Hace días que no hablo de Melania. Pero Melania sigue
limpiando la planta primera del Ministerio, que es la planta que tiene que limpiar. Melania canta. Melania habla. Melania
canta. Ahora, desde que me contó parte de la vida que tuvo con su marinovio
francés, conductor de ferrocarriles en Gabón en la única línea del país,
hablamos en francés. Me cuenta, con la nostalgia de años pasados y mejores, el
trayecto que él hacía entre Libreville y Franceville, de casi 700 km, y de cómo
podía ella viajar gratis entre cualquier estación de la línea. Y como él tuvo
que regresar a Francia. Y como finalmente él le pidió que no lo llamara más por
teléfono, de aquellos de sobremesa recalcaba, porque le dolía el corazón. El
corazón del alma suya de él. Y también el de ella. Así fue pasando el tiempo
ella en que aprendió a callarse y a guardarse. Hasta que regresó a Guinea,
primero al continente y después a la isla y luego pasó lo que pasó con la
hermanita que ya conté en el episodio aquel trágico del hotel. Pero hoy no
estamos aquí para seguir contando cosas tristes.
Melania se quedó con mi paraguas antes de que yo saliera para
Barcelona, adonde fui en una escapada rápida aquellos días del corpus y del
aniversario del presidente, para conocer a mi nieto. Se quedó con el paraguas
para así asegurarse que ella lo tendría y no tener que esperar que le regalara
uno que le pudiera comprar. Porque a lo mejor me olvidaba y así se lo
aseguraba. Luego podría regresar y con la precipitación del viaje olvidarme de
comprarlo u olvidarme de comprarlo simplemente porque sí. Porque ella sabe de
la naturaleza de que están hechos los hombres. Que todo prometen y nada
cumplen. Que ella ha tenido ya mucha experiencia y que no se fía de casi
ninguno. Quizás su papá fue el único que merece ser recordado como el único
hombre que ha conocido y que vale la pena. Pero los hombres… Ay, los hombres.
Especialmente los blancos que prometen todo y no dan nada. Y si lo dan es
porque quieren más cosas a cambio, más cosas de las que ella no quiere hablar
ahora. Por esto es bueno quedarse lo más pronto posible con las cosas, como mi
paraguas, para que así no le falten. Y si tanto me interesa el paraguas, me
dijo, ya me encargaré de comprarme uno donde convenga.
Como así hice.
Como siempre, genial Melania...qué sabiduría!!!
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