viernes, 14 de marzo de 2014

Silencio

Una de las cosas más importantes que estoy en proceso de aprender aquí es el uso y la forma del diálogo. Yo tengo, entre muchas otras cosas a mejorar, un pésimo uso del diálogo. Esta es una de las innumerables cosas que aún me quedan por aprender y el tempo se acorta. Seguramente aquí he aprendido algo que espero me sirva para el futuro. Ahora he sido consciente. Espero que, tras la interiorización, con la práctica y alguna ayuda me permitan fijarlo.

Observar la forma de hablar: el uso de la palabra, la entonación, el ritmo, el volumen, el gesto, la mirada y otros detalles generales, junto con aquellos más particulares y específicos de cada persona, es el medio inagotable y generoso de esta enseñanza. Aquí el diálogo es una experiencia fascinante. Lo primero que dice la gente cuando habla es expresar agradecimiento por poder hacerlo y segundo pidiendo permiso. Luego expone. Mientras, quién lo escucha ya sea uno o varios, callan y respetan. Luego, cuando se termina de hablar, hay una pausa, no muy larga pero si suficiente para que se note. Como si en aquella pausa se condensara el entendimiento de lo dicho y el planteo de una réplica que no solo tuviera en cuenta lo que previamente se ha expresado, sino que encuentra el modo de incorporar aquello que acaba de ser dicho, de forma que lo nuevo, lo que va a ser lanzado al auditorio, es la una evolución de una idea enriquecida por los aportes de los interlocutores. El silencio puebla las conversaciones con tanta o más presencias que lo propiamente dicho. A veces, desde mi punto de vista, toma una densidad exagerada, que quizás se deba a la incapacidad de soportar aquel silencio que interpelará mi ansiedad por salir al trapo. Aprender a saborear y aprender del silencio y no solo a contenerlo, hará que las palabras y las pausa sean riqueza que se suma a la construcción de la relación personal. Quizás esto tenga que ver con que es la conversación el soporte de los acuerdos, de lo pronunciado, del camino a seguir. También para construirnos cada uno de nosotros como personas y constituirnos a través sentido, de lo pensado, de lo dicho y lo hecho. La falta del soporte escrito, de la constancia documental ha de verse sustituida por la solemnidad del verbo dicho. ¿O no será justamente lo contrario?

Hay también lenguaje atropellado, mentira, invento, fantasía, verborrea. Claro, todo esto está muy presente también. Pero de esto no estaba hablando.


El descubrimiento de esta capacidad y competencia del diálogo, seguramente más presente en las áreas rurales que en las incipientemente urbanas, tiene aquella condición y presencia de momento importante que, por otra parte, no impide la sonrisa o el ingenio. 

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