Sueltos
El sábado pasado
presencié el accidente fatal de un motorista con un todo terreno. Ahorro los
detalles. La inmensa mayoría de los conductores
y pasajeros de motos no llevan cascos. No es extraño ver en la moto tres y cuatro
pasajeros con sus equipajes. A veces es una familia entera, a veces compañeros
de trabajo. He llegado a ver en una moto una cabra como pasajero. Los mismos policías
de tráfico van a en moto sin casco y ocasionalmente multan a motoristas sin
casco. La compra de una moto, para incentivar la prudencia, incluye siempre un
casco. Pero lo que deduzco es que lo deben guardar en casa. Paradójica y
sorprendentemente anteayer vi un ciclista con casco de moto: creí ver un
marciano.
Hace días que no
escribo en el blog. Pero cada día he pensado en hacerlo. Estaba esperando la
disposición del ánimo para eso. A menudo cuesta tanto transformar las
sensaciones, las ideas, las vivencias en palabras. Y tal vez esto es menos
difícil que ponerlas en algo mínimamente presentable. Hoy creo que puedo enviar
algo, modesto, pequeño, como los sueltos en unas páginas interiores de un
diario personal que busca acercarme a algo, a alguien nunca sé muy bien quien
es, pero que intuyo. Esto importa bastante menos que la ayuda que obtengo, que
me doy, cuando tecleo.
Ayer pensaba que
si en el Índico se diera el oleaje que ha habido en España los días pasados,
los efectos sobre mi casa serían los de un verdadero tsunami. Ahora veo
alejarse la tormenta sobre el mar. Ya ha anochecido y los relámpagos dan a la
inmensidad del espacio marino la apariencia de un teatro wagneriano. Las nubes
fulminadas, los resplandores, el zigzagueo de las luces, los reflejos sobre las
aguas, el rielar de los rayos se abre ante mis ojos como la paz que me acompaña
tras la tempestad. Pero ahora que termino a escribir esto todo vuelve a
empezar, vuelve a descargar. Es como la vida…
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