La creación del
mundo
Hay, unos
kilómetros antes de llegar a Montepuez y viniendo de Pemba, unas aldeas que son
la puerta de entrada a un yacimiento de oro y piedras preciosas. Me referí a ellas unas entradas atrás. Al
parecer el lugar fue descubierto por un tanzaniano que había trabajado en la
minas de Suráfrica. De regreso a su tierra y al reconocer las similitudes del
terreno con el que había trabajado, empezó a lavar el aluvión y a picar en las
cercanías. No sé si encontraría oro, pero ya se sabe cómo son estas cosas. No
importa que sea así. En realidad nada importa. El gesto es la llamada. Un pico
y una pala, el banderín de enganche. Decenas de garimpeiros y de mineros de
fortuna llenan las aldeas y arriesgan todo en busca de la piedra o la pepita
que cambie su futuro. Allí están enlodados. Allí picando las rocas. Allí arriesgando
la vida con el mercurio y el oro, para que como inciertos alquimistas fabriquen
las amalgamas para llevarse las mayores cantidades. Amalgamas que luego
desharán con un calor que pondrá en jaque su salud. Allí están parados con los
ojos hinchados, sudorosos y jamás cansados. Ebrios de día por la emoción de la
búsqueda. Ebrios de noche no ya por el Rhino que abandonan en favor del whisky
o vodka. Las calles de las aldeas tienen el olor de un blues polvoriento. La
noche encendida tiene el sonido del rojo. Las calles se cruzan de miradas despavoridas
y de ademanes de desconfianza. Vender o guardar. Esconder o comprar. Las putas
lo harán sin si pagas el doble. Aquí el dinero fluye. Puedes comprar todo. Tienes
dos o tres calles para hacerlo. Y otras cosas si te escondes más allá. Temes al
que vendiste el trabajo de una semana por si te va a robar el dinero que
siempre te pareció poco por aquella piedra que brillaba y que aún dudas que
era. Maldices esta noche tan larga que tan pronto empieza y que quieres que
termine pronto. A las tres de la mañana ya estás andando. Hoy si, piensas. Hoy
si. La suela del zapato no va a aguantar demasiado. En el hatillo llevas que
comer y no olvidas al agua. Ya ni piensas en lo que te hablaron. Olvidas
rápido. Para eso no hay tiempo. Me estuvieron mirando. Creo que encontré un
lugar nuevo y voy ir pronto. Sé que llamaré la atención. Se acercan dos. Yo
callo y voy a lo mío. La luna ayuda a llegar, pero me sé el camino. Algún día descansarás.
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