miércoles, 29 de enero de 2014

Balalaika

Había una vez un soldado que estaba haciendo prácticas en las estepas siberianas para mejorar sus habilidades pilotando el Микоян и Гуревич МиГ-21. Tras algunos divorcios había conseguido tal estabilidad en su vida afectiva que decidió, no solo ausentarse por un año de su casa situada en uno de los más exclusivos complejos militares  del país, sino dar poderes  a su preciosa mujer para que pudiera administrar sus bienes.

Quién maneja una Balalaika es un tipo especial. Ha nacido soñando con el espacio abierto y, a la vez y esto no es menor, ser capaz de concentrarlo en un instante para que el arma que lleva en la tripa impacte contra otro pájaro de hierro y de fuego. Ha de ser un tipo capaz de vencer al vértigo y de ubicarse en lo imposible, en las mil dimensiones del aire y no perder el sentido ni el aliento.

Un tipo de estos ha tenido una formación de lujo. Arriesga cada día la vida, pero sabe de todo y le pagan muy bien.  Le harán mil entrevistas, exámenes, le mirarán la sangre y lo que no se puede escribir. Estudiará miles de horas. Entrenará diez mil, en el aire, en el mar y en la tierra. Habitará las aulas y las salas de mapas más que su propia casa. Llegará al límite de sus capacidades y deberá decidir y vencer. Romperá la barrera del sonido y soportará todas las gravedades. Tantas que no sabrá caminar al poner los pies en el suelo.


Puedo entender que joda que la mujer que amas y en la que has depositado toda tu confianza te robe y esté compinchada con tu hijastro para plumarte todo lo que tienes. Pero de esto a que regreses de sorpresa desde los confines del círculo polar ártico y que les descerrajes un tiro a ella, a él y a ti mismo hay un abismo. ¿Qué te pasó, brother?



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