jueves, 11 de julio de 2013

Reunión en el Ministerio de Saúde - Maputo

Esta semana he pasado dos días, el lunes y el martes, en la Reunión Nacional de Planificación en la sede del Ministerio de Saúde, en Maputo. Realmente ha sido una feliz coincidencia porque me permitió conocer a buena parte de las personas que han de ser mis referentes en el trabajo que voy a hacer en Mozambique. No voy a explicar lo que pasó desde el punto de vista profesional más allá de decir que me fue muy útil. Sentí mucho respeto y admiración por todo lo que sucedió y por el grado de implicación y por las “ganas” que vi por todos lados. Desde un ministro comprometido, implicado y motivador: un verdadero líder, hasta profesionales jóvenes que trabajan en provincias remotas que en condiciones difíciles hicieron aportaciones de gran calidad.

Pero lo que más me emocionó fue la presencia de una enfermera ya mayor en edad pero no en energía, Su nombre era Margarida. Ella defendía apasionadamente la salud pública. Explicaba las historias de antaño como quién enseña. Hacía precisiones sobre la forma de hacer las cosas. Se notaba que tenía un conocimiento exhaustivo, preciso y riguroso de la información sobre la salud. Apostillaba en todas las ocasiones que lo requerían en busca del rigor y huyendo de cualquier frivolidad, pero con la pasión de quién ha hecho de la salud pública no sé si su vida, pero una buena parte de ella.

Su semblante serio, concentrado, atento, quizás con una soledad querida o encontrada. No lo sé muy bien. Quizás también tenga otras personalidades que le hayan permitido estar muy próximas a la gente. Solo transmito sensaciones rápidas, nada objetivas, pero que me permitían saber que estaba delante de alguien especial. Que podía saber que bebía una ciencia antigua y nueva a la vez. Una voluntad de ser y de permanecer.

Luego supe que Margarida era Margarida Matsinhe, Premio de la Fundación Melinda y Bill Gates. Nada es casual.


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