lunes, 6 de enero de 2014

De nuevo

Después del descanso, otra vez en Pemba. Y todo nuevo: la lluvia. La lluvia que lo convierte todo en verde. Que mueve el mar y lo agiganta. Que llena de matope el terreno sin arena y hace que ceda. La lluvia persistente y la que se desboca.  Esta lluvia, que no vi nacer, debió responder más al deseo de la tierra cuarteada y sedienta que a un cielo tormentoso ansioso por descargar. El perfume de las flores, más concentrado que nunca, debió aparecer intolerable al aire y mandó llover.


Sabor cercano de nuevo y olores reconocibles. Las sombras alargadas del amanecer y del atardecer. La creación de los volúmenes. Exactamente cien años después del primero en NY: la aparición del semáforo en el cruce más transitado de la ciudad. Las sonrisas en los encuentros con propios y extraños. El ritmo pausado y cadencioso. Los saludos y las preguntas, las buenas fiestas en todos los sentidos. La puesta al día y los ánimos para retomar. Las noticias y los chismes. El silencio, la espera y la esperanza. Llegó el día y me encontró dispuesto para la acogida y así empieza el año. Qué la vista sea lo que mire y cuando vea que se me asemeja, o yo me asemeje a lo que mire, sea lo que sea, que sea capaz de retirarme, habiendo aprendido y absorbido todo hasta agotarlo.


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