Kétchup
Estos días son muy
diferentes a los de hace unos meses. Entonces
el diario vivir era un presente y una velocidad de crucero. Ahora deberían
serlo también, pero están teñidos de mucha despedida. Voy diciendo a la gente
más próxima que en unas semanas me voy. Y entonces a todos se nos encoge un
poco el alma y a veces parece que a alguien le quiera brotar una lágrima.
En estas la hermana Teresa, de la orden de la Merced,
me lleva a ver las obras de lo que está siendo la futura casa de la comunidad.
Son cuatro hermanas, tres mexicanas y una salvadoreña. Trabajan en diferentes proyectos comunitarios
vinculados con la problemática social. Entre otras cosas quieren dar un hogar
de acogida a niñas y adolescentes que no tienen donde estar sin correr
riesgos. Aquí la mujer en general, pero especialmente
las jóvenes, vive situaciones en las que
pueden ser, por ejemplo, vendidas por sus padres a familias a la temprana edad
de nueve o diez años para que se encarguen de la tareas domésticas y del cuidado
de los niños de la familia, a cambio de comida y alojamiento. O pueden ser prostituidas
por la propia familia para poder comer, sin importarles demasiado las
enfermedades que puedan contraer, por no hablar de los embarazos. Ya se sabe
que aquí hacerlo sin camisilla puede costar el doble. No hace falta que siga.
Las hermanas decidieron pues construir un edificio donde darles acogida y en
ello están. Con el eje de una iglesia,
dos construcciones simétricas a lado y lado, con la disposición de un
monasterio benedictino, esto es, con las dependencias comunitarias, las cocinas,
comedores y cuartos, darán acogida a la propia comunidad y a las jóvenes que
allí puedan encontrar refugio, que dicho de otro modo más directo, será como si
les hubiera tocado la lotería.
La hermana me
habla de la reciente visita de la madre superiora, que recorre y vive durante
una semana en cada una de las comunidades que la orden tiene a lo largo del
mundo. También me habla del obispo de Pemba y de los sacerdotes. Del conjunto
de órdenes que hay en el país. Me cuenta
cosas de su vivir cotidiano, de sus experiencias y sentires. Me doy cuenta de que es una conectora, en el
sentido que utiliza Malcolm Gladwell , este periodista al que tanto admiro y
que me ha hecho no pocas veces cambiar los apriorismos que tenía sobre las
cosas y del que me acuerdo siempre que tomo aquella conserva de tomate que se
llama kétchup.
Yo sé que puede
parecer que aparentemente no le haga justicia si uno lee, en la palabra
conector, una frivolidad. Pero estoy hablando de quienes transforman el
entorno preguntándose, conociendo y actuando. De quienes tienen los deberes
hechos porque han trabajado mucho, calladamente y rigurosamente, para ofrecer
la respuesta adecuada.
JL,
ResponderEliminarUna recepte de Ketchup a la Moçambicana?
Preguntem a les germanes!
Encara recordo que les poques persones de ONG's que no van marxar de Ruanda al 2004 van ser les ordres religioses