Edú es terco y selecto. Ha llegado sin embargo a la edad
de tener que procurarse el sustento. Amador como es de la carne y el
pescado, está retado a conseguirlos por sí mismo. Si no lo hace, solo
podrá tener su plato de yuca o de malanga, si acaso con algún pedazo de pollo
medio perdido, o una pepesoup más aguada que sustanciosa. Por esto
empieza a pensar que será el bosque y los ríos donde debe procurarse el
alimento que quiere, además de empezar a ganarse un incipiente respeto que
termine con su fama de malcriado y caprichoso. Los dieciséis aguardan y ya no
vale seguir esperando vagando que la familia le ponga la comida en la
boca. Además, la bravuconería de la que hace gala con las chicas, mostrándose
valiente y aguerrido, y pendenciero y provocador con los chicos, ya no dan
más de sí sin pruebas de su pretendido valor.
Así pues llega el día de salir solo al bosque. Ya ha
acompañado muchas veces a su padre y a su tío. Lleva tiempo haciendo
esto, más a disgusto que con ganas. Con ellos y con sus hermanos y primos ha
observado, con menos interés del debido, algunos gestos, algunos
trucos usados en la pesca y la caza. Provisto de un sedal y un machete busca un
lugar en el río en el que pescar. Ha ido lejos, donde el río se remansa y luego
va cayendo por pequeños taludes formando una sucesión de piscinas escalonadas,
de grandes pozas. En una de estas se instala. Tira el bajo de línea con una
anzuelo y espera. Recoge, lanza, espera, recoge, lanza, espera… De este modo
una y otra vez. De pronto un árbol cae estrepitosamente al río…
Así empieza, más o menos, el cuento de La sirenita de aguas
dulces, donde la perplejidad, el miedo y las contradicciones van a ser alguno
de los elementos fundamentales.
Y así crecemos, sorteando los árboles que caen cerca de nosotros.....
ResponderEliminarFantástico post, Josep Lluis. Te compro cada palabra. Aquí, en esta ciudad progresista y dinámica, las cosas empiezan a moverse ... ya te explicaré. Un abrazo
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