martes, 12 de mayo de 2015

Trayecto

Amanece. La luna está en el cenit y, donde se espera la salida del sol, unas nubes densas mandan relámpagos. Las luces de la noche se debilitan en favor de la aurora. Las bombillas hacen evidentes las ventanas y una vida interior despierta. Los faros de los coches permiten intuir los trayectos de las carreteras que descienden de la montaña. Los gallos cantan. Los soldados corren en formación por las calles gritando, para darse ánimos, con sus voces graves. Tañe una campana. El Pico Basilé está cubierto como casi siempre de nubes. El nuevo día se instala.

Caminaré por las calles que ya son familiares. Como la distancia, desde donde vivo a donde trabajo, es relativamente corta voy cada día por un camino distinto que la alarga. Tejo el camino y lo complico. Rodeo más manzanas buscando caminos nuevos, combinando las calles longitudinales con las transversales. Las tres manzanas, que serían las lógicas, se convierten rápidamente en cinco, siete, nueve, once y hasta trece. Me da tiempo para desayunar tomar un café y un croissant, comprar una botella de agua para la mañana y no llegar demasiado sudado a la oficina. Aún así antes de las ocho ya estoy sentado en la oficina. En este trayecto veo como la ciudad se despierta. Veo como las puertas se abren, como las persianas se levantan. Dará tiempo hasta que me paren una vez más para identificarme. Habré podido saludar a algún tendero madrugador con el que ya hemos establecido esta conexión a partir del, brevísimo y no constante, encuentro matutino. Pasaré por delante los que, de los países limítrofes y seguramente inmigrantes ilegales, esperan en la acera contigua al Ministerio para ser contratados por días o por horas. Habré visto como las puertas de los patios de los dos o tres colegios con los que me cruzo, depende del itinerario, habrán engullido a buena parte de los escolares.  Llegaré al trabajo lleno de vida, de vida cotidiana. De la que está hecha la gente.


No escribiría nada de todo esto, que no tiene ningún valor para nadie, si no conservara aún en la cabeza el grito y el llanto del niño que, saliendo desnudo de uno de los callejones que perforan las manzanas, corrió delante de mí. 


9 comentarios:

  1. Como puedes pensar que tus escritos no tienen valor para nadie.... Para mi si lo tienen...
    Porque crees que salió corriendo desnudo ese niño del callejón ??? Alguna rabieta o desencuentro con su mamá ?? O fué algo mas grave ??? Da pié a pensar, imaginar...
    Como tus escritos dan pie a pensar... Imaginar... Y seguir en contacto con un amigo que ha decidido nutrirse de Africa

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No lo sé Isabel, no puedo dejar de asombrarme, a veces de asombrarme dolorosamente. Me gusta que también los tengan para ti. En el fondo se trata de esto, de compartir.

      Eliminar
  2. Me gusta muchisimo como escribes jose luis

    ResponderEliminar
  3. Llegar al trabajo lleno de vida, eso sí que es añadir valor y no las chácharas de los de la gestión clínica !

    ResponderEliminar
  4. El factor personal, esta es la variable fundamental: añado valor cuando el paciente, la comunidad, sus vidas, me captivan. Entonces soy médico! Si no, soy solo un mal aprendiz de anatomopatólogo de cuerpos en vida

    ResponderEliminar
  5. El factor personal, esta es la variable fundamental: añado valor cuando el paciente, la comunidad, sus vidas, me captivan. Entonces soy médico! Si no, soy solo un mal aprendiz de anatomopatólogo de cuerpos en vida

    ResponderEliminar
  6. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar