miércoles, 15 de enero de 2014

Llueve

Es el tiempo de la lluvia y cuando empieza no para. Se la ve venir desde lejos y ves cómo viene a rodearnos. El horizonte, tan amplio, se rompe en varias cortinas de gris oscuro que funden cielo y tierra. Poco a poco el cerco se estrecha y ya lo invade todo y la cortina que veías a lo lejos es la que se cierne sobre tu cabeza, sobre tu casa, sobre tu capa, sobre el techo o la calva que se te separa de lo de arriba Y no es una lluvia franciscana que casi es una caricia fresca. Aquí es una lluvia brava que se descuelga. Luego, cuando ha agotado toda la fuerza, se convierte en algo más manso que se resiste a ir y sigue mandando mandobles. Y cuando, entonces sí, ha agotado toda la fuerza, el cielo se vuelve horizontal lleno de fajas de nubes sin energías. El cielo va lentamente ascendiendo y va mostrando el paisaje tras la batalla: Los riachuelos efímeros, el barro, los charcos que nunca imaginaste tan grandes, las hojas caídas, el calor húmedo que asciende cargado de olores penetrantes. También la lluvia deja rastro en tu piel. Tal vez conserves la humedad del chaparrón que te sorprendió y que se mezcla con el sudor que expele este olor acre que demanda un baño limpiador. Es tiempo del monzón africano, de azules oscuros y de grises que agigantan el mar y que te llevan a los escenarios ocultos de la memoria.

Me cuenta mi gente que esta lluvia erosiona los bajos o los zócalos de las palhotas y llega a entrar. Que conviene poner cemento en las paredes. Me cuentan lo intransitables que se vuelven los caminos. Veo como la gente se descalza en la calles y caminan sin ver donde ponen los pies.

Puede ser que te aparezcan las imágenes de otros cielos que deseas, aunque solo sea por contraste o como alivio. Puede ser que el cielo sea el de las Alas del deseo (o el de El cielo sobre Berlín). Puede ser que la emoción sea la de Hasta el  fin del mundo. 

Qué más da. No tienes mucho a lo que agarrarte. Además sabes que hoy es plenilunio. Que la luz se irá en cualquier momento, que te quedarás también sin internet. Quizás a lo único que podrás hacer hoy es leer a Gelman y así le haces un homenaje personal e íntimo.




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