jueves, 6 de marzo de 2014

Macaco

El, en la noche, tiene frío en la cara, en las plantas de las manos y en las de los pies. Para protegerse se tapa la cara con las manos y recoge los pies sobre su vientre. Está medio sentado en alguna de las ramas de un árbol mediano y resistente. Trata de dormir pero sabe que el peligro acecha. El leopardo merodea. Lo ha oído. Además tiene indicios de su presencia. Otros animales han huido hace rato del lugar, sabedores de que no tienen nada que hacer frente a él. De pronto, no es extraño, siente ganas de hacer sus necesidades mayores. Sabe que si estas caen desde aquella altura será descubierto fácilmente. El ruido, el olor, la presencia de la pasta, lo delataran y al leopardo no le costará nada encaramarse a la rama. Tiene la fuerza y la rapidez para dar buena cuenta de él en pocos segundos. Entonces decide hacerlo sobre su mano, aquella que ahora está caliente. Luego depositará la pasta fecal en la corteza de la rama.


Agrego una foto de la sala / casa de espera del hospital que comenté en una entrada anterior y  un corto vídeo de un fragmento del trayecto en el que pasamos bajo dos baobabs con hojas, tan diferentes, al menos para mí, de cuando no las tienen, pero igualmente magníficos.
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