sábado, 17 de agosto de 2013

Saturno

Este atardecer: sesión de noche estrellada, canciones, mar y fuego.

Que a Bictor le gusta la astronomía no hay ninguna duda. En la playa organizó una sesión fantástica con el telescopio, la computadora, el proyector y una pantalla de fortuna guindada entre dos palmeras. El resto lo puso un grupo musical con guitarras y percusiones, el fuego, el mar y la gente que se congregó, convocada por el mismo despliegue. Allí mozambicanos y cooperantes hablando, preguntando, explicando historias, escuchando la música, estuvimos pasando las últimas horas de la tarde y las primeras horas de la noche.

 La reina de la noche fue la luna.  Estaba de casi gala, un cuarto creciente cumplido y esplendoroso. Lucía preciosa en el cielo, minuciosa en la lente ocular del telescopio, pletórica en la pantalla que servía de fondo de escenario. El escenario era la arena y una fogata.  Los músicos tocaban y cantaban estas canciones que me recordaban a las mornas caboverdianas.  Con el ritmo y un poco de saudade de la que parece no puede prescindir, quizá y solo un poco en Brasil, la lengua portuguesa, o al menos así me lo parece.

Los efectos luminosos del fuego, del agua con las luces de los pocos veleros fondeados que rielaban hacia la orilla, en la que se afanaban tirando de redes enormes los pescadores, terminaban de completar los elementos de la escena.

De pronto Bictor me llama porque ha enfocado Saturno. Es demasiado pequeño para proyectarlo en la pantalla, pero en el ocular se ve nítidamente. Siempre lo había visto en imágenes pero nunca en visión directa. Realmente es una visión sorprendente. Imaginar a Galileo viendo aquel planeta con asas, que es como probablemente lo vería por primera vez con aquellas ópticas, como así lo comentamos hasta que, al ir enfocando, apareció el anillo, los anillos, que lo rodean.






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