Gesto
Si hoy tuviera
que escribir una entrada al blog seguro que no hablaría del cansancio de estos
días, ni de la tristeza que tengo de dejar todo esto. Más bien hablaría de las
ganas que tengo de escuchar y de observar. De la sorpresa por lo que está
pasando. Pero hoy no voy a tener ni lo ánimos ni la destreza de escribir sobre
todo esto. Sospecho que ni siquiera dejando la puerta abierta de la mente nadie
podría extraer ninguna idea digna de una entrada. Entonces, voy a dejar la
mente quieta. Fijada en un punto de luz y dejaré que todo se serene mientras
soy consciente de mí ahora y del brillo de la luna en el mar.
Dentro de poco
despertaré para ir, como suelo decir, a los distritos. En el camino veré el
despertar temprano de la vida. En los cielos las nubes que, en este tiempo
monzónico, el paisaje que dibujan en el cielo me parece más admirable que el
que veo en la tierra. Pero no podré dejar de poner la mirada en la tierra,
verde, roja y ocre, ni en sus gentes desfilando. Que si los niños a la escuela,
que si las mujeres a las machambas y a por el agua. Siempre lo mismo, pero no
me canso. Como no se cansan ellos.
Luego tengo otros
puntos de atención. Que si lo de Crimea, que si lo del avión, que si lo de
Catalunya, que si lo de la visita presidencial, que si lo del clásico. Las
cosas con las que se llenan las páginas de los periódicos. Otros son los más
personales, los afectos, la familia, los amigos, los parte de vida que se
distribuye por todos los puntos cardinales en los que el único gesto que
verdaderamente vale es el abrazo y donde lo que más sobra son las palabras.
Esas que, ni aunque me maten, hoy no quieren salir.
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