Cangrejo ermitaño
El otro día,
paseando por los manglares de Mecufi, vi un cangrejo ermitaño. El cangrejo ermitaño
es un animal muy interesante porque, dado que nace sin caparazón que lo
proteja, ha de buscar una concha de un caracol muerto para colonizarla. Es difícil
saber cómo y cuándo le empezó a salir, pero le creció una parte de su cuerpo
llamada pleópodo, en realidad una extremidad modificada, que le sirve para agarrase a este caparazón.
Caparazón que por cierto no durará siempre. Habrá de ir cambiándolo a lo largo
de su vida para que vaya ajustándose, como parece natural, a la evolución de su
tamaño. Y, como parece más obvio que
natural, en algunos de estos recambios habrá lucha, pues tendrá que competir
con sus congéneres para hacerse con la más apropiada o quizás la más deseada.
Los que no lo consiguen se ven obligados a vivir sin protección bajo rocas o
piedras. No sé si estos, a la que puedan, van a ir a la busca de una concha o
se van a quedar resignados a vivir, con muy poca movilidad, entre las piedras
protectoras que en absoluto van a poder llevar consigo.
Le pusieron el
nombre de ermitaño cuando para nada es un ermitaño. Es gregario, lo vi muy
acompañado. Son también aficionados a escaparse si se les encierra. Precisan
agua dulce y salada para vivir. Les encanta las cosas dulces, especialmente la
pulpa de la cáscara del anacardo. Si cae cerca, irán a por ella.
Aunque habrá más
de uno que piense:” … y todo esto a mi qué me importa”, por un momento tuve la
duda de si estaba observando cangrejos ermitaños o seres humanos.
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