lunes, 26 de agosto de 2013

La creación del mundo


Hay, unos kilómetros antes de llegar a Montepuez y viniendo de Pemba, unas aldeas que son la puerta de entrada a un yacimiento de oro y piedras preciosas.  Me referí a ellas unas entradas atrás. Al parecer el lugar fue descubierto por un tanzaniano que había trabajado en la minas de Suráfrica. De regreso a su tierra y al reconocer las similitudes del terreno con el que había trabajado, empezó a lavar el aluvión y a picar en las cercanías. No sé si encontraría oro, pero ya se sabe cómo son estas cosas. No importa que sea así. En realidad nada importa. El gesto es la llamada. Un pico y una pala, el banderín de enganche. Decenas de garimpeiros y de mineros de fortuna llenan las aldeas y arriesgan todo en busca de la piedra o la pepita que cambie su futuro. Allí están enlodados. Allí picando las rocas. Allí arriesgando la vida con el mercurio y el oro, para que como inciertos alquimistas fabriquen las amalgamas para llevarse las mayores cantidades. Amalgamas que luego desharán con un calor que pondrá en jaque su salud. Allí están parados con los ojos hinchados, sudorosos y jamás cansados. Ebrios de día por la emoción de la búsqueda. Ebrios de noche no ya por el Rhino que abandonan en favor del whisky o vodka. Las calles de las aldeas tienen el olor de un blues polvoriento. La noche encendida tiene el sonido del rojo. Las calles se cruzan de miradas despavoridas y de ademanes de desconfianza. Vender o guardar. Esconder o comprar. Las putas lo harán sin si pagas el doble. Aquí el dinero fluye. Puedes comprar todo. Tienes dos o tres calles para hacerlo. Y otras cosas si te escondes más allá. Temes al que vendiste el trabajo de una semana por si te va a robar el dinero que siempre te pareció poco por aquella piedra que brillaba y que aún dudas que era. Maldices esta noche tan larga que tan pronto empieza y que quieres que termine pronto. A las tres de la mañana ya estás andando. Hoy si, piensas. Hoy si. La suela del zapato no va a aguantar demasiado. En el hatillo llevas que comer y no olvidas al agua. Ya ni piensas en lo que te hablaron. Olvidas rápido. Para eso no hay tiempo. Me estuvieron mirando. Creo que encontré un lugar nuevo y voy ir pronto. Sé que llamaré la atención. Se acercan dos. Yo callo y voy a lo mío. La luna ayuda a llegar, pero me sé el camino. Algún día descansarás. 







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