domingo, 4 de agosto de 2013

Paseo matutino

Esta mañana temprano he salido a caminar. Saliendo por la puerta a la izquierda, rumbo al noroeste, siguiendo la orilla. Tenía el propósito de dar la vuelta a Pemba siguiendo la Avenida de Marginal. Pemba es una lengua de tierra que cierra por el sur la bahía de su nombre. Dicen que es la tercera más grande del mundo (ahora mismo no sé cuál es la primera y la segunda). Como la casa está sobre el Océano Indico (qué nombre tan evocador) me he dirigido hacia el canal que entra en la bahía, para costearla y recorrerla al menos en la parte que orilla la ciudad.  

Lo primero que me encontré es el punto de encuentro, una especie de bar que es, como su propio nombre indica, lugar de referencia. A aquellas horas tan tempranas solo saludé a un empleado que esta por allí. Luego viene el faro. Tal vez sea demasiado pretencioso llamarlo así. En realidad es una pequeña construcción que sostiene el punto de luz de referencia para los navegantes en la entrada sur de la bahía. Desde allá el camino gira al sudoeste y seguí costeando.

La marea estaba bajando y descubría una extensa superficie de suelo marino al que se abocaban gentes de todas las edades para recoger lo que el mar les daba. A lo lejos unas barcas con unos aparejos que recuerdan por un lado las velas latinas y por el otro las jangadas brasileñas faenaban mar adentro. Luego los productos de la pesca serían vendidos en rudimentarios mostradores al lado de la carretera. La carretera empezaba a animarse especialmente cuando llegaba al Barrio de Paquitequete. La carretera era calle y la calle era mercado. Los coches tenían dificultades para transitar y las personas, a causa de ello, también. Saludo a la gente o me saludan. Otros no. Con los niños nos saludamos alzando el pulgar con los puños cerrados. Con los adultos, especialmente los mayores, mostrando las palmas de la manos. Los ojos, la actitud, hacen el resto. A veces un “bom dia”.

Paquitequete es un barrio muy precario en la falda de la antigua ciudad, colonia portuguesa, de Porto Amelia. No quiero ni imaginarme como estará aquello cuando empiece a llover. Arriba, las casas coloniales, la mayoría de ellas muy deterioradas. Sigo y viro hacia el este en dirección al puerto, después de atravesar un río de basura. Tras pasar por las instalaciones portuarias enfilo la carretera que asciende para llegar a la parte alta de la ciudad y llego a la plaza de los héroes, donde se celebran las principales fiestas oficiales. Desde allí sigo paralelo al mar y diviso plenamente a mi derecha la bahía. La vista es magnífica, se ve el perfil completo y se distingue en la orilla alguna playa, lo que imagino manglares o ya la falda de la tierra abocándose directamente al mar. Sigo hasta la Avenida Eduardo Mondlane y la desciendo hasta la Avenida 25 de Setembro y continuo, pasando por delante de la catedral abarrotada, hasta la bola del mundo, una referencia que me indica que ya voy a girar a la izquierda hasta llegar otra vez al mar y alcanzar la casa por el lado opuesto al que salí.


Añado también algunas fotos que tomé.




1 comentario:

  1. Hola José Luis: si estuviera en tu lugar me pareceria haber cambiado dimensión.........debe ser un lugar muy relajante, como de película, aunque lógicamente tenga sus cosas desagradables......

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