Pobedonostsev
En el restaurante sudafricano me encuentro con una señora mayor americana. Se trata de la viuda
de un profesor de matemáticas, emérito
de la Universidad de Cedar Rapids, en el estado de Iowa, que falleció hace 5
años en los días de aquella inundación terrible que la ciudad padeció. Es una
señora muy culta que habla también francés y un poco de español. Me cuenta
cosas de su vida. Me dice que conoció al que habría de ser su marido en el
Queen Mary, en una travesía entre NY y Southampton, cuando ambos eran jóvenes y
con sus familias emprendieron su primer viaje a Europa Tras cuatro años de
noviazgo y aún estudiantes quisieron revivir aquel encuentro casándose en
Europa y lo hicieron en la Catedral Americana de París, seguramente en una de
las bodas menos concurridas que allí se han celebrado. De todos modos me cuenta
que fue una ceremonia magnífica a pesar de la poca gente que acudió. No habló
mucho más del tema. Se entusiasmó hablando de París y de Francia, tanto que empezó a hablarme en francés. Más tarde, durante la conversación supe que
aunque oficialmente era ama de casa casi no disponía de tiempo libre dada la
gran cantidad de clases de francés que impartía de forma particular en Cedar
Rapids. Sin hijos, perdió uno en el nacimiento, tuvo que construir su vida,
deduzco que casi un mundo, alrededor de las palabras. Su marido lo había construido
alrededor de los números. No entró en casi ningún pormenor sobre su vida
conyugal. Poco a poco la conversación entró en el tema que me interesaba. ¿Qué
hacía una mujer como ella en un lugar como este? Me dijo que estaba recorriendo
la costa oriental de África de sur a norte. A punto de cruzar Mozambique iba a
entrar en Tanzania. El motivo de su viaje, me comentaba, era el impacto que le había
causado la lectura de la biografía de Madre María Skobstov escrita por Helena
Arjakovsky-Klepinine: Le sacrement du frère. Ella andaba a la búsqueda de un
lugar donde pudiera imitar, ni que fuera una milésima parte, lo que Madre María
había hecho. Madre María que aparentemente según algunos, llevó una vida de
escándalo y que su muerte en el horno crematorio de Ravensbrück en 1945 no hizo
justicia, o si, al progresivo devenir de
su vida. Me decía, no sé si estoy estremecida de amor (tremblant d’amour) pero
hallaré el lugar en el que quedarme en
este caminar que parece más guiado por Dios que por mí misma. Efectivamente, lo
había dejado todo en los Estados Unidos y estaba más que a la búsqueda, al
encuentro con este lugar santo.
Awesome !
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