas de promoción y prevención, ni la ayuda externa, ni las políticas del gobierno (el nacional o el provincial), ni las pautas terapéuticas, ni la sensibilización social están a la atura del reto que tienen, tenemos, entre manos. Diríase que están o en un estado de estupor ante la magnitud de la epidemia, o bien han decidido tomárselo con calma ante la ineficacia de las acciones.
Y tres. Los ritos de iniciación. Algún día hablaré más extensamente de ellos en el blog. Por ahora me quedo con la idea que, teniendo como tienen aún tanta importancia en la sociedad de Cabo Delgado, la vertiente sexual de los mismos no hace sino favorecer la promiscuidad entre la sociedad que es una autopista para la circulación del virus. Se me dirá que es la tradición, la cultura, la presión social, los valores de la población… si, lo sé.


Pero no puedo dejar de pensar en todo esto como los ingredientes elementales para la génesis de la tormenta perfecta: un virus extensamente diseminado, unas medidas que a duras penas deben alcanzar a la mitad de los afectados conocidos, porque estoy seguro que la parte oculta del problema no debe ser pequeña, y unas prácticas culturales en la que la capacidad de resistencia y de decir que no puede convertir al que lo hace casi en un héroe o quedar estigmatizado durante mucho tiempo. Pero de esto ya hablaré más ampliamente otros días. 

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