lunes, 13 de enero de 2014

Pobedonostsev


En el restaurante sudafricano me encuentro con una señora mayor americana. Se trata de la viuda de un profesor de matemáticas,  emérito de la Universidad de Cedar Rapids, en el estado de Iowa, que falleció hace 5 años en los días de aquella inundación terrible que la ciudad padeció. Es una señora muy culta que habla también francés y un poco de español. Me cuenta cosas de su vida. Me dice que conoció al que habría de ser su marido en el Queen Mary, en una travesía entre NY y Southampton, cuando ambos eran jóvenes y con sus familias emprendieron su primer viaje a Europa Tras cuatro años de noviazgo y aún estudiantes quisieron revivir aquel encuentro casándose en Europa y lo hicieron en la Catedral Americana de París, seguramente en una de las bodas menos concurridas que allí se han celebrado. De todos modos me cuenta que fue una ceremonia magnífica a pesar de la poca gente que acudió. No habló mucho más del tema. Se entusiasmó hablando de París y de Francia, tanto que empezó a hablarme en francés. Más tarde, durante la conversación supe que aunque oficialmente era ama de casa casi no disponía de tiempo libre dada la gran cantidad de clases de francés que impartía de forma particular en Cedar Rapids. Sin hijos, perdió uno en el nacimiento, tuvo que construir su vida, deduzco que casi un mundo, alrededor de las palabras. Su marido lo había construido alrededor de los números. No entró en casi ningún pormenor sobre su vida conyugal. Poco a poco la conversación entró en el tema que me interesaba. ¿Qué hacía una mujer como ella en un lugar como este? Me dijo que estaba recorriendo la costa oriental de África de sur a norte. A punto de cruzar Mozambique iba a entrar en Tanzania. El motivo de su viaje, me comentaba, era el impacto que le había causado la lectura de la biografía de Madre María Skobstov escrita por Helena Arjakovsky-Klepinine: Le sacrement du frère. Ella andaba a la búsqueda de un lugar donde pudiera imitar, ni que fuera una milésima parte, lo que Madre María había hecho. Madre María que aparentemente según algunos, llevó una vida de escándalo y que su muerte en el horno crematorio de Ravensbrück en 1945 no hizo justicia, o si,  al progresivo devenir de su vida. Me decía, no sé si estoy estremecida de amor (tremblant d’amour) pero hallaré el  lugar en el que quedarme en este caminar que parece más guiado por Dios que por mí misma. Efectivamente, lo había dejado todo en los Estados Unidos y estaba más que a la búsqueda, al encuentro con este lugar santo. 


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