viernes, 28 de marzo de 2014

Parte

Las lluvias han dejado su rastro devastador en algunas partes de la ciudad de Pemba, especialmente en las más pobres. En aquellas donde las casas de bambú, barro y hierba se adosan a las pendientes de las laderas que dan a la bahía o al mar. Allí donde se deslava la tierra y la corriente erosiona salvajemente los zócalos de las casas y la integridad de las mismas se ve amenazada. He podido ver alguna que ha perdido la verticalidad y los habitantes se afanan en enderezarlas y calzarlas. He visto alguna derruida. Me cuentan que han fallecido 6 personas de una familia por un derrumbe.

Las vías de salida cerca del mar están cortadas y la misma carretera actúa de dique que impide la salida al mar y forma lagunas. En la parte plana cercana al mar están construyendo una urbanización si urbanizar, como muchas cosas aquí que son y no son al mismo tiempo. Pues en esta zona, llamada expansión, las calles casi han desaparecido y son canales y el agua entra, por todas partes. Las salinas cercanas son una laguna y los arrozales parecen marismas. Así esté el panorama.

Los baches crecen en las calles y la arena invade las calzadas y andan recogiéndola. Es una arena buena que luego venden. Hay poco barro, pero como hay tanta basura salvaje el agua la amontona en las cercanías de la playa y salta al mar. Este, el mar, se viste con una puntilla asquerosa impropia de un ser de su categoría, pero no es culpa suya. Somos los humanos quienes lo degradamos tanto.


Entre tanto, desde la perspectiva de los servicios de salud es la lucha contra las diarreas y el cólera lo que nos ocupa. Conseguir que la población, en medio de tanta agua, tome el agua y los alimentos en condiciones. Hay demasiadas amenazas. Otros se ocuparan que la gente duerma a cubierto y que se apuntalen las casas. En fin, lo que para otros países esta lluvia sería una anécdota, aquí adquiere en algunos barrios tonos de tragedia.  


No hay comentarios:

Publicar un comentario